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De armas y analfabetismo

Septiembre se va y deja las puertas de las escuelas abiertas. Pero millones de niños no tomarán los buses, ni se sentarán en las aulas; porque irán al trabajo o deambularán en las calles mendigando, prostituyéndose, convirtiéndose en drogadictos o en malandros, y cuando menos, ingresarán en una inmensa columna de analfabetos con muy poco horizonte en sus vidas.

El repaso de esa situación, demasiado común para escarnio de la humanidad, viene por una noticia allende mares y tierras, y no tiene nada que ver con las escuelas —al parecer— si no con las guerras. Las de EE.UU., por supuesto.

Las fuerzas armadas estadounidenses en Afganistán están empeñadas en entrenar y construir un ejército local, capaz de defender los intereses occidentales y permitirles a los aliados de la OTAN iniciar la retirada, pues la cosa está que arde.

Cada vez es más rechazada esa contienda de ocho años —según encuesta de la CNN, el 58 por ciento de los estadounidenses están en contra y solo el 39 por ciento la favorece—, que hasta el momento ha arrebatado la vida de 829 estadounidenses y 556 de sus aliados, y ni quiera sabe usted el número de afganos, porque esos no se cuentan, no tienen importancia, pagan con sus vidas la cuota de derecho a la «democracia y la libertad».

Hasta algunos senadores norteamericanos están preocupados por la situación e instan a la administración de Barack Obama a que apresure el entrenamiento de los afganos antes de autorizarles un mayor número de sus propias tropas de combate en el escenario bélico centroasiático. Por cierto, el general Stanley McChrystal ha estado pidiendo «en privado» otros 40 000 efectivos, con lo que elevaría el número de soldados yanquis en ese escenario bélico a 100 000, el triple de los que encontró Obama al ser elegido como presidente, en noviembre de 2008.

Carl Levin, senador demócrata que encabeza el Comité de Asuntos militares, apuntó que para 2013 debieran ampliar las fuerzas afganas hasta los 240 000 efectivos y la tropa policíaca a 160 000. Pero hay una dificultad bien grande: el analfabetismo hace muy lento el entrenamiento del ejército afgano. Nueve de cada diez soldados del Ejército Nacional Afgano no sabe leer, no pueden seguir instrucciones escritas, son incapaces de tomar notas de las clases que les imparten los militares norteamericanos y de otros ejércitos emplazados en el país, que es ruta de enlace con el Oriente.

La falta de conocimientos básicos dificulta el operativo imperial, aunque no hay dudas de que el aprendizaje en el área puramente militar pudiera ser exitoso en el arte de matar y de morir... Pero les falta ese algo más que debiera ser la dignificación del hombre y no su aval de mercenario: saber leer y escribir.

Sin embargo, ya hay una empresa que por el nombre no parece tener mucho que ver con asuntos escolares, la Pulau Electronics, de Orlando, Florida, que ha sido contratada —no se ha dicho el monto del negocio- para poner en práctica un programa que hará «funcionalmente letrado» al 50 por ciento de esa tropa afgana, en un primer año del programa, donde la meta es «ser capaces de escribir su nombre y el número de serie de su arma».

Teniendo en cuenta para qué son los requerimientos, quizá merecerían también la «suerte» de poder leer su epitafio...

 

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