Acuse de recibo
Desde calle 178 No. 152, entre 1ra. y 5ta., Reparto Flores, municipio capitalino de Playa, escribe Eduardo Gutiérrez para contar la molestia de los vecinos por un sistema de alarma insoportable de la tienda Panamericana Flores, perteneciente a CIMEX, sita en esa cuadra.
Refiere él que la alarma se dispara por cualquier motivo, incluidas fallas en el sistema eléctrico; y se mantiene sonando hasta que la desconectan. Tal situación se le ha trasladado a la dirección de CIMEX, a su dependencia de Atención a la Población, y a la dirección del Complejo al cual pertenece la tienda. Y nada se ha resuelto.
Les han respondido que para evitar que, cuando la alarma se dispara, se mantenga sonando estridentemente durante horas, deben contar con unas baterías, las cuales actuarían en caso de fallar el suministro eléctrico. Y argumentan que no pueden quitar la alarma de la tienda.
Cuando falla la electricidad en horario laboral, desconectan la alarma. Pero cuando sucede fuera del mismo, hay que esperar que se localice al personal de la unidad, para que la desactiven.
Como ejemplo, cuenta que el 10 de diciembre la alarma se disparó a la 1 y 20 de la madrugada, y estuvo sonando hasta las 2 y 30 a.m., cuando se detuvo luego de que un vecino fuera personalmente a buscar al funcionario de la tienda. Había estado el patrullero de SEPSA, pero no podía resolver el asunto.
El 22 de diciembre, al faltar el fluido eléctrico a las 4 y 21 de la madrugada, la alarma comenzó a sonar hasta las 7 y 54 de la mañana: «Algo insoportable y un desprecio total y absoluto por la ciudadanía», enjuicia Eduardo, quien apunta que a los pocos minutos llegó el patrullero de SEPSA, solo para estacionarse frente al establecimiento, pues nada puede hacer.
El 28 de diciembre, a la 1 y 30 de la madrugada, se produjo un apagón de breves minutos. Y la alarma estuvo «aullando» hasta las 2 y 50 de la madrugada. Como si fuera poco, el mismísimo 31 de diciembre, día en que la tienda estaba cerrada, se fue el servicio eléctrico, y al restablecerse a las 10:11 a.m., la alarma se activó hasta las 11:02 a.m.
Como una «irresponsabilidad» califica Eduardo el criterio de los directivos de que, mientras no tengan las baterías, la alarma seguirá sonando hasta que el personal de la tienda concurra a desconectarla.
«Cuando usted les señala posibles soluciones, ninguna es aceptada», refiere. «Si la alarma suena, y de inmediato acude un patrullero de SEPSA, ¿para qué entonces tiene que estar sonando? No pueden tener un custodio; no es posible. Cuando se les sugiere que restablezcan la guardia obrera, es como si le mentaran la cruz al diablo. Los vecinos tienen que soportar estoicamente hasta que aparezcan las baterías».
Habría solo que agregar al alegato de Eduardo: ¿Es tan difícil que una entidad como CIMEX pueda adquirir las baterías, con los ingresos que percibe? La seguridad y protección a las mercancías de la tienda es imprescindible; pero la paz y la tranquilidad de los vecinos es igualmente importante. Los intereses de una corporación no pueden esgrimirse unilateralmente sin pensar en el entorno. En la gente, que es lo más importante.
Karen Profet (Calle 16 No. 202, entre 15 y 17, Vedado, La Habana) se preguntaba el pasado 3 de diciembre, en el Palacio de los Matrimonios de 25 y N, de Plaza, si se ha extraviado la tradicional elegancia del cubano, sobre todo para ocasiones solemnes.
Se celebraba la boda de una amiga. Todos vestían con altura, como para la ocasión. Pero la notaria que casó a los contrayentes exhibía unas bermudas de mezclilla a media pierna y blusa de tirantes, acompañadas de sandalias descalzadas.
«Es importante que el notario esté adecuadamente vestido, acorde con la ocasión, subraya. Si no es posible, entonces que la entidad proponga un uniforme de gala, que adorne la celebración. Después de la pareja que contrae matrimonio, el notario es el personaje más importante de la ceremonia. Y su mal vestir desluce notablemente. ¿Qué está ocurriendo? ¿Cómo es posible que se dañe de esa manera lo que ha caracterizado al cubano durante tanto tiempo?»