Soy turnero… ¡Tornero, no! Tampoco nací en la región oriental. Dije turnero, ¡el que vende turnos! . Sí, como cualquier otro, claro está con algunas peculiaridades. Todas las noches, de domingo a jueves, y algunos viernes, a eso de las 11:00 p.m, voy al Ditú y me compro uno o dos plancha’os y me siento en la puerta de mi casa. Vivo en una cuadra privilegiada donde coinciden bufetes, oficodas, notarías, oficinas de viviendas… Ya saben ustedes las tremendas colas que se arman para todo eso. Pues yo tengo el uno en todas esas colas, mejor dicho: los primeros cinco turnos son míos. Saco mi libreta y dejo los primeros cinco nombres de la lista en blanco, de ahí en adelante empiezo a dar el último. Cuando amanece, les vendo esos primeros números a quienes llegan tarde y no se han pasado la noche despiertos, pero tienen dinero.
Esta es la variante más común. He ido perfeccionando mi trabajo y ya ofrezco otras opciones. Está el que me ve antes de acostarse y me compra el turno para el día siguiente. Hay días que antes de las 12 ya tengo copado los cinco primeros y entonces, para no perder la noche, reservo ocho o diez… Es que a mí me gusta mi trabajo. Me paso la madrugada echándome unos tragos y conversando con los que están desde horas tempranas marcando para poder coger un turno cuando abran. Es que eso de las colas para las gestiones que engendra la burocracia es tremendo. He visto aquí hombres, mujeres, ancianos… llegar a las tres de la mañana y no poder resolver un turno a las ocho cuando abren. Con lo fácil que es darme 40 o 50 «cañitas» a mí y todo resuelto.
¿Que si no me da pena con esa gente? ¡Ese es su problema! ¿al carnicero le da pena con quienes no alcanzan puerco barato porque él se lo guarda a los dueños de las cafeterías y las paladares? ¿Y los que trabajan vendiendo productos que ofertan en precios módicos para el pueblo en tiendas y agromercados, y se lo guardan al que paga más…? ¡Todo es lo mismo! ¿Por qué me voy a sentir culpable?
Este es mi trabajo y aquí no le hago daño a nadie. En ningún lugar dice que es ilícito, ni que va contra la ley. Es verdad que no pago sindicato, ni MTT, ni licencia, ni na’: ¡no pago ONAT! Pero a mí nadie me paga nocturnidad, y yo me he pasado muchas noches en vela, sin pegar un ojo… Bueno, algún pestañazo sí, pero hasta los custodios tiran su «pesquita» en la guardia.
Otra cosa a mi favor, he creado una plaza laboral. No solo la mía; ahora tengo dos vecinas, que viven aquí en la cuartería de al lado, que están pinchando conmigo. Eso sí, ellas saben que los cinco primeros turnos, son míos, que yo tengo compromisos que resolver. Sí, porque la gente que ya te conoce te recomienda a otros clientes y eso te crea responsabilidades…
Claro que eso entra dentro del plan de perfeccionamiento. Hace unos días estuve viendo con mi nieto la posibilidad de crearme un sitio web. Entras a mi página, llenas un formulario con tu nombre, el tipo de servicio y te envío un turno certificado, con el día y la hora en que tienes que presentarte. El «paragua» se traba a la hora de obtener el pago de mi prestación, porque no tengo cuenta bancaria, y eso sí es un problema aquí… Afuera cualquiera tiene una cuenta bancaria y puede recibir una transferencia por internet. ¡No tiene que hacer cola en el banco! ¡y eso de hacer cola es muy complicado! ¿Usted me entiende, periodista?
Recado a los morosos
Aún tiene tiempo para participar en el 15to. Salón Nacional de Humorismo y Sátira que convocan el Museo del Humor y la dirección de Cultura de San Antonio de los Baños. Este, al igual que el 11no. concurso de Literatura humorística Juan Ángel Cardi vencen el 15 de este mes. Usted puede obtener más detalles llamando a las amables muchachas del Museo del Humor, en San Antonio de los Baños, (047) 382817, donde con amabilidad le atenderán.