Desde que Anita Ekberg se metió en la Fontana di Trevi a las órdenes de Federico Fellini, en una escena de La Dolce Vita, la célebre fuente romana atrae a seres fogosos del planeta.
Hace poco, dos turistas californianos que recrearon el pasaje, a medianoche, fueron multados con 450 euros cada uno.
La práctica es común, y no solo por la sombra del mito que allí palpita: con la ciudad eterna a 35 grados, cualquiera sabe a quién seguir entre Fellini y la policía.