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El peso de la sensibilidad

La enfermedad de un niño, ese disparate de la naturaleza, es de por sí una carga tan pesada, que cualquier sobrepeso que le caiga encima resulta, cuando menos, cuestionable y lamentable. Bien lo sabe Ilien Rua Miranda (Calle 1ra. No. 5-A altos, Rpto. El Chelín, Palma Soriano, Santiago de Cuba), cuyo hijo, de seis años sufre una hemiparesia derecha como secuela de un trauma cráneoencefálico severo.

Resulta que Ilien debe darle periódicamente rehabilitación a su pequeño, por lo que viaja de la ciudad de Santiago al capitalino hospital Julio Díaz. Pero en el viaje correspondiente al 13 de marzo pasado, en el aeropuerto santiaguero le sucedió algo que la impactó sobremanera.

Cuando chequeó su pasaje, la compañera que atiende esta actividad le dijo que el costo era de cien pesos MN de sobrecarga, narra la remitente. Ilien, que portaba lo mismo que desde hace cinco años suele llevar para el tratamiento médico de su hijo Runaldis, no entendió nada. Entre ese peso sobregirado se halla un sillón de ruedas para trasladar al niño, que pesa 63 kilogramos, especifica la mamá.

Una vez que le entregaron el comprobante de los cien pesos que debía pagar, la empleada le orientó a la mamá que fuera a la segunda planta del aeropuerto a depositar el dinero.

Ilien le comentó al compañero que la atendió en la segunda planta que es la quinta ocasión en que emprendía ese viaje y nunca le habían cobrado esa cantidad, a pesar de llevar siempre el mismo equipaje.

¿Se ha dictado alguna nueva regulación del costo de los equipajes que desconozca casos excepcionales como el de Runaldis? ¿Qué trabajo cuesta dar una respuesta que explique más y mejor?, se cuestiona esta madre.

Anexo a su carta viene el certificado médico de su hijo.

Pino avisado

Desde hace más de un lustro, Jorge Bonachea Ortega (Calle 13, No.1, entre avenida Emilio Núñez y Camilo Cienfuegos, Yaguajay, Sancti Spíritus) viene alertando sobre el riesgo que amenaza su hogar.

Su domicilio —relata el espirituano— «limita con el patio de la pizzería Monti Bianco, de Yaguajay, y aquí sembraron varios pinos que ya son plantas gigantes, muy ramificadas que constituyen un peligro real para nuestra vivienda en caso de fuertes ráfagas por organismos meteorológicos. En ocasiones, con un simple viento platanero se han partido algunas ramas y caen sobre la placa de la casa.

«Si le escribo es porque ya no me quedan otras vías para tramitar este problema, por tantos años tratado aquí en el territorio con todos los factores implicados. Siempre es una evasiva distinta: que si no hay grúa, combustible y un sinfín más de “no hay, no hay”».

Agrega el lector que la última gestión la hicieron el fin de semana anterior al envío de la carta a esta columna (está fechada el 21 de mayo), con la actual Presidenta del Poder Popular en el municipio, coincidiendo con el desarrollo del ejercicio Meteoro. Según cuenta el remitente, la compañera les manifestó que no había asignación de combustible para la actividad que estaban realizando y por tanto nada se podía hacer.

A Jorge le preocupa que, según los pronósticos y lo que ya se ha ido viendo, esta temporada ciclónica será activa y eso complica aún más las cosas. En su criterio, para que en tanto tiempo no se haya podido dar solución al dilema, más que recursos ha faltado una mirada sensible al caso, que ayudara a distinguir alguna alternativa.

Y de nada servirá lamentarse luego de que un accidente que pudo ser evitado afecte las vidas de él y su familia y dañe la estructura de la casa.

También este lector anexa fotos de la caída de una rama de los pinos con la entrada de un simple frente frío, otra alerta de que ha de ganarse tiempo a los ciclones.

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