Messi y Rojo celebran el gol que puso a Argentina en octavos. Autor: Getty Images Publicado: 26/06/2018 | 08:45 pm
«En la Copa del Mundo siempre hay sorpresas», es la frase que repiten todos cada cuatro años al principio del espectáculo futbolero más grande del planeta. Lo que pasa es que luego de escucharla tantas veces hemos (y me incluyo) terminado por despojarla de sentido. O al menos eso creían muchos hasta ayer.
Sin la brillantez y la magia de otras veces, esta Argentina se jugaba la vida ante Nigeria en el partido final de la fase de grupos. Con el mismo espíritu de los marinos del Holandés Errante llegaban los hombres de Jorge Sampaoli, luego de un primer episodio incoherente frente a Islandia y una continuación directamente fatídica contra los croatas.
Soportados por miles de camisetas albicelestes que adornaron el Krestovski de San Petersburgo, los actuales subcampeones del mundo salieron, cuando menos, decididos. Como el abejorro que no está diseñado para volar, pero aun así lo hace, Lionel Messi y banda buscaron agitar a la suerte desde el minuto uno.
En medio de tanta intensidad, Rojo mete el freno por la izquierda, la toca para Banega, conductor designado, y este la tira larga para el rosarino, que domina con la zurda y remata —con naturalidad pasmosa— de derecha para superar al meta Uzoho.
De aquí en adelante hay demasiadas ganas y mucha menos capacidad. Los rioplatenses tratan, pero en su ansia de resolución se meten a sí mismos en un torbellino del que no son capaces de salir. Tampoco salen la pelota ni los ataques.
El castigo no demora mucho: un supuesto agarrón de Mascherano a Balogun en el área es decretado como pena máxima, un término que jamás lució tan terrible como ahora. Moses cobra y convierte. Ahora el pánico es un jugador más.
Inconscientes del tiempo que les queda —casi toda la segunda mitad—, los sudamericanos meten el pie en el acelerador en un intento por aplicar la fuerza bruta al partido. Cual toros en la corrida, son sorprendidos par de veces, aunque al parecer no es la noche de Ahmed Musa, que falla a la hora de habilitar.
Maradona, desde el palco, anima a los suyos, que en una epifanía sin precedentes en lo que va de Mundial, generan una buena con Mercado por la banda derecha. El lateral diestro la pone justo detrás del punto penal, y desde ahí Rojo, zurdo de nacimiento, la manda a guardar, para variar, con «la de palo». Dos milagros en uno.
Palidez y resarcimiento
Un partido sin goles puede a ratos parecerse demasiado al sexo sin amor. Al final, por mucho que se disfrute, queda la sensación de que ha faltado el elemento más importante. No obstante, incluso a falta de mayores sensaciones, tampoco es que estemos hablando de un espectáculo olvidable ni aburrido. A veces en el vacío puede hallarse un sentido a las cosas.
Eso mismo habrán pensado el francés Didier Deschamps y su colega Age Hareide, entrenador de los daneses, quienes enviaron a sus «soldados» a una batalla que se antojaba insulsa desde la previa. Clasificados con un simple empate, ambos técnicos decidieron no arriesgar el «pellejo» y se guardaron ciertos elementos a la hora de plantear el choque que tuvo lugar sobre el verde del Luznikí, de Moscú. De cualquier manera, a esa misma hora Perú y Australia disputaban el encuentro restante del grupo. Es de suponer que hayan pensado en apostarle más al orgullo sudamericano que al suyo propio.
Así, mientras los bostezos pululaban en la capital rusa, en el estadio Fisht, de Sochi, Ricardo Gareca puso lo mejor que tenía. Lo que para algunos pudiera parecer un premio de consolación, para los peruanos era cuestión de honor nacional. Y con eso no se juega.
Del otro lado, los australianos, urgidos a la vez de un triunfo y un milagro matemático, no se dieron por enterados de su situación. Culpa pudo ser también de su míster, Bert van Marwijk, que a los equipos vistosos y ofensivos parece dar urticaria.
Era el 22 de junio de 1982. Aquel día en La Coruña, Guillermo La Rosa anotó al 83’ el único gol en la derrota peruana contra Polonia por marcador de 5-1. Si entonces él no lo celebró, seguro habrá gritado como pocos cuando el disparo de volea de André Carrillo puso al 18’ la ventaja para los hombres de la Blanquirroja. Terminaban 36 años de espera.
Y si de esperar se trata, también Paolo Guerrero puso fin a sus ansias. Luego de habilitar a Carrillo para el primer tanto, a cinco minutos de iniciado el complemento el capitán de los altiplánicos remató de zurda un rebote dentro del rectángulo final y superó al meta Matt Ryan. Ahí mismo quedaron la incertidumbre, el TAS, las sanciones y la polémica. En ese instante nada importó más que el escudo.
Resultados del 26 de junio: Dinamarca 0-0 Francia; Australia 0-2 Perú (Carrillo 18' y Guerrero 50'); Islandia 1-2 Croacia (Sigurdsson 73'P / Badelj 53' y Perisic 90'); Nigeria 1-2 Argentina (Moses 51'P / Messi 14' y Rojo 86').