Acuse de recibo
En tiempos de coronavirus, cuando la situación económica se complejiza y prácticamente desaparece el transporte entre territorios, los giros postales nacionales mediante Correos de Cuba cubren una importante función de ayuda económica entre las personas.
Una muestra de ello es lo que le sucedió en el correo central de Santiago de Cuba a Juan Alberto Gómez Morales, residente en San Mateo 763, entre General Lora y Barnada, en esa ciudad.
El pasado 11 de abril se personó allí, para esclarecerse sobre un giro postal que quería enviar, como ayuda económica a una persona en Camagüey. Y la empleada de la puerta, muy amablemente, le explicó que se están pasando los giros, pero directamente con los carteros.
Juan Alberto precisa que fue entonces por la parte de atrás del correo a ver a la cartera que le corresponde por su dirección. «Ella, refiere, no tuvo ningún trato amable, me dijo que fuera por delante y lo pasara, que estaba disgustada, con otras palabras. Cuando me dirijo a otro cartero, me dice lo mismo: que fuera por delante, que ellos no son gestores, sino carteros».
El cliente fue por la entrada principal, y solicitó que le localizaran a la Directora, a quien le contó lo sucedido. Y cuando llamaron a la cartera, esta alegó que no le había hablado así, que lo que le dijo es que estaba ocupada. Y le expresó a la propia Directora que ella trabajaba por el dinero que le hacía falta, y eso no se lo pagan.
Al final, la Directora le orientó a Juan Alberto que fuera por la ventanilla 11 para pasar el giro. Y este se quedó con ciertas dudas, que transmite en su carta: «¿Qué hago cuando vuelva a tener que enviar otro giro con la ayuda económica? ¿Por qué los clientes tenemos que vernos afectados por esta situación? Creo que esto va en contra del eslogan: Correos de Cuba, al servicio de todos».
Ahora que estamos en aislamiento por la COVID-19, la bodega del barrio reafirma su pertinencia y sobrevivencia en la vida del cubano, que ante las dificultades se aferra a la canasta básica de los productos normados: insuficiente, pero imprescindible.
Por eso Ángel Tamayo Ortiz, quien reside en Calle 6, No. 966, apto. 16, Vedado, Plaza de la Revolución, La Habana, refiere que con el coronavirus y la recurrencia a la bodega, se impone, cuando salgamos de la pandemia y se pueda, comenzar a transformar radicalmente para el futuro esos familiares expendios del barrio, cálida convergencia vecinal, del chachareo y la comunicación.
«Las bodegas en nuestro país, afirma, donde se almacena, preserva y distribuye un nivel decisivo de la alimentación de nuestro pueblo, son en su mayoría lugares con instalaciones viejas, poco organizadas, con deficiente iluminación, carentes de estantes y espacios bien dispuestos para la mercancía, sin pesas adecuadas…
«Han cumplido y cumplirán funciones vitales. La bodega y el bodeguero han realizado una labor encomiable. Sin embargo, son contadas aquellas que tienen una apariencia agradable como debieran ser todas. Y eso debe lograrse en cada barrio, en cada área, en cada consejo popular, en cada municipio».
A ese eslabón de la cadena distributiva de nuestro país, donde la población permanece buen tiempo de sus compras de alimentos, plantea Ángel que es necesario prestarle una atención preferente. Y junto a ello a sus trabajadores, a los que debían crearles sus uniformes. «Habrá sus excepciones de “manzanas podridas”, pero en su mayoría son trabajadores revolucionarios», concluye.