Acuse de recibo
Ya Ramón Basilio Domínguez Reyes casi ha perdido las esperanzas de mejorar con un subsidio su difícil situación habitacional en calle 10 no. 73 A, en Jesús Menéndez, provincia de Las Tunas.
El remitente cuenta que tiene 64 años y es impedido físico motor. Padece distrofia muscular congénita, y se mueve solo en silla de ruedas. Su casa fue derrumbe total al paso del huracán Ike, en 2008. Y con los restos que le quedaron y ocho planchas de zinc que le dio el Estado, construyó una facilidad temporal.
En 2013 solicitó un subsidio, y hasta ahora no se lo han concedido.
«Cada vez que voy al Gobierno municipal, afirma, me dan un calmante diferente: Hay personas peor que tú, con neoplasia... mujeres con niños… Pero conozco a varios que no tienen ninguna enfermedad, incluso hombres que viven solos, y les han entregado subsidios.
«No me explico cómo no se puede ayudar a una persona como yo, en silla de ruedas, con mis limitaciones físicas.
«Hace 11 años de Ike. Desde entonces vivo en una habitación de tres por cuatro metros, situada encima de una fosa. Allí el espacio no me permite moverme en la silla de ruedas.
Ramón Basilio refiere que ha ido en varias ocasiones al Poder Popular del territorio, donde ha sido atendido hasta por el presidente, pero aún se mantiene con la misma situación.
Y Mayda López Cánovas también sigue aguardando en la incertidumbre por un subsidio, dado el estado críitico que presenta su vivienda, en calle Martí no. 42, entre 2da. y 3ra., en el reparto Jayamá de la ciudad de Camagüey.
Mayda es una señora de la tercera edad, jubilada, y vive sola, con limitaciones de salud. Su casa fue construida hace más de 70 años por sus padres, ya fallecidos. Tiene las instalaciones hidrosanitarias en pésimas condiciones, el techo de tejas criollas muy deteriorado (llueve más adentro que afuera). Las paredes están infladas por la humedad, algunas viguetas están rajadas y las puertas y ventanas presentan un estado deplorable.
Su solicitud de subsidio para arreglar la vivienda fue denegada, con el argumento de que hay más casos con prioridad. «Comprendo y soy consciente de lo que representa para el país otorgarles a los más necesitados, afirma, ¿pero debo esperar a que mi casa se desplome? La Revolución no deja desamparadas a personas que económicamente no pueden asumir la reparación».
Con 79 años, Juana Antonia Farrada (calle 18 no. 78, reparto Progreso, Colombia, Las Tunas) vive sola, está operada de la cadera, es hipertensa cardiópata y tiene dificultades para caminar. Está acogida a la Asistencia Social. Su casa está en pésimas condiciones.
«En el 2011, refiere, hice una solicitud de subsidio, a ver si puedo vivir los años que me quedan con buenas condiciones. Y no han valorado mi situación. ¿Hasta cuándo tengo que seguir esperando?, señala. Necesito que den respuesta a mi problema. Estoy desesperada», termina Juana Antonia.
En un país que envejece demográficamente, los ancianos solos, vulnerables y enfermos, que no tienen para dónde virarse, no tienen ya tanto tiempo para esperar que se les considere en la lista de los beneficiados con la humana y noble medida del subsidio estatal. Se requiere una mirada muy particular hacia esos que están en la frontera de las urgencias, al final de sus vidas.