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No hay comentarios de la Casa Blanca sobre los rumores que corren: George W. Bush estaría dispuesto a otorgar perdones preventivos en número récord para las felonías cometidas por gente de su equipo o de su círculo de allegados e intereses cuando ejerza, como es habitual, la prerrogativa absoluta y unilateral de fin de presidencia.
Bush tiene crímenes imperdonables. Si el asunto es verdad o no, se sabrá dentro de poco. De todas formas, hay ese viejo refrán de que «quien calla, otorga...» Sin embargo, ya se conocen algunos números verídicos que apuntan a una de las mayores «clemencias» de la historia estadounidense, tal y como le permite el Artículo II, Sección 2, de la Constitución de Estados Unidos.
Más de 2 300 personas han solicitado el perdón o la conmutación de penas en el año fiscal que concluyó el 30 de septiembre, según las estadísticas del Departamento de Justicia. A tenor con lo que afirman los expertos, el perdón, ese acto oficial de indulgencia que elimina las responsabilidades civiles contenidas en una condena criminal, implica de hecho el reconocimiento tácito de que sí hubo delito.
Perdones controversiales y famosos han ocurrido muchos en EE.UU. Quizá uno de los más conspicuos sea el otorgado por Gerald Ford a Richard Nixon, librándolo de toda culpa o responsabilidad nada menos que en el escándalo Watergate, el espionaje que ordenó contra la sede nacional del Partido Demócrata, rompiendo todas las reglas del juego bipartidista, y por lo que debió renunciar a la presidencia obligado por la espada de Damocles del impeachment que pendía sobre su cabeza.
También los presidentes norteamericanos han indultado sus propias guerras. Es el caso de Andrew Jackson, que otorgó clemencia a miles de oficiales y soldados que sirvieron en las filas del ejército confederado durante la Guerra Civil o de Secesión.
Y no han sido remisos en librarse de sus crímenes de Estado, como hizo George H. Bush, el padre de este hijo, cuando perdonó a 75 personas, entre ellas seis altos funcionarios de la administración de Ronald Reagan condenados en el escándalo Irán-Contra, el contubernio que propició la guerra sucia en la que murieron miles de centroamericanos y, al mismo tiempo, llenó de drogas las calles estadounidenses.
El actual mandatario, George W. Bush, sin que fuera el acto «magnánimo» de su último día y siguiendo otra tradición, ha perdonado a los pavos de la cena del Día de Acción de Gracias, pero no es esa hipócrita misericordia la que cuenta. También se apresuró a conmutar la ya exigua sentencia de dos años y medio de prisión para I. Lewis «Scooter» Libby, cuando en julio de 2007 pasó por encima de una corte federal y protegió a uno de los suyos dejándolo libre, aunque había cometido cuatro delitos al mentirle a los investigadores federales sobre su papel en la filtración de la identidad de una agente de la CIA encubierta, Valerie Plame.
Recuerden que todo aquello respondía a una venganza contra el esposo de la Plame, Joseph Wilson, el embajador negado a avalar la mentira de la compra de uranio para las supuestas armas nucleares de Saddam Hussein, uno de los argumentos utilizados para la guerra contra Iraq.
Claro, Libby era uno de los suyos, pues el delito, cometido siendo jefe de staff del vicepresidente Dick Cheney, le guardaba las espaldas al binomio de la Casa Blanca, y el W. consideró que aquella condena a 30 meses de prisión era «excesiva».
Con solo este botón de muestra siendo «compasivo» con quien fuera la mano derecha de Cheney y ayudó a escribir las políticas de seguridad nacional de la administración Bush, ya nadie dudará de lo que está por venir en materia de perdón presidencial.
Han pedido clemencia, entre otros, Michael Milken, un rey de las finanzas convicto de fraude en 1990; Randy «Duke» Cunningham, ex congresista californiano que evadió impuestos; Edwin Edwards, ex gobernador de Louisiana condenado por negocios sucios al estilo mafioso en el año 2000; y el terrorista y asesino Eduardo Arocena, dirigente de la organización terrorista Omega 7, quien cumple cadena perpetua por el asesinato en la década del 80 del diplomático cubano Félix García y dos homicidios más, además de 30 explosiones en Nueva York, New Jersey y la Florida entre 1975 y 1983.
En ese perdón también pudiera incluir a uno de los soldados de Bush padre y de la CIA, Luis Posada Carriles, quien junto con Orlando Bosch organizó el atentado contra el avión de la línea aérea comercial Cubana de Aviación en 1976, acto terrorista en el que murieron 73 personas. Posada está en libertad, en Miami, desde el 19 de abril de 2007. Y el mismo Bosch fue perdonado por Bush padre.
De ignominias está llenó el currículo presidencial de George W. Bush, la del perdón sería apenas una más en su infamante expediente. Y por si acaso, se abre el camino para que algún otro presidente le otorgue en su momento el perdón de todos sus pecados capitales: codiciar y apropiarse de los bienes ajenos, torturar, mentir, matar... La desvergüenza, en Estados Unidos, siempre tiene cola...