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Los paramilitares de Minuteman se toman la justicia por su mano en la auténtica cacería humana que ocurre en la frontera. Foto: AP Las actitudes oficiales lo posibilitan. Si el gobierno de Estados Unidos se lanza a agresiones que llevan una cargada intención de «guerras santas» cuando asocia a los musulmanes con el terrorismo, ¿cómo no pensar que regresen los caballeros del Ku Klux Klan en medio de una dilatada «reforma» migratoria que no ha resuelto el secular problema de los trabajadores extranjeros, pero sí ha hecho salir a las calles a decenas de miles de ellos reclamando sus derechos?
Y exactamente eso está sucediendo. Un reportaje del diario The Christian Science Monitor afirma que el violento grupo racista —en verdad la primera organización terrorista en EE.UU., que tuvo su origen en 1866, cuando veteranos confederados de la Guerra Civil, se negaron a admitir la libertad de los esclavos negros y los intentos de inserción de estos en la sociedad, durante la llamada etapa de la Reconstrucción—, está ahora resurgiendo con capítulos nuevos, no precisamente en el Sur, sino en cualquier estado del país donde los trabajadores inmigrantes han asentado sus comunidades: Indiana, Michigan, Ohio, Iowa, Nebraska, Maryland, New Jersey y Pennsylvania.
Fragmentada y amorfa organización de grupos extremistas independientes, luego de lo logrado por el movimiento a favor de los derechos civiles, el Klan quiere ahora nuevo aire y, sin olvidar sus tufos de supremacía racial blanca, su homofobia, anticomunismo, y su animadversión a judíos y católicos, vuelca expresamente su odio y violencia hacia los nuevos inmigrantes, aprovechándose con intención del crecimiento de sentimientos antiinmigrantes dentro de la sociedad estadounidense.
Un reciente reporte de la Anti-Defamation League (ADL, Liga Antidifamación) muestra el panorama y explica que el debate que tiene que ver con el aumento de la población de inmigrantes de origen hispano, unos 35 millones, de los cuales aproximadamente 11 millones son indocumentados, ha reenergizado al Klan.
Se habla ahora de unos 8 000 miembros organizados en 179 grupos del Klan, sin estructura centralizada, pero con actividades de reclutamiento, mítines, distribución de literatura racista, páginas en Internet, y alianzas coyunturales con otros grupos de odio racial como los cabezas rapadas (skinheads) y los neo-nazis, además de que les es propicia una corriente de fundamentalismo cristiano de extrema derecha neoconservadora que ve a los nuevos inmigrantes como «amenaza a las costumbres y valores tradicionales americanos».
Por supuesto, la membresía actual está bien distante de los 4,5 millones que llegó a tener el KKK en los turbulentos años 20 del pasado siglo; pero el peligro no estriba en quienes tienen una filiación reconocida; el problema es raigal y tiene mucho que ver con el incremento de los grupos de odio dentro de Estados Unidos, en sentido general, y sobre todo la simbiosis con políticas oficiales, cuando se acusa especialmente a los latinos de la inseguridad y del robo de los empleos a los estadounidenses, y se levanta un muro segregacionista en la frontera sur, como parte de la particular guerra de la administración de George W. Bush contra el terrorismo.
Los miedos infundados, pero amamantados por el bushismo, pueden extender nuevamente el terror racista y algo más...