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Solo pueden competir contratistas estadounidenses, no se ha dado a conocer cuáles son los propósitos de la construcción subterránea en una base aérea cerca de Tel Aviv, su costo es de 100 millones de dólares, y parece tener las características de un Centro de Comando para las Fuerzas de Defensa de Israel.
Se le conoce como el «Sitio 911», y a ese número, si usted le agrega una barra le daría como resultado 9/11, o lo que es lo mismo, la forma estadounidense de dar la fecha del 11 de septiembre de 2001, cuando fueron derribadas las Torres Gemelas y George W. Bush, el hijo, se vio en la posibilidad de desatar la guerra infinita contra todos bajo la nomenclatura de «guerra contra el terrorismo». ¿Será este bunker parte del propósito imperial?
El pasado 28 de noviembre, Walter Pincus publicó en The Washington Post que el Cuerpo de Ingeniería militar del Ejército de Estados Unidos supervisaría las obras del complejo de cinco plantas bajo tierra, y al describir la instalación que se supone llevará dos años construir, afirmaba que en el Nivel 1 irán las aulas, en el Nivel 3 un auditorio, y también hablaba de un laboratorio, puertas resistentes a choques, protección contra la radiación no-ionizada, y una muy estrecha seguridad, que incluía: autorización para todos los constructores, y fuerte vigilancia de guardias en las cercas perimetrales y barreras que separarán ese espacio del resto de la base aérea.
No es la primera vez —tampoco será la última— que los ingenieros militares estadounidenses trabajan en Israel, habida cuenta de la estrecha relación político-militar que tienen ambos, y en las obras por las que han pasado están las facilidades para los misiles nucleares, así que Walter Pincus dice que le dijeron que el Sitio 911 es la base israelí altamente secreta para los misiles Spot Micha, y que está situada cerca de Beit Shemesh, a unos 30 kilómetros de Jerusalén, y que ya almacena los ICBM Jerichos, armados con carga nuclear.
También advierte que todo parece indicar que el control del Pentágono obedece a que el financiamiento de esta instalación bélica proviene del programa de Ventas a Militares Extranjeros.
El pasado 24 de octubre, el secretario del Tesoro de Washington, Timothy Geithner, y el director general del Ministerio de Finanzas de Israel, Doron Cohen, firmaron un acuerdo general para mantener un programa que hubiera expirado este año y que extendió en 4 000 millones los préstamos a Israel hasta el año 2016, una postura que evidenciaba la permanente relación cuando apenas faltaba un par de semanas para las elecciones presidenciales que terminaron por darle nuevamente la Casa Blanca a Obama.
Esa suma era independiente de los 10 000 millones de dólares anuales de asistencia militar a Israel. En el año 2007, el entonces administrador de la Casa Blanca, George W. Bush, acordó por un plazo de diez años una ayuda militar que costaría 30 000 millones de dólares.
Que conste, la ayuda estadounidense a Israel es sagrada, al punto de que regularmente se le envía en los primeros 30 días del año fiscal.
Por cierto, a comienzos de octubre los líderes de 15 iglesias enviaron una carta al Congreso de EE.UU. solicitando una investigación para asegurarse de que la ayuda militar a Israel no fuera utilizada en violaciones contra los derechos humanos de los palestinos.
Caso omiso se les hizo cuando Israel bombardeó indiscriminadamente la Franja de Gaza y niños y mujeres fueron el mayor número de víctimas. A fin de cuentas, Estados Unidos hace lo mismo con sus drones cuando bombardean las zonas tribales limítrofes de Paquistán y Afganistán, supuestamente contra los talibanes, pero también la mayoría de las víctimas son niños, ancianos y mujeres.
De vuelta al bunker 911, Israel y Estados Unidos actúan como si mañana mismo el Estado sionista fuera el blanco de un ataque nuclear, cuando esas armas sí que están en sus manos desde hace buen tiempo, y en el caso del Estado sionista ni siquiera ha firmado el Tratado de No Proliferación Nuclear, a lo que acaba de exhortar la Asamblea General de la ONU, además de solicitarle le abra las puertas de sus instalaciones nucleares, como la de Simona, por ejemplo, a los inspectores de la Agencia Internacional de Energía Atómica.
Pero con ambos cuenta aquello de haz lo que yo digo, pero no lo que yo hago, e Israel se prepara para una guerra que irresponsablemente estaría dispuesto a echar con tal de poner en práctica la limpieza étnica y crear el Gran Israel.