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Miran a todas direcciones y solo ven lo peor, por tanto su humor está pésimo. Esa es la lectura que se obtiene de la más reciente encuesta realizada por New York Times/CBS News, donde el número de norteamericanos que creen que la economía de su país va de mal a peor dio un salto de 13 puntos en solo un mes, y son el alza de los precios del gas, el persistente desempleo y el debate sobre la habilidad de la administración para enfrentar las obligaciones futuras lo que mueven a esas caras tristes y alargadas.
Y cuidado… esa percepción hace bajar el grado de aceptación de ambos partidos —es decir, demócratas y republicanos— y por supuesto también cae en el cesto el propio presidente Barack Obama. Esto, en estadísticas se lee así: el 75 por ciento de los consultados considera que el Congreso de Estados Unidos no está haciendo bien su trabajo; y el 57 por ciento de los norteamericanos desaprueban la forma en que su mandatario maneja la economía y el déficit del presupuesto federal.
La clave de esa visión nublada está en que solo el 29 por ciento considera que esa dirección económica puede generar más trabajos, por el contrario, dicen que provocará más desempleo.
Sin embargo, el Presidente tiene gran aceptación de la ciudadanía (72 por ciento) a su propuesta de gravámenes fiscales para aquellos que ganen más de 250 000 al año, porque consideran que eso puede dirigir hacia un control del déficit y sobre todo porque piensan que el Gobierno federal tiene la obligación de proteger a la población más vulnerable, y en este sentido tres de cada cuatro estadounidenses está a favor de que haya cuidados de salud para los más ancianos y 56 por ciento estima igual deber para con los más pobres. Solo que esto puede quedar en puras propuestas porque el Congreso no está dispuesto a darle el sí.
Pero algo ha ocurrido en medio de esta situación nada halagüeña que sitúa a la economía en muy mala posición, con tres guerras en ejecución y ninguna con solución victoriosa a la vista —ni aún la más reciente en que los bombardeos de la OTAN caen por igual sobre los de Gaddafi como sus opositores, aliados de Estados Unidos y de la OTAN—, y las más recientes filtraciones de Wikileaks dejando al desnudo las torturas en el campo de concentración de la usurpada Base Naval de Guantánamo. De inmediato hasta se opacaron los desastres naturales con afectaciones y secuelas en el mundo entero, que en el caso de EE.UU. toman forma de tornados y más de 300 muertos. Llegó nuevamente el diablo salvador.
¡Guaooooo! Fue el grito triunfante: Encontraron, mataron y desaparecieron a Osama bin Laden, con la rapidez de un prestidigitador. No importó que en la última edición de la popular revista Comics Action el héroe estadounidense por antonomasia, Superman, anunció que renunciaba a su ciudadanía imperial —no se les olvide que él es oriundo de Krypton—, porque un team de superhéroes de los Seals de la Navy asaltó el bunker del «mayor terrorista de la historia» —el alumno más aventajado de la CIA, incluso por encima de Luis Posada Carriles y el difunto Orlando Bosch— y en un combate en el que todos ellos salieron sin el más leve rasguño, le pegaron el tiro de gracia a Satán en persona, y como para evitar cualquier susto posterior de resucitación, los guerreros tomaron la iniciativa de lanzar el cadáver al mar, para que no quedara ni rastros para la historia y ningún avezado equipo del CSI pudiera determinar con exactitud la identidad del occiso.
En las explicaciones posteriores del ejecutivo y de la Secretaria de Estado, encontraron la mejor argumentación para que no se reduzcan los gastos militares, como sugiere el 45 por ciento de la encuesta sobre el humor de los norteamericanos, pues la decisión está tomada: seguirá la guerra contra el terrorismo, por más que un sector racional de la población estadounidense ya esté diciendo: «Misión Cumplida, regresen las tropas a casa».
Pero la euforia Terminator cunde mediante la industria de la comunicación, y si hasta el primero de mayo el 70 por ciento de EE.UU. dijo que su país iba en la dirección incorrecta, ahora puede ser que cambien el humor de la nación… y por ahora, como pendón de victoria, unas fotos manipuladas de un Osama bin Laden muerto y la amenaza de que lo hecho en Paquistán pueden hacerlo nuevamente y en cualquier lugar del mundo.