La obra Persisto define a su autora. Autor: Juventud Rebelde Publicado: 24/09/2022 | 09:03 pm
La artista se asume como sujeto y objeto de su creación. Permanece acostada. Ojos cerrados. El cabello suelto abraza el rostro. Parece estar en paz. Sin embargo, una soga con nudo corredizo envuelve su cuello y se extiende por todo el cuerpo. Se ciñe a su pecho, brazos, caderas y llega hasta las piernas. La cuerda que aprisiona traza también la trayectoria hacia la salvación. Nos habla del ser y de hacer más allá de existir. Habla de perdurar.
La pieza descrita lleva por nombre Persistir y es, a decir de la creadora Lianet Martínez (Cienfuegos, 1993), la obra que más la identifica. «Es una pieza de muchas versiones, pero su significado es siempre el mismo. Alude a la trayectoria vital, describe quien soy: una muchacha que, como todos, ha tenido desafíos, pero persiste en su trabajo, en el arte y en la creación».
De esa voluntad de persistir toma Lianet su impulso. Aunque la crítica la califica como osada, polifacética y enérgica, ella se define sencillamente como «una soñadora que pasito a pasito va proyectando sus anhelos, para conquistar los sueños».
A Lianet le gusta la libertad de transitar por diferentes soportes y materiales en su creación. Foto: Cortesía de la entrevistada
En su desarrollo profesional han sido muchos los referentes, especialmente otras mujeres artistas. «Me han marcado las obras de Antonia Eiriz, creadora impresionante, muy sólida y coherente con su pensamiento. Otra de mis grandes referencias es Ana Mendieta. En algunas de sus piezas se puede apreciar la autorreferencialidad, con una carga simbólica imponente. No puedo dejar de mencionar la obra de Gilma Madera y Belkis Ayón, que me impactan por su poderío».
Es posible que de ellas Lianet haya heredado la resistencia, pues su obra da cuenta de una creadora que no teme a la realidad para transformarla. Si hubiera temido, quizá las Ciencias Médicas habrían ganado una gran doctora, una gastroenteróloga como su padre. Pero las ansias de ver el mundo con ojos de artista la acompañaron desde la infancia, cuando quedaba hechizada ante el monitor que su papá empleaba en las endoscopías. Admirar el cuerpo por dentro resultaba fascinante. Y todo eso, de alguna manera, lo reflejó después en su trabajo.
En la academia de artes de la Perla del Sur, su tierra natal, Lianet estudió tres años, hasta que su familia se mudó a La Habana. En la capital cursó estudios en San Alejandro, de donde se graduó en 2012. Su tesis fue seleccionada para la 12da. Bienal de La Habana y constituyó su primera participación en ese evento. Luego pasó a la Universidad de las Artes y nuevos caminos aparecieron.
«En ese tiempo creé todo tipo de obras, en todo tipo de soportes. Trabajé la escultura monumental, también como parte de la 13ra. Bienal de La Habana. Al graduarme participé en ese evento oficialmente, en el proyecto Detrás del muro, con Alud, pieza que marcó un antes y después en mi vida».
—Has afirmado que te consideras una «provocadora nata», ¿qué te gusta estimular en los espectadores?
—Me gusta que no puedan encasillarme, fijarme a un estilo, sino que sientan que siempre voy a moverme en diferentes opciones. Tengo un concepto que ronda lo autobiográfico, pero enfocado a lo social. También me interesa ir a los extremos de los materiales: del cristal al hierro, del lienzo al dibujo, a la pintura, el collage, la pintura matérica… Me apasiona provocar emociones
de carácter sensorial, transformar los espacios; que el espectador se sienta tocado, identificado. De ahí mi preferencia por las instalaciones públicas, porque son una manera de sorprender al espectador/transeúnte y cautivar su atención en la cotidianidad.
—Una parte de tu quehacer va a la autorreferencialidad, ¿cuánto de ti estás dispuesta a exponer, a arriesgar?
—Esta parte de mi quehacer se aprecia en la fotografía impresa, en papel o lienzo, trabajada luego con otros materiales y objetos, en la cual he intentado unir algunas de mis instalaciones tridimensionales al campo de lo bidimensional. He tomado como referencia
el cuerpo, el autorretrato, el desnudo, para propiciar el diálogo con lo colectivo desde la individualidad.
«Para lograrlo me he arriesgado a exponer mi cuerpo, siempre con sutilezas. Es un largo proceso en el que se van encontrando nuevas maneras de hacer. Por otra parte, si hablamos de riesgos físicos en la creación de las obras, he corrido muchos, innumerables veces, sobre todo con las instalaciones monumentales, que exigen un trabajo duro, de tiempo y fuerza. Sacar adelante una obra implica riesgos, pero se hace».
—¿Qué es lo que más disfrutas de tu proceso creativo?
—El trabajo de mesa, proyectar, dibujar las ideas, estudiar la información y valorar las estrategias para realizar la obra. Hasta la culminación de la pieza, esa idea puede variar y evolucionar. Es como un hijo que debe nacer, una fuerza que me supera. Es mi forma de exorcizarme, dejar huellas y crear extensiones de mí. Cuando veo esa obra realizada soy completamente feliz. Pero es una ruleta sin fin, porque automáticamente ya estoy lista para que nazca otro proyecto, otro reto, otro hijo. Poder cargar el peso de lo que se ha soñado, proyectarlo y lograrlo sobrepasa con creces toda complejidad que surja.
—¿Proyectos actuales y futuros?
—En estos momentos estoy trabajando en una nueva serie de alrededor de 12 obras entre lienzos y piezas en cristal, para una exposición personal en París, Francia. La muestra, que aborda el término paridad como base conceptual para hablar sobre igualdad, relaciones de poder, nociones de género, sexualidad o clase, se sustenta en el trabajo con la materia: fósforo, pelo humano, papel, flores, pintura acrílica... Por otra parte, estoy invitada a algunas exposiciones colectivas que se darán en los próximos meses.
—¿Cómo valoras el arte contemporáneo cubano?
—El arte está influenciado por el contexto, los períodos vitales del artista, y, por supuesto, por la sociedad. A lo largo de los años, muchas formas de pensar y hacer han cambiado. Hoy vemos una gran variedad de exposiciones, en las que hay una búsqueda de nuevos medios de producción en el trabajo con la tecnología. Ha evolucionado una comunidad de artistas cubanos en el NFT (Non Fungible Tokens).
«Creo que algo que le faltaría al arte cubano es más inserción dentro del circuito contemporáneo internacional, mayor apertura al mercado, a las grandes ferias bienales, a los coleccionistas, a las galerías, a las subastas, a las plataformas digitales… Por otra parte, como artista que vive en Cuba, algo que nunca dejaré de admirar es la creatividad y voluntad que, bajo todos los obstáculos posibles e imaginables, poseen los artistas, los creadores, para seguir haciendo».
—Como parte de ese rostro más actual de la creación, ¿qué te interesa aportar, decir y hacer?
—Siempre me he preocupado por tratar de aportar, desde mis creaciones, una visión hacia adentro en lo que se refiere a la perseverancia, la fuerza de voluntad, la necesidad de un pensamiento crítico unido a la acción para cambiar realidades. He tenido experiencias extraordinarias con algunas obras y el público, lo que me ha motivado a creer y crear espacios de diálogos con el espectador, en los cuales encuentre zonas de remanso, de transformación, de guerras con uno mismo y de análisis; donde cada persona pueda echar a volar su imaginación.
—¿Cuál sería para ti la obra visual perfecta?
—Lo perfecto es enemigo de lo bueno. Cuando algo es suficientemente bueno, encuentra un contexto, un lugar, una circunstancia. Sin embargo, cuando se busca la perfección, se pasan por alto oportunidades, se pierde visión para evolucionar. En ese sentido, lo perfecto dejaría inmóvil algo que pudiera desarrollarse. Creo que la obra perfecta es la que es efectiva, la que crece.