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Más «tibiecitos» de lo que se creía

Los dinosaurios podrían haber tenido la sangre caliente, el gas metano emitido por ellos contribuir al calentamiento de la Tierra y, además, fueron víctimas de pulgas gigantes. Así lo revelan estudios recientes sobre estos reptiles

Autor:

Patricia Cáceres

Los dinosaurios, considerados los «reyes» de la Era Mesozoica, vuelven a ser noticia por estos días. Recientes investigaciones han puesto en tela de juicio una de las teorías más extendidas sobre el tema, según la cual estos enormes reptiles —que vagaron por la Tierra por más de 160 millones de años— tenían sangre fría.

Al parecer, estudios previos sobre huesos de dinosaurio habían revelado lo que luego se llamó Líneas de Harris. Como algunos animales de sangre fría en la actualidad también poseen estas líneas, por mucho tiempo se asumió que estos reptiles prehistóricos también lo eran.

Sin embargo, un equipo de científicos del Instituto Catalán de Paleontología, en Barcelona, España, se dio a la tarea de analizar los huesos de 41 especies de mamíferos actuales de todo el mundo —desde los renos de las islas Svalvard, en el Ártico, hasta las especies de ciervos en Sudáfrica— y, para sorpresa suya, descubrieron que cada una de ellas poseía también esas líneas.

Las Líneas de Harris aparecen cuando los organismos detienen su crecimiento y concentran sus recursos durante temporadas bajo condiciones difíciles, como estaciones frías o secas. Se dice que esto constituye una especie de puente entre una temporada dura y otra más benigna, ya que el crecimiento continúa cuando las condiciones son más favorables.

Este mecanismo es común en especies como los moluscos, cuyas lentas acumulaciones anuales de recursos se infieren de las marcas en sus cáscaras, y también se ha identificado en los huesos de reptiles y anfibios. De ahí que se pensase que estaban presentes únicamente en individuos de sangre fría, usualmente más expuestos a las fluctuaciones del clima.

«Teníamos mucha curiosidad por ver cómo las condiciones del medio ambiente y sus cambios pueden afectar al crecimiento de huesos en fósiles y mamíferos existentes, para hacernos una idea de cómo se pueden haber adaptado a estos desafíos en el pasado», aseveró la doctora Meike Koehler, líder de la investigación, publicada en la revista Nature.

Si bien no podemos ser excesivamente optimistas con los resultados —puntualizó— es la primera vez en la que podemos afirmar que las Líneas de Harris no señalan nada acerca de la temperatura de la sangre.

Según anunció la especialista, ella y su equipo continuarán usando Líneas en sus estudios, esta vez centrados en animales modernos.

«Es como la dendrocronología, el estudio de los anillos en los árboles. Se puede hacer cronología esquelética en huesos y deducir cosas como la longevidad, edad de madurez, estados juveniles… rasgos muy importantes para determinar la salud de una población y su vulnerabilidad.

«Es muy bueno saber ahora que los mamíferos también muestran estas Líneas y que se pueden usar de la misma forma en la que se usan con reptiles o anfibios para entender la situación de una población», concluyó.

Peligrosas flatulencias

Un nuevo estudio de la Universidad John Moore, en Liverpool, Reino Unido, publicado en la revista Current Biology, sugiere que el gas metano emitido por los dinosaurios gigantes podría haber jugado un papel clave en el calentamiento de la Tierra hace 150 millones de años.

Los especialistas británicos estimaron los niveles de emisión de especies de saurópodos, como los Apatosaurus louise o brontosaurios, que eran animales herbívoros de gran tamaño. Alcanzaban 4,5 metros de altura, una longitud superior a los 25 metros y un peso equivalente a cuatro elefantes.

En comparación con los datos existentes sobre gases producidos por el ganado vacuno en nuestros días, que oscila entre 50 y cien millones de toneladas de metano por año, los investigadores concluyeron que los dinosaurios llegaron a producir anualmente cerca de 520 millones de toneladas.

El metano es uno de los principales gases de efecto invernadero, 20 veces más potente que el dióxido de carbono (CO2). Estudios anteriores revelaron que durante la Era Mesozoica la temperatura de la Tierra se incrementó en diez grados centígrados.

Conociendo de antemano que los gases expulsados por el ganado aportan una dosis significativa al nivel de metano en la atmósfera, los científicos estimaron el posible impacto de los saurópodos en el clima. Para sus análisis, se sustentaron en estimaciones del número de dinosaurios en una escala que relaciona la cantidad de biomasa con diferentes niveles de producción de metano.

«Lo importante es comprender el papel de los organismos microscópicos que vivían en el sistema digestivo de estos animales», afirmó David Wilkinson, uno de los autores del estudio.

«Los microbios, su ecología y el papel que juegan en el planeta, son algunos de los temas científicos que más me interesan. Si bien son los grandes dinosaurios los que captan la imaginación popular, fueron los microbios en sus intestinos los que elaboraron el metano», agregó.

Al decir del experto, las emisiones en la Era Mesozoica pueden haber sido incluso mayores a lo estimado. «Además de los dinosaurios, había otras fuentes de metano en esa época, por lo que los niveles totales de este gas pueden haber sido aun mayores».

Las pulgas atacan

Perros, gatos, aves y otras especies de animales que hoy conocemos no han sido las únicas víctimas de molestas y dolorosas picaduras de pulgas. Así lo demuestra una investigación realizada por científicos chinos que parece haber comprobado cómo estas criaturas también atacaron a los dinosaurios.

Los especialistas asiáticos encontraron en Mongolia fósiles de animales de 165 millones de años con una morfología similar a las pulgas modernas, aunque su tamaño era cerca de diez veces superior.

«Estos eran insectos mucho más grandes que las pulgas modernas y por el tamaño de su probóscide, el apéndice tubular alargado con el que extraían la sangre, podemos decir que su mordedura habría sido bastante dolorosa», indicó George Poinar Jr., profesor emérito de Zoología en la Universidad Estatal de Oregón y experto en animales extintos, quien reflejó el descubrimiento en Current Biology.

«Habrá provocado una sensación similar a la causada por una aguja hipodérmica. Por suerte las pulgas actuales son bastante menores», añadió.

Los fósiles encontrados pertenecen a las especies Pseudopulex jurassicus y Pseudopulex magnus. Estos se caracterizan por cuerpos chatos, similares a los de una chinche o garrapata, además de garras con las que podían escalar la piel rugosa de los dinosaurios y sujetarse mientras bebían su sangre.

Las características inusuales de los fósiles, incluyendo la probóscide y las garras, es lo que ha llevado a los científicos a creer que sus víctimas eran animales de gran tamaño. Solo insectos con mandíbulas muy poderosas podrían haberse alimentado de la sangre de dinosaurios.

«Es probable que los insectos jurásicos sean los ancestros de las pulgas modernas, aunque más probablemente pertenecieron a un linaje separado y ahora extinto», recalcó Poinar. Las pulgas modernas —agregó— tienen cuerpos más compactos, antenas cortas y pueden moverse con facilidad entre los pelos o plumas de sus víctimas.

«Los fósiles están muy bien preservados y ofrecen una ventana hacia la vida en un pasado distante, en el Cretácico y el Jurásico», enfatizó Poinar, quien ha investigado, además, otras especies de pulgas conservadas en ámbar, de entre 40 y 50 millones de años.

Según el experto, las pulgas están adaptadas a alimentarse de la sangre de vertebrados de sangre caliente. Hoy día el 94 por ciento de las más de 2 000 especies conocidas atacan mamíferos, y el resto se alimenta de la sangre de aves.

Este peligroso animal ha sido la causa principal de enfermedades devastadoras en la historia de la humanidad. Por ejemplo, fue responsable de la transmisión de la peste bubónica, que provocó millones de muertes en la Europa del siglo XIV.

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