Editora e intelectual Teresa Melo Rodríguez, quien falleciera en la noche del 30 de enero a los 61 años. Autor: Tomada del perfil de Facebook de Teresa Melo Publicado: 31/01/2023 | 11:21 pm
SANTIAGO DE CUBA.— Con el estremecimiento de lo inesperado y el cariño que solo los hijos entrañables saben conquistar, esta oriental ciudad despidió este martes a la reconocida poeta, editora e intelectual Teresa Melo Rodríguez, quien falleciera en la noche del 30 de enero a los 61 años.
Se graduó de Filosofía en la Universidad de La Habana y llegó a convertirse en una de las voces líricas primordiales de la década de los ochenta y uno de los pilares de la intelectualidad santiaguera.
Su obra poética, vívida y estremecedora, fue reconocida con importantes premios como el Nicolás Guillén, de poesía; La Puerta de Papel y el de la Crítica Literaria, entre muchos otros.
La poesía, la literatura, es ruptura y continuidad, y en esos dos conceptos me siento incluida, ripostaba con la jovialidad acostumbrada a quienes intentaban etiquetarla.
Sin embargo, su dedicación a la literatura trascendió a la autora. El trabajo de edición me define, aseguró una vez a una periodista, mientras contaba cuánto disfrutaba de sentirse «ese otro escritor» de un libro. De esos desvelos que sin duda le hicieron crecer como creadora y ser humano supieron en Ediciones Santiago, donde fue editora y directora; la revista Cúpulas, del Instituto Superior de Arte; y en la Editorial Oriente.
Los equipos creativos de medios como El Caimán Barbudo, La Jiribilla y la revista SIC le supieron ensayista aguda y comprometida; el Centro Provincial del Libro de Santiago le conoció de directiva y numerosos premios literarios la vieron desempeñarse como jurado.
Y fue hasta el último momento la promotora incansable, con igual ímpetu en La escalera —ya lejana en el tiempo—, o en Página Abierta, ese espacio revitalizado que también con su entusiasmo le devolvió el esplendor a la biblioteca provincial Elvira Cape y del que hace tres días comentaba en las redes sociales con su optimismo de siempre.
El Santiago que la vio nacer un 11 de octubre 1961, de cuyos ruidos, batallas y heroicidades se definió como adicta, la supo alegre, laboriosa y apasionada, humana y sensible: fidelista, martiana y enamorada, siempre presta a defender la cultura y la Revolución.
Convencida de que solo con el verso no basta, su voz se alzó en cuanta tribuna pudo, en perenne resguardo de la cubanía. Junto a Martí, afirmó ante su tumba, están los fundamentos de quién soy yo y de lo que es la patria. Lo importante es que Cuba sea, que la dejen ser y hacer, esa es mi batalla, recalcó muchas veces y lo refrendó lo mismo desde la poesía, que en sus crónicas, ensayos o en sus constantes análisis y polémicas en las redes sociales.
La grandeza nunca está en lo individual, la grandeza siempre está con los demás, aseguraba desgranando lecciones a quienes también le admiramos como la mujer familiar y empoderada, amante de la razón y consecuente; la madre amorosa, orgullosa de los éxitos de su hija: Daniela, su mejor poema.
La Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac, y la Asociación Hermanos Saíz (AHS), en la que creció siempre cercana a su espíritu, sintieron su voz de artista comprometida y preocupada por la cultura.
Fue, según sus propias palabras una creadora afortunada: «los otros dicen mis poemas, yo, poco a poco los pienso y escribo», aseguró mientras disfrutaba que uno de sus poemarios inspirara la construcción dramática de una obra teatral.
Según confesara, nunca memorizó un poema suyo, pero su voz continuará vibrando en espacios como la Feria del Libro o el Encuentro de Poetas del Caribe, en los que el Santiago bravío, de «calles torcidas y empolvadas», la Cuba de sus amores, continuará leyendo su poesía.
Advirtió que estar presente en estos momentos importantes para Cuba era ganar una batalla por la memoria. Yo no quería ser reina, advirtió desde el verso. En su andar El libro de Estefanía la develó cual mujer de su tiempo, que conoció de Las altas horas, o hasta de El vino del error… Yo no quería ser reina, recalcó, pero su andar valioso y fértil sin dudas la hará trascender como La sombra protectora que nos define, el verso que no se apagará.