La AHS quiere serle útil a todos aquellos que representan la vanguardia artística más joven de la Isla, afirma Rubiel. Autor: José Luis Estrada Betancourt Publicado: 21/09/2017 | 06:40 pm
Todavía Rubiel García González no se había convertido en estudiante del Instituto Superior de Diseño Industrial, en la capital, pero en su Guantánamo natal se ganó la «lotería»: logró encontrar en la Asociación Hermanos Saíz (AHS) —y también en la sede de la filial provincial de la Uneac— el lugar donde podía respirar a todo pulmón. «Poco a poco fui descubriendo que solo en sus espacios era posible hallar lo distinto, lo que me apuntalaba el corazón, y que por lo general no formaba parte de la programación cultural; un espacio que me facilitaba el diálogo con gente de mi generación que tenía inquietudes espirituales, artísticas e intelectuales parecidas a las mías.
«En especial la Casa del Joven Creador (CJC) era un sitio —bueno, lo sigue siendo— con mucha magia, alejado totalmente de las formalidades, donde uno se sentía como en su propia guarida. Sin dudas, ese ambiente de creación primero me embrujó y luego me ofreció la oportunidad de participar», rememora Rubiel, ahora que Juventud Rebelde lo ha invitado en calidad de presidente nacional de la AHS, a que comparta con los lectores su modo de ver cómo marcha una organización que cumple justamente un día como hoy sus 30 años.
«Después, en La Habana, como miembro de una Federación Estudiantil Universitaria (FEU) que hacía del desarrollo de la vida cultural una fortaleza, el virus de la Asociación acabó por inocularse en vena. La AHS logró que me fuera apegando más y más a ella, que me fuera quedando, y no por las tres letras en frío, sino porque admiraba tremendamente a los artistas y escritores que la integraban, no solo por la contundencia formal y conceptual de sus creaciones, sino además por su proyección social, por su vocación de servicio, por su compromiso con la patria.
«Me conquistó además el hecho de que ni siquiera el paso del tiempo había acabado con su espíritu joven, irreverente, con su claridad meridiana de que no debía dejar de ser incómoda para aquellos que intentaban distorsionar el sentido humanista de la política cultural de la Revolución, ni con su capacidad de disentir, de contrapuntear».
—Rubiel, ¿de qué manera te convertiste en el presidente de la AHS?
—Primero debo decir que jamás me pasó por la mente que algo así pudiera suceder, que me tocaría asumir una responsabilidad tan grande. Te puedo asegurar que me siento más cómodo realizando mi obra como diseñador y como comunicador. Pero me tocaba ser consecuente. Y la AHS me daba la oportunidad no únicamente de expresarme, sino también de hacer.
«Llegué con la experiencia de haber atendido antes la Secretaría de Cultura en la FEU, lo que me dio una conciencia mayor de la significación que tiene la cultura en la formación integral de los universitarios, mientras me brindaba una visión más abarcadora de cómo se llevaban adelante los procesos culturales, que también fue completando mi paso por el Instituto Cubano del Libro.
«Asumí la presidencia luego del Segundo Congreso que tuvo lugar en 2013, es decir, casi una década después de que se realizara el primero, aunque no se habían dejado de convocar los Consejos Nacionales Ampliados donde se discutían, se repensaban los objetivos y se encaminaba el trabajo de la organización. Una vez más mis colegas me eligieron, como mismo lo habían hecho con anterioridad, cuando determinaron que fuera uno de los vicepresidentes a nivel nacional. Una confianza que he intentado no defraudar, haciendo todo lo que está a mi alcance por la organización, lo que significa hacer por todos los jóvenes, sean miembros o no de la AHS, que es hacer por mi país. Y es que jamás se ha tratado de una organización enclaustrada en sus muros, ensimismada en la discusión de temas gremiales. No, esa no ha sido nunca la Asociación Hermanos Saíz».
—¿Qué desafíos ha tenido que enfrentar la Asociación tras su Segundo Congreso?
—Sin dudas la AHS concluyó su cónclave con la satisfacción de haber ganado en el diálogo con las instituciones culturales, pero quedaron pendientes otras prioridades, como lograr una interacción más eficaz con los graduados del sistema de la enseñanza artística. Ocurrió que sabiamente la AHS abrigó en su seno a los trovadores, roqueros, raperos... —como ha hecho más recientemente con los defensores de la música electrónica—, con lo cual posibilitó que la cultura cubana se robusteciera todavía más, al conseguir que las instituciones culturales les prestaran mayor atención y les brindaran un espacio para la realización de su arte.
«Sin embargo, a partir de esta innegable realidad, muchos relacionan la organización solo con estas manifestaciones, cuando en verdad la AHS quiere serle útil a todos aquellos que representan la vanguardia artística más joven de la Isla. Por eso tiene como estrategia acompañar a quienes, llenos de un innegable talento, presentan una obra muchas veces en ciernes, porque acaban de salir del sistema de enseñanza artística. Eso sí: con una formidable preparación. De ahí que apostamos porque haya células de la organización donde esta pueda ganar en prestigio y fuerza. Nos toca propiciar que estos noveles artistas se favorezcan de nuestro sólido sistema de becas y premios, pero que también participen en nuestros eventos y jornadas de programación que existen a lo largo y ancho del país. De más está decir que de este modo se garantiza una probada calidad de las propuestas que le hagamos a nuestra gente, lo cual constituye un desafío y un compromiso perenne.
«Sin dejar de cumplir con su misión esencial en las actuales circunstancias en que los llamados medios alternativos han dejado poco a poco de serlo porque gracias al alcance que va teniendo internet en la sociedad cubana ya son parte de la cotidianidad, con eficacia superior la Asociación debe promocionar la obra de nuestros creadores más descollantes, de modo que se erijan en paradigmas de los más jóvenes (mostrar esa diversidad cultural que nos distingue hacia el mundo), y asimismo acercarse a los modos en que se produce y se distribuye el arte en la actualidad.
«En los tiempos que corren, la AHS no puede dejar de repensarse, de buscar el modo de conectarse aún más con las nuevas generaciones, de cautivarlas, de hacerlas sentir orgullosas de sus raíces y de sus tradiciones, y a la vez, lograr que se les infle el pecho cuando vean a sus contemporáneos gestando un arte verdadero, auténtico, capaz de emocionarlos y de transformarlos en mejores personas».
—¿Cómo harán en lo adelante para que la Asociación Hermanos Saíz siga tenida en cuenta por los artistas que representa, pero también por toda la sociedad?
—Lo primero es que no puede renunciar, bajo ningún concepto, a ser vanguardia, que sus integrantes continúen marcando una pauta, una diferencia, para que con su quehacer ayuden a derribar los tabúes que aún subsisten en la cultura. Y ello será cada vez más posible en la misma medida en que sostengamos un diálogo serio, constante, y nunca complaciente —incluso aunque esto no sea cómodo—, con las instituciones. Como la organización de creadores que somos, nos toca participar activamente de esa política cultural, inclusiva y martiana, de la Revolución, y no pasar por alto que nos asiste la responsabilidad de actuar como veladores cualitativos de los procesos culturales para atajar cualquier tipo de distorsiones en su aplicación.
«La Asociación les será más provechosa a los creadores en la medida en que los acompañe. Y deberá ser eternamente joven sin perder la memoria, sin olvidar de dónde venimos, para no errar en el camino. Sobre todo en un contexto en el cual se ha puesto de moda no pensar y en el que han ganado espacio significativo la bobería, la vulgaridad, el mal gusto...
«Por esa razón apostar por la cultura es apostar por el futuro. Por esa razón es tan esencial el quehacer de la AHS, desde la responsabilidad, el compromiso y el amor».
Día inolvidable
El 18 de octubre de 1986 nació la AHS en la sesión final del Encuentro Nacional de Jóvenes Escritores, Artistas y Técnicos de la Cultura, que se celebró en el Palacio de las Convenciones de La Habana, a partir de la unión del Movimiento de la Nueva Trova y de las Brigadas Raúl Gómez García, que reunía a los instructores y técnicos de la cultura; y la Hermanos Saíz, integrada por escritores y artistas de varias manifestaciones. Esta última dio nombre finalmente a la organización, como homenaje a Sergio y Luis, asesinados por la dictadura de Batista, en San Juan y Martínez, Pinar del Río, el 13 de agosto de 1957.