Acuse de recibo
Hay sed acumulada en el Hogar de Ancianos Bernarda del Toro, en calle Primero de Junio 1404, esquina a B, en el Barrio Obrero del municipio capitalino de San Miguel del Padrón. Hace seis años que no entra agua a sus tuberías, ni sale por sus grifos.
El alerta lo da Isora Acosta (calle 235 A, número 21008, esquina a 210, en Fontanar, Boyeros), cuyo padre es uno de los veteranos internados en ese centro. El asunto ya raya en lo imposible. Hace seis años, cuando junto al asilo compartían la escasez hídrica los edificios de viviendas adyacentes, Acueducto acometió obras que supuestamente solucionarían el problema. Pero desde entonces no ha irrumpido más el agua en el centro geriátrico.
Esta carencia, subraya, se suplió con el abastecimiento mediante pipas. Pero ya la frecuencia de esos equipos es muy irregular. Y cuando aparecen, suministran cantidades ínfimas para un hogar donde viven 120 ancianos.
¿Qué hubiera sido de esos veteranos si no fuera porque los trabajadores del hogar, con mucho amor y sacrificio, acarrean el agua en cubos desde un hidrante en la esquina? Isora enmarca ese gesto cotidiano en las virtudes de ese colectivo consagrado, que lidia con los problemas de los más vulnerables: nuestros viejos, y enfrenta día a día, muchas dificultades económicas y materiales.
Para Isora y otros familiares de los internados, para los trabajadores del hogar Bernarda del Toro, es inaceptable que en seis años no se haya resuelto el suministro de agua, y se declare la derrota; que tengan que vivir una agonía estresante entre pipa… y pipa, con los consustanciales sobregastos de combustible.
Este caso es una muestra de que el vertiginoso envejecimiento demográfico que experimenta Cuba nos está situando luces rojas en el camino, como para mandarnos a correr: El agua debe ser prioridad para esos hogares de ancianos. Esos viejos nuestros, que todo lo dieron ya, maltrechos y minusválidos en muchos casos, no tienen otra disyuntiva allí: Agua… o agua.
Norma Carretero siente vergüenza ajena cuando ve, en una ciudad donde tantos carecen de agua, derrocharse precisamente la potable en la esquina de 5ta. y B, en el Vedado capitalino.
La remitente (reside en 5ta., No. 160, apartamento 14, Vedado), pasa regularmente por allí y no puede sustraerse a tanta impunidad. Le preguntó a los «vecinos» del salidero, y le comentaron que hace tres meses una brigada de la Empresa de Gas Manufacturado rompió la calle para hacer arreglos; y en esos trabajos perforaron una tubería.
Asegura Norma que los vecinos han reportado el «manantial», pero hasta ahora el mismo sigue manando indolentemente. El olvido se lleva el agua que a lo mejor, en estos instantes, no llega a los grifos de muchos otros.
Isabel Mena (Central número 22, La Fernanda, San Miguel del Padrón, Ciudad de La Habana) llevó el 4 de septiembre pasado a su nieto al pequeño parque de diversiones contiguo al cine Mónaco, en 10 de Octubre. Y mientras el pequeño daba vueltas y vueltas en los aparatos, ella reparó en la atmósfera que envuelve el sitio, eso que se olfatea desde que uno llega.
«Quedé muy impresionada por el gran potencial humano de quienes laboran allí, manifiesta la señora, desde la atención esmerada a los niños hasta la oferta gastronómica. Incluso presencié cómo no le permitieron a una madre con un niño discapacitado pagar los aparatos, aun cuando ella lo quería hacer».
Refiere Isabel que, a pesar de tener solo cinco aparatos, todos se mantienen funcionando. Y hace justicia cuando clama por un poco de pintura para los mismos. Colectivos así, bien merecen la prioridad en tal sentido, cuando tanto se esfuerzan por la alegría más prometedora: la de los niños.