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A cinco días del aterrador paso del huracán Katrina sobre Nueva Orleans, cuando todavía el caos reinaba sobre la ciudad devastada, dos familias desplazadas por la destrucción caminaban el domingo 4 de septiembre por el Danziger Bridge cuando se toparon con un equipo policiaco que, sin mediar palabras, disparó a mansalva y dejó sobre el pavimento dos muertos —James Brissette, de 17 años de edad y Ronald Madison, de 40—, además de otras cuatro personas gravemente heridas.
El caso viene siendo procesado desde entonces, con acusaciones a siete agentes policiacos, unos por el homicidio en primer grado de Brissette (Robert Gisevius, Kenneth Bowen y Anthony Villavaso), mientras sobre Robert Faulcon pesa igual cargo, pero por la muerte de Madison. Otros agentes, Michael Hunter, Ignatius Hills y Robert Barrios, por intento de asesinato en el caso de las otras cuatro víctimas.
También hay acusaciones de encubrimiento de los hechos, de plantar falsas pruebas, y de obstrucción impedir que se conociera el crimen y se hiciera justicia, un término muy puesto en duda cuando se trata de víctimas negras, y este es el caso.
Así ocurrió en el año 2006, pero se vio frustrado cuando un juez del distrito Parrish lo desestimó dos años después, porque a su entender el proceso había sido contaminado por errores en la prosecución. Hubo un nuevo intento en 2008, cuando fiscales federales se dieron a la tarea de dilucidar el crimen del puente Danziger, entre un sinnúmero de investigaciones del Departamento de Policía de Nueva Orleans por malas prácticas, que incluían el asesinato de un civil y la quema de su cuerpo por oficiales en otra parte de la ciudad, caso que fue visto en diciembre pasado.
Ahora, Bobbi Bernstein, asistente del fiscal de Estados Unidos, admite que la policía pudo haberse equivocado y pensar que los civiles en el puente eran asaltantes peligrosos porque otro agente les había informado que había tiroteo en el lugar, pero al entender de la fiscal el problema está en que actuaron bajo la consigna «disparen primero y pregunten después» y eso lo convierte en un crimen, cuando incluso a Ronald Madison, un hombre con deficiencia mental, le dispararon por la espalda en los momentos en que huía de la balacera policiaca.
Katrina, que fue un fenómeno natural multiplicado por la desidia de un gobierno más interesado en una supuesta guerra contra el terrorismo y dos conflictos con escenarios en Iraq y Afganistán, provocó más de mil muertos y el desplazamiento de la población más desfavorecida, descubrió y denunció la miseria de muchos, la pobreza extrema en medio del emporio y también estos hechos de evidente violencia racista.
Pero resulta difícil probar ese tipo de crimen en un régimen que se sostiene sobre esa explotación. Hay que ver cómo los abogados de la defensa, en un juicio que comenzó este lunes la designación de los jurados, todavía argumentan a favor de los policías: «Ellos se quedaron aquí e hicieron su trabajo, y ellos hicieron sus trabajos lo mejor que pudieron bajo circunstancias horribles».
Una puede preguntarse también ¿cuál era ese trabajo?, ¿acaso terminar el trabajo de la muerte?, y con ello «limpiar» la ciudad de una población indeseable y que todavía no cuenta mucho, como no sea en las estadísticas de la peor vida…
¿Logrará la justicia cruzar el puente Danziger o también será tiroteada?