Inter-nos
PTSD, esas son las siglas que preocupan a miles en Estados Unidos por las consecuencias que un ser distorsionado por esa enfermedad, puede sufrir y transmitir a su familia y a su comunidad. Ellas identifican a un mal que sufren decenas de miles de veteranos de las guerras en Estados Unidos, el desorden de stress post traumático. Daniel Seidenberg, quien fue seriamente herido hace poco más de 35 años en Vietnam, describe así sus profundos ataques de ansiedad: «Si alguien corre muy rápido en mi línea de visión, inmediatamente me pongo en alerta. Hay miles de pequeños disparadores como ese, el sonido de una explosión, el tubo de escape de un carro».
El tema está a discusión desde hace mucho, porque el PTSD arremete contra los militares que han estado en combate y, sin embargo, es poca la atención que el Pentágono le ha prestado o el presupuesto dedicado a su tratamiento. Pero los investigadores siguen buscando una solución que ahora, algunos dicen haber encontrado en el Propanolol, para lidiar con la memoria traumática y sobre todo con las respuestas o reacciones del paciente en crisis.
Un psiquiatra de la Escuela de Medicina de Harvard, el doctor Roger Pitman, está estudiando cómo el cerebro almacena las memorias y con su equipo ha descubierto —dijo el diario británico The Independent—, que hay medicamentos que pueden interrumpir los procesos. Supongo que se trate de evitar que existan los malos recuerdos: las imágenes de la destrucción, de quienes mataron, o de quienes fueron muertos a su lado, de las heridas infligidas o de las que recibieron... en fin, suprimir los terribles recuerdos de la guerra.
Uno de esos medicamentos resultó ser el Propanolol, que originalmente se utiliza en el tratamiento de la hipertensión y que afecta la hormona de la adrenalina; ahí precisamente reside el interés de estos médicos, pues consideran que la adrenalina influye en la retención de la memoria.
Por supuesto, hay mucha controversia sobre el tratamiento, preocupaciones éticas sobre lo apropiado de alterar la memoria mediante la intervención médica. Otros consideran que resulta más apropiado que dejar a que las personas afectadas por esos recuerdos nefastos se refugien en las drogas o el alcohol para ahogar las evocaciones de los infernales escenarios bélicos.
Las guerras de Iraq y de Afganistán, muy en especial la primera, están aportándole a una generación de estadounidenses —hombres y mujeres— otra experiencia traumática que tendrá sus secuelas a corto plazo, y algunas consecuencias ya asoman: depresión, alteraciones de la psiquis por heridas cerebrales traumáticas que están escondidas, desmembramiento de las familias, divorcios, suicidios, y posiblemente homicidios.
El PTSD cobrará sus víctimas, quizá el Propanolol pueda ayudarlos, pero un remedio más efectivo, rápido y humano está al alcance y George W. Bush y su pandilla casablanquina no quieren aplicarlo: Paz en la Tierra; pero ellos no son hombres de buena voluntad.