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Cine francés casi igual que siempre

La muestra incluye comedias que colindan con la intrascendencia, aunque también debamos afirmar que el puñado de títulos excepcionales contenidos en el evento bastan para que aguardemos, ansiosamente, la llegada de estos meses

Autor:

Joel del Río

El Festival de Cine Francés que  nos ha acompañado a todo lo largo del mes de abril, representa, en escasa medida, la divergencia artística, cultural y audiovisual que en otro tiempo simbolizaran las películas de aquel país. En estos días han podido verse, sobre todo, comedias que colindan con la intrascendencia, aunque también debamos afirmar, por elemental sentido de la equidad, que el puñado de títulos excepcionales contenidos en el evento bastan para que aguardemos, ansiosamente, la llegada de estos meses. A través de la edición de este año, los espectadores tienen acceso a un grupo de largometrajes contemporáneos, además de una retrospectiva del genial humorista Pierre Etaix y la presencia de una de las primeras actrices de Europa, Sandrine Bonnaire, testigo de excepción del gran cine galo de los años 80 y 90.

Y como hablar de cine francés significa, por suerte, acceder a filmes generados por una de las naciones que con mayor asiduidad ensaya los derroteros de la colaboración en un mundo cada vez más intercultural y presto a la contribución ecuménica, hay también coproducciones con Alemania, Bélgica, Líbano, Mónaco y México. Para comenzar por aquellos productos netamente franceses, vale mencionar Intocables, la comedia sobre un magnate parapléjico y un joven negro, semimarginal, que consiguen intercambiar valores y crear una verdadera e improbable amistad. Premiada con el César al mejor actor, y reconocida por los premios Goya, Donatello, Bafta y Globo de Oro, Intocables se transformó en la película de habla no inglesa más taquillera de todos los tiempos. Es simple y estimulante, predecible y cálida.

En los terrenos de la comedia incursiona también ¿Y si vivimos todos juntos?, sobre un grupo de ancianos que fueron amigos hace años y ahora intentan eludir el asilo con la coartada de que van a vivir en comunidad; tres generaciones se dan cita en El Skylab, otra comedia sobre la manera en que marcó la vida de mucha gente la caída de la tristemente célebre estación espacial norteamericana; Besos franceses incursiona en una cuerda muy similar sobre un adolescente quemado por el deseo sexual y la necesidad de aceptación; Los infieles reúne a un grupo de desaforados en busca de sexo; El nombre se concentra en un cuarentón que va a ser padre por primera vez; y La vida en El Rancho muestra la alegre cotidianidad de unas jóvenes estudiantes… en fin, predominio absoluto de la sonrisa más ligera.

Entre los exitazos de este año, pues se estrenó recientemente y ya se cuenta entre las más taquilleras del año, está Jappeloup, una de esas historias de deportes (equitación en este caso) que atraviesa el fracaso y culmina en triunfo, como le sienta a este tipo de filmes que Hollywood realiza una y otra vez, sin parar, desde los años 30 hasta el presente. Cerca del melodrama aparecen también Los seductores, sobre una pareja dedicada al triste oficio de interferir en otras relaciones, hasta que la fuerza de la seducción es tan grande como para terminar con el extraño oficio.

En un plano menos comprometido con el cine de entretenimiento, digestivo y de ocasión, figura Las nieves del Kilimanjaro, en la cual Robert Guediguian se mantiene fiel a su estilo a medias entre el neorrealismo contemporizado y el drama filial para relatar la historia de un delegado sindical, que tiene una hermosa familia, hasta una ocasión en que la paz es perturbada por el asalto de unos delincuentes. Un argumento similar, respecto al vuelco que significa el ataque de unos secuestradores, en la vida apacible de una pareja, aparece en Cuenta atrás. Pero si bien Las nieves del Kilimanjaro opta por la complejidad en el trazado sicológico de sus personajes, y por soluciones realistas, cotidianas, a la ruptura del ritmo ordinario, Cuenta atrás se mueve en los terrenos del thriller más improbable, con el marido devenido héroe bajo presión.

Relacionada también, al menos tipológicamente, con el cine de acción y violencia, policiaco o delincuencial, hay otra película que sobresale por encima de la media: Polisse, que es denuncia, crítica, realismo, aplicados todos al impresionante retrato del Departamento de Policía de París, con los abusos a menores, los conflictos familiares, las violaciones. Tercera cinta realizada por la talentosa Maïwenn Le Besco, esta se mueve dentro de la tradición muy francesa de policiacos comprometidos con temas sociales. El filme alcanzó un premio del jurado en Cannes y 13 candidaturas a los premios César.

Y también en contacto con la realidad sociopolítica, pero libanesa, está la formidable, y desconcertante ¿Y ahora adónde vamos?, también dirigida por una mujer, Nadine Labaki, y protagonizada por ella misma. Utilicé el adjetivo de desconcertante porque el filme es un pastiche de sátira, comedia bufa, musical y melodrama feminista, y a través de esas cuerdas tan diferentes se acerca a la guerra inútil en Líbano, y más que a la guerra, a la intolerancia política o religiosa como un mal terrible y, al mismo tiempo, ridículo.

Si esta cinematografía se desbordó hasta el Oriente Medio con la excelente, divertida y muy singular ¿Y ahora adónde vamos?, en México aparecieron algunos de los principales implicados en el muy notable documental Miradas múltiples (La máquina loca), de Emilio Maillé, quien construyó un pormenorizado documental de entrevistas para reconocer, junto con las imágenes deslumbrantes, la maestría de Gabriel Figueroa, uno de los mejores directores de fotografía de toda la historia del cine.

A propósito de la polémica sobre si el cine francés conserva o no, en los últimos tiempos, su tradicional toque de distinción, por un lado, se asegura que la industria tiene buenas razones para celebrar un excelente año 2012 con 875 millones de euros en entradas vendidas gracias, sobre todo, al éxito mundial de tres filmes: Intocables, el portaestandarte del Festival; El artista, el filme silente de homenaje a Hollywood, y la película de acción hablada en inglés Taken 2. Además de todo ello, Amor, dirigida por Michael Haneke, ha recibido casi todos los premios internacionales de mediana o gran importancia.

A pesar del auspicioso panorama, en un conversatorio en la Escuela Internacional de Cine y TV, en San Antonio de los Baños, la eximia actriz francesa Sandrine Bonnaire, una de las principales figuras de visita en Cuba con motivo del Festival, se quejó de la mediocridad generalizada por una cinematografía que había perdido la capacidad de riesgo y el rigor que antes le conociéramos. Además, el productor Vincent Maraval aseguró, en medio de la controversia, que 2012 había sido un año catastrófico para el cine galo en tanto de los 25 filmes estrenados (con un presupuesto mayor a los diez millones de euros) solo 11 fueron rentables, lo cual significa que únicamente el 17 por ciento generó beneficios económicos.

Entre los más exitosos predomina la comedia con triunfos al interior de Francia en el rango de Les Kaïra; Camille redouble y Adiós, Berthe; además de Los infieles y El nombre (ambas presentes en La Habana), el último episodio del animado sobre Kirikou y el documental acerca de los medios de comunicación, Les nouveaux chiens de garde. Pero fracasaron en taquilla varios thrillers y policiacos entre otros liderados por algunos grandes como Daniel Auteuil o Isabelle Adjani. Y conste que Francia sigue siendo uno de los pocos países que ostenta, en la lista de los 50 filmes más taquilleros de todos los tiempos, un grupo impresionante de títulos nacionales entre los cuales hay que volver a mencionar Intocables, junto con Los visitantes, Amelie, las diferentes versiones de Los Miserables, Taxi y Taxi 2, o las sucesivas aventuras de Astérix y Obélix, que opacaron por completo, en la taquilla nacional, a las producciones foráneas.

En pocas palabras: el cine francés parece que continúa fiel a su prestigio de aldea pertrechada y global, como el caserío galo donde vivía Astérix. Y esa fama se sostiene gracias esencialmente a la extrema diversidad estilística y temática, porque además de realizar ficciones en muy distintos géneros, documentales y animación, se siguen haciendo películas que interrogan la intimidad, reflexionan sobre las crisis sociales e individuales, e intentan deliberar sobre el lugar que ocupan sus protagonistas bajo el sol. Solo que tales obras ahora buscan, en mayoría, un ritmo narrativo y una acción física capaces de seducir a un espectador prisionero de las fórmulas hollywoodenses.

El éxito mundial de El artista e Intocables obedece, claramente, a que sus hacedores decidieron acercarse a las maneras de contar, o a la iconografía, del cine norteamericano más popular y mundialmente aceptado. Además, los directores e intérpretes galos también están avanzando hacia la internacionalización de sus prestigios. En Estados Unidos, y habladas en inglés, rodaron sus más recientes películas Marion Cotillard (The Dark Knight Rises, Low Life), Michel Gondry (The We and the I), Guillaume Canet (Blood Ties), quien está en el festival como escritor y protagonista de Jappeloup, pero también hay que decir que productores, como Romain Le Grand, se ocupan de los nuevos filmes realizados por Oliver Stone, Pedro Almodóvar y Sofía Coppola.

En fin, que tal vez se pudiera tildar de apocalíptico, y hasta de excesivamente nacionalista, al célebre guionista Jean Claude Carriere cuando declaró en 1995, a propósito de las celebraciones por el centenario del cine, que «el sistema de producción cinematográfica francés, seguramente el más perfeccionado del mundo, ya que permite reunir fondos públicos y privados, representa el último foco de resistencia a la invasión norteamericana. Si desaparece, no solo se eclipsa el cine francés, sino que con él muere cuanto pueda quedar de cine europeo y todo el resto del cine de ambición, de expresión, de búsqueda, y que funciona en régimen de coproducción según el sistema francés». Ojalá permanezcan incumplidos los terribles vaticinios de desintegración y eclipse. El cine mundial necesita saber que Francia existe.

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