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Nada debe quedar al azar, ni a la simple voluntad o criterio de las personas. En el proceso electoral de Estados Unidos los candidatos se juegan el todo por el todo, y en la que corre, los equipos de campaña de los dos mayores candidatos ponen todos sus conocimientos en las artes de la manipulación para traer más ovejas a su redil.
Partidarios de McCain ironizan con el nombre deObama y lo llaman «mentiroso». Foto: AFP A ello pueden sumarse algunos «errores accidentales» que ya van apareciendo en uno que otro de los 50 estados, donde los llamados votos electorales dirimirán quién se sentará en la silla presidencial, si el candidato negro Barack Obama —favorito por ahora en las encuestas—, o John McCain —acorralado por las políticas fracasadas del exponente de su partido, George W. Bush, y el mal mayor de una economía en crisis.
Casualmente, en el condado de Rensselaer, estado de Nueva York, ya hubo una explicación de «fue un error involuntario». En los procedimientos electorales para esa localidad, las autoridades envían boletas para la votación por correspondencia con vistas al martes 4 de noviembre, y en la casilla del candidato demócrata aparecía Barack «Osama», en lugar de Obama.
«Es un error de letra», explicó el republicano Larry Bugbee, quien forma parte del equipo electoral allí, pero un perspicaz periodista del diario Times Union, de la ciudad de Albany —la capital del estado de Nueva York, el que prácticamente siempre ha votado demócrata—, apuntó que resulta muy difícil creerse lo del lapsus-computadora, porque en el teclado de las máquinas la letra «S» está lejos de la «B».
Fueron enviadas 300 de esas papeletas y si los votantes afectados lo solicitan pueden recibir una con el nombre correcto, pero también cabe la posibilidad de que no estén advertidos de la pifia y... ¿si votan por «Osama», será considerada válida o nula el día del conteo?
Pensándolo con intención, es obvio que a cualquiera le trae a la mente el Osama único que conocen los estadounidenses, el Bin Laden, asociación de ideas nada beneficiosa para el demócrata, que acaba de ser acusado de tener «amistades terroristas» por la candidata a la vicepresidencia Sarah Palin, la dama del garrote para los golpes bajos, aunque su tejado sea de vidrio.
Al menos sus ataques constantes apuntan a que esa es la tarea que le han asignado. Incluso ha dicho que más de una persona le ha susurrado al oído en Ohio que John McCain «necesita quitarse los guantes» en la campaña contra el demócrata. En ese estado que suministra tantos votos electorales para empujar el camino hacia la Casa Blanca, la Palin estuvo recaudando fondos en dos encuentros muy selectivos, uno en el salón de fiestas del exclusivo hotel The Ritz Carlton de Cleveland y el otro en una residencia privada en el suburbio de Indian Hill, zona residencial de la clase alta de Cincinnati.
Quizá en una de esas dos reuniones con la gente poderosa fueron los agresivos secreteos, o en alguna otra aún más íntima, porque en el mitin masivo en Wilmington con la gobernadora de Alaska fueron las expresiones abiertas, tal y como se han ido dando por estos días en los encuentros con sus partidarios, donde al adversario lo han calificado de «traidor» y «mentiroso», entre otros epítetos, que incluyeron con toda la carga despectiva y xenófoba de que son capaces los extremistas, el gentilicio «árabe».
Y este lunes, luego del discurso que pronunciara en Virginia Beach el candidato republicano, hubo otra ocasión para los improperios exaltados, recalcitrantes, fanáticos y en extremo peligrosos: en la transmisión de MSNBC se podía ver que uno de los asistentes enarbolaba un letrero en que se leía: «Obama Bin Lyin», referencia directa al jefe de la organización terrorista al-Qaeda y con similar pronunciación en el idioma inglés a «Obama está mintiendo».
Mi abuela diría que las cosas pasan de castaño oscuro. Y son millones de dólares los que están cargados a anuncios de televisión con alusiones similares. Se trata de desprestigiar al oponente con cualquier sinrazón que tengan a mano. La ética no es protagonista principal en estos entuertos de la democracia estadounidense.
Y que conste, no son los únicos, ni serán los últimos.