Con destacado éxito concluyó en días pasados la decimoquinta Humoranga Ariguanabense, que tuvo como sede principal el Museo Internacional del Humor, en el humorístico pueblo de San Antonio de los Baños, y algunos cónclaves de la capital de todos los cubanos.
Dedeté y su padrino mayor, el periódico Juventud Rebelde, asumieron con beneplácito parte de estas actividades, al conjugar la expo de Adán, Parodiando a Zumbado, con la conferencia de Antonio Berazaín sobre el destacado humorista y periodista, creador de antológicas «Limonadas y riflexiones».
Luego del paso alentador por las propuestas de las exposiciones La Ubre con las puertas abiertas, de un grupo de jóvenes caricaturistas, y Tocar madera, del reconocido amigo Ares, llegamos a la sede del dedeté donde ya nos esperaban varios amigos, entre ellos Héctor Zumbado (hijo), todos listos para pasar la tarde recordando al maestro de la crítica y el humor, del Látigo y el cascabel, que años atrás inundara nuestra prensa, y algunos lejanos lares, con su sello inigualable.
Héctor Zumbado fue maestro, guía y amigo de muchos de los allí reunidos. Así quedó explícito en las intervenciones de Jorge Fernández Era, quien asegura que debe sus primeras publicaciones, sus primeros cuentos y su primer libro, Cincuenta cuentos de nuestro Era, a la tutoría y amistad de Zumbado. Carlos Fundora, desde su lejana Santa Clara de los años 90, vio publicado su primer cuento en la sección La bobería, de la revista Bohemia, gracias al célebre autor de textos como El Guaguabol, Amor a primer añejo, El asere aegyptis…, entre cientos de inolvidables títulos.
Quiso la providencia, o simplemente la genialidad de este hombre al que rendimos merecido homenaje, que esa tarde se reunieran algunos de los integrantes de los grupos más notables que dieron lugar al llamado movimiento de jóvenes humoristas de los años 80 en Cuba. Las anécdotas y los comentarios que fluyeron alrededor del tema, dieron clara luz al importante papel que jugó la obra y el quehacer profesional de Héctor Zumbado en la impronta de nuestros bisoños humoristas de esas décadas. Su trabajo con el Conjunto Nacional de Espectáculos, dirigido por Virulo, junto a otros grandes como Jorge Guerra y Carlos Ruiz de la Tejera, fue notable e imperecedero, tanto es así que llega a nuestros días como una inagotable fuente de luz, de buen humor, de buen gusto y certera mirada.
Inolvidable tarde de amigos, de colegas, que agradecemos a los organizadores de esta 15 Humoranga que, para cerrar la velada con broche de oro, nos llevó hasta la expo Martirena, sin palabras, del reconocido caricaturista villaclareño, que al decir de alguien de la comitiva: «Está fuera de liga».
Al día siguiente, en San Antonio, otro grande de la literatura y el humor cubano recibía merecido homenaje. Lamentablemente este escribidor (como siempre dice mi amigo Ciro) no pudo estar presente, pero supo de la grandeza del acto. De esta manera guardo en la memoria la inolvidable Humoranga, en que Héctor Zumbado y Alberto Luberta también viajaron con nosotros.