Acuse de recibo
Desde Vega Alta, en el municipio villaclareño de Camajuaní, René Cabrera Pérez (calle Coronel Casallas, no. 27) se duele del estado crítico de la biblioteca del poblado, cerrada desde 2010 y sin que se vislumbre la voluntad de recuperarla.
La biblioteca tiene un alto valor patrimonial para los pobladores de la localidad, y lleva el nombre de Juan Bruno Zayas, en honor al más joven de los generales de nuestra gesta independentista de 1895, quien en esa edificación vivió y prestó sus servicios como médico rural, hasta que, desde allí, se alzó con otros vecinos para incorporarse al Ejército mambí.
Afirma René que la reparación del local, de tanto valor sentimental para los pobladores, ha sido planteamiento permanente de los electores durante años en las asambleas de rendición de cuentas del delegado. Se planificó para el 2015 y pasó para el 2016 y el 2017, sin que se haya hecho nada al respecto.
La preocupación que entristece a Vega Alta es del conocimiento del gobierno municipal de Camajuaní, de los sectoriales municipal y provincial de Cultura, del gobierno provincial de Villa Clara, recoge la carta.
Dejando atrás comodidades y holguras en su Habana natal, Juan Bruno Zayas, ya graduado de Medicina, prefirió instalarse en Vega Alta a curar a los pobres y desheredados. Y no reparó en sumarse a la guerra independentista, en derrochar coraje y bríos, hasta que cayera gloriosamente en los campos de Quivicán el 30 de julio de 1896, con solo 29 años.
No lo pensó tanto en una intensa y breve vida, sin dilaciones ni pretextos. ¿Cómo entonces no podrá salvarse el sitio patrimonial que perpetúa su irrupción en la gloria? Hace falta ese desagravio para Juan Bruno Zayas.
Ojo, existen dos Habana Vieja en pugna: la de Eusebio Leal y su cruzada por la belleza y la restauración física y moral; y otra agresiva, que amenaza con refocilarse en lo más sucio y grosero, en lo procaz.
Luis Calvo Anceaume, vecino de la calle Villegas, entre Teniente Rey y Muralla, narra que en esa cuadra, en un área donde hubo dos derrumbes de inmuebles, prolifera hace casi dos años un vertedero-basurero, en el cual vecinos indolentes arrojan todo tipo de desechos, que ya ocupan la mitad de la calle, impidiendo el flujo normal de autos y personas.
El problema es de conocimiento de todas las autoridades, señala. A Comunales se ha llamado en múltiples ocasiones. Vienen, pero no siempre se lo llevan todo. Los dirigentes locales saben del sitio donde se vierten todas las indolencias y se desechan las esperanzas de una ciudad digna y limpia.
«Amén de la ausencia total de sentido común y de pertenencia del vecindario, manifiesta, existe también una insensibilidad marcada por parte de las autoridades, que tienen que velar por que situaciones de insalubridad de esta envergadura no se propaguen y tomen dimensiones difíciles de imaginar en un entorno turístico como es el Casco Histórico».
¿Cuál de las dos Habana Vieja vencerá en esa pugna irreconciliable?
Daramis Arias Botello (calle 29 no. 7210, apto. 3, Buenavista, Playa, La Habana) es una joven música que me escribe desde su ingreso en la sala de Reumatología del hospital Hermanos Ameijeiras, en la capital.
Ella desea agradecer públicamente al equipo médico que la atiende, y en especial a los doctores Aracelis Chico, Karla Bonilla y Víctor Batista, por su gran sensibilidad, compromiso, amor, pasión y entrega a los pacientes.
«Me sorprende cómo para ellos la prioridad en sí está en el paciente y su patología, y no en su procedencia o dirección particular. Para este colectivo siempre se puede, a pesar de las durezas económicas y de corazón que abundan en estos tiempos. Tengan todos mis felicitaciones y agradecimiento», concluye Daramis.