Noventa minutos se fueron como un suspiro durante la Mesa Redonda Olímpica de este miércoles. Solo los resultados conseguidos por los cubanos durante la quinta jornada en Beijing podrían ser superiores a los magros desempeños reservados a más de cien países cuando llegue la hora del recuento total.
Cada cubano digno y hacedor de firmes generaciones, que han echado raíces al lado del «manager» del Granma, vibró junto a la victoria, que fue el mejor de los regalos al Comandante en Jefe de siempre.
Desde Beijing los atletas ejemplifican con hechos la veracidad de su mensaje.
Esa medalla de plata de Anaisis Hernández, deviene expresión de dignidad y combatividad. Las Morenas del Caribe demostraron la vigencia de la premonición de Fidel al reencontrarse con Raúl en Cinco Palmas, poco después que una preciosa carga de esperanzas desembarcó por Las Coloradas.
Los boxeadores se empinan sobre sus agoreros y demuestran en cada salida la pujanza de quienes aman y fundan, porque perdido está quien piense que la juventud está perdida.
Roberto Monzón ganó en Atenas y ahora se preparó infructuosamente para repetir la historia. Un poeta sentenció que los años pasan y nos vamos poniendo viejos, pero ante esa verdad nuestro gladiador recordó a otro poeta cuando dijo compungido que había entregado su corazón.
Los peloteros alzaron sus frentes en el despegue de la nave con su capitán Pacheco confiado en una tropa forjada para el fragor del combate.
Durante la Mesa Redonda quedó ratificada la confianza en las victorias por venir. De eso puede estar confiado este pueblo que siempre ha tenido la fuerza y la voluntad de saberse crecer.