Inter-nos
La gente quiere seguridad, estabilidad y largas relaciones en el empleo, y estas características son muy difíciles de encontrar según Towers Watson, una empresa estadounidense dedicada al estudio laboral, a la búsqueda de talentos para los negocios. El estudio no arroja nada del otro mundo para la mayoría de las personas, pero cuando se trata de una sociedad que promueve la ambición personal y divide en ganadores y perdedores, resulta novedoso, porque lo usual es que se busque subir a toda costa en la escala y se salte de un empleo a otro para encontrar lo más rápidamente posible el más alto nivel de vida…
A quienes están enrolados en esta tendencia, ya les tienen nombre, son los «nester», palabra que deriva de «nest» (nido). La falta de empleos, el deteriorado mercado laboral, la incertidumbre, cortaron alas a las golondrinas viajeras, y ahora aunque el 51 por ciento dice que no hay oportunidades de avanzar en sus actuales trabajos, el 81 por ciento de ellos no buscan nuevas posiciones, concluye el estudio, que da otros datos interesantes.
Por ejemplo, el 30 por ciento de los trabajadores norteamericanos planean seguir laborando luego de los 70 años, y aproximadamente la mitad considera no estar preparado para planificar o manejar su retiro.
Detrás de tal estado de ánimo está la preocupación existente sobre cuánto puede durar la recesión.
La crisis global avanza en países desarrollados o en desarrollo, y sin señales de luz al final del túnel.
Los recientes estallidos sociales en Grecia anuncian la posibilidad de situaciones similares en otros lugares del Viejo Continente, donde España —uno de los casos más extremos— oficialmente reconoce el 20 por ciento de población laboral desempleada.
Sin embargo, a pesar del extendido deterioro de la economía, hay quienes siguen obteniendo pingües ganancias con el mayor de los despilfarros: las guerras.
El SIPRI, Instituto Internacional de Investigación de la Paz de Estocolmo, dio a conocer este lunes un análisis de la situación en estos dos campos y asegura que a pesar de lo pésimo de la economía mundial, los gastos en armamentos no se han detenido.
Y cómo hacerlo, si el imperio con capital en Washington, o en el New York de Wall Street, fomenta la que llaman Af-Pak (Estados Unidos ocupando Afganistán y bombardeando impunemente toda la región fronteriza de Paquistán), no acaba de marcharse de Iraq, solapada o abiertamente amenaza a Venezuela, Cuba y a cualquiera que no se doblegue.
Según SIPRI, entre 2005-2009, en conjunto, el planeta compró 22 por ciento más de armas que en el quinquenio 2000-2004.
La garra imperial tiene mucho que ver con el aumento de las tensiones en las regiones del Medio Oriente, Norte de África, América del Sur, y el sur y el sudeste de Asia. Y hace zafra, aunque no es lo único, pues miles de millones de dólares ha sido el precio pagado a consorcios de EE.UU. por los 72 aviones de combate F-16E vendidos a los Emiratos Árabes, 52 F-16I a Israel y 40 F-15K a Corea del Sur, por citar algunos de los lucrativos negocios.
Dato interesante, este otro, que suministra el estudio de SIPRI: los cinco mayores abastecedores de armas en esa etapa 2005-2009 fueron Estados Unidos, Rusia, Alemania, Francia y Gran Bretaña: cuatro de ellos, miembros permanentes del llamado Consejo de Seguridad, y uno que aspira a la cofradía.
Mientras tanto, por ahí crecen deudas externas, filas de desempleados, bancarrotas, iletrados y pobres en extremo. La verdadera bomba de tiempo, también aumenta su potencia… esa es la realidad.