Inter-nos
No ha cumplido la misión y por eso rompe la promesa. Se trata del mandatario de la Casa Blanca, quien en algún momento dijo que la guerra de Afganistán tendría a julio de 2011 como fecha para el inicio de su conclusión, y ahora meses y años se corren como los linderos en tierras de geófagos. Bueno, esos son geófagos dispuestos a tragarse límites fronterizos porque son expertos en violaciones territoriales, injerencias, invasiones y ocupaciones.
Los militares del Pentágono compelen esta extensión de la guerra, que supuestamente debía durar hasta el año 2014, pero ahora, el general encargado de la preparación de las fuerzas afganas, William Caldwell, dio una conferencia en la Brookings Institution, un tanque pensante con sede en Washington, en la que dijo que si Estados Unidos no quiere que Afganistán implosione debe mantenerse en el teatro de operaciones hasta 2016-2017, y quién sabe cuántos años más: «No hemos completado lo que necesitamos hacer…», apuntó.
Y lo que quiere hacer se traduce, en su ámbito de especialidad, en el entrenamiento y formación de una fuerza soldadesca y policiaca de 296 000 efectivos. Dice la sesión Danger Room del sitio digital Wired, que esa cifra supera en cien mil los que había antes de que el general llegara a Kabul en el otoño de 2009.
El caso es que el general Caldwell ha descubierto que muy pocos de los reclutas saben leer y escribir con soltura y, además, el 18 por ciento de los policías y un tercio de los soldados renuncian cada año. Prácticamente esto equivale a sacar agua de un pozo con un colador, pero como hay mucho interés de por medio, incluidas las enormes riquezas mineras en el subsuelo afgano, se arman de «paciencia» a fin de garantizar la succión depredadora, aunque tenga también un costo altísimo, pero que engordará los bolsillos de los consorcios, un estimado de 6 000 millones de dólares cada año, solo para hacer «capaces» a esas fuerzas de seguridad.
Y ahí viene la alternativa, las tropas de la OTAN —léase en buena parte los efectivos estadounidenses— tendrán que quedarse por un tiempito más. ¿Cuánto?, quién lo sabe. Por ahora, en Afganistán se dan pasos similares a lo que hicieron en Iraq: aseguraron que las fuerzas de combate estarían fuera en el 2010 y tampoco ha sucedido.
Y todavía queda más. Como los soldados estadounidenses se mantendrán más allá del 2014, pues necesitan resolver algunos problemas logísticos como las instalaciones militares, pero como el idioma es rico, mucho más cuando intentan enmascarar las verdaderas intenciones, no mencionan ni por casualidad el término «bases permanentes», lo edulcoran con el de Joint Facilities —facilidades conjuntas—, que son las palabras empleadas por la subsecretaria de Defensa para Asuntos de Política, Michele Flournoy, quien justificó con otra joint harto conocida por ser el argumento de la presencia militar estadounidense en los cuatro puntos cardinales: el «contraterrorismo» y «otras misiones». La Flournoy apuntaló con esta frase que nadie tiene forma de comprobar: «(Los afganos) quieren nuestro continuo involucramiento y apoyo más tiempo».
Y tampoco está ahí todo. Se suma el dinero del despilfarro guerrero: por lo menos 25 000 millones de dólares anuales que se transformarán en indefinidos y que ¿sirven? para mantener decenas de miles de fuerzas convencionales y de Operaciones Especiales, los bombardeos de los drones —que con toda intención hacen blanco en Paquistán— y las operaciones de inteligencia, como pormenorizaba el analista del sitio web Danger Room.
Pero es que otros tanques pensantes de la derecha, como el Center for a New American Security, proponen esa permanencia de las fuerzas, y este es el favorito del Pentágono.
Así van las cosas, detallitos de la guerra más prolongada de Estados Unidos, aseguramiento del control, resguardo de las riquezas que quieren, y brazo-martillo para golpear y amedrentar al resto del mundo… Eso les vale para mantener la ocupación infinita.