Asco fue la obra que tuvo a su cargo Trébol Teatro. Autor: Juventud Rebelde Publicado: 21/09/2017 | 05:32 pm
Muy animada fue la pasada semana en salas y otros espacios capitalinos gracias al Festival de teatro Elsinor, a cargo íntegramente de nuestros muchachos de la escena: laboratorios, talleres, presentaciones de libros, conversatorios, lecturas y, sobre todo (y lo mejor), mucho, mucho teatro para tomarle el pulso a la joven dramaturgia cubana, e incluso, de más allá (porque algún que otro invitado hubo también).
Como siempre, resulta imposible verlo, e incluso comentarlo todo, por lo cual seleccionamos algunas propuestas motivadoras.
De entrada, me van a disculpar actores y grupos porque entre las falencias del evento estuvo la casi total ausencia de programas de mano, o si los hubo, fueron tan escasos que excepto en La mujer de carne y leche, en la inauguración, jamás me empaté con nada que indicara de qué iban los estrenos, el equipo, etc.; se repartió un programa general, pero tan general, que esas singularidades faltaban.
La mujer… es una creación colectiva que mediante el collage intergenérico (audiovisuales que presentan encuestas, danza, música de diversas tendencias in off o interpretada por los actores y músicos en vivo, diálogos con el público, información en pantalla…) se pronuncia contra la violencia de género.
El sentido paródico que logra la mixtura resulta eficaz, fundamentalmente porque burlándose de estereotipos y enfrentamientos eróticos, o la tenaz actitud «competitiva» del cubano, habla de temas muy serios, y consigue integrar casi todo con suficientes organicidad y coherencia.
La estructura performativa del espectáculo permite adiciones y enriquecimientos cada vez que se presenta, por lo cual esta Mujer… puede ir creciendo y madurando con el tiempo; por lo pronto, resulta una experiencia enriquecedora, en la cual los desempeños de Inima Fuentes, Yassel Rivero, Luyven Mederos y el niño Xavier Alejandro coronan un eficiente trabajo de equipo.
Asco, escrita y dirigida por Yunior García (Retrato de un hombre desnudo), a cargo de Trébol Teatro, representa el arribo a una temprana madurez por el joven dramaturgo.
Una historia que implica a dos familias y otros personajes aparentemente desgajados de ambos núcleos, revela infidelidades, errores, traumas, insatisfacciones y deseos que desencadenan una gran tragedia, y otras lamentables consecuencias, las cuales van develándose mediante anticipaciones y retrospectivas muy bien insertadas en el corpus dramático.
Yunior afina el pulso en cuanto a la conformación de personajes, circunstancias y colisiones, así como en el tejido de los mismos, encaminados a redondear un discurso que sabe tocar fibras, sin aterrizar en efectismos o sensiblerías.
La puesta refuerza tales conquistas con un sobrio manejo de los espacios, un sólido intercambio entre escena y proyección audiovisual que enriquece la perspectiva dialógica y la expresividad del relato, así como una equilibrada y notable dirección actoral, que aplica seguridad y equilibrio a cada rol.
Una grata sorpresa resultó el grupo Arco Voltaico, de Argentina, integrado casi íntegramente por muchachas; su pieza La célula, acto incompleto y orquestado constituyó otro momento elevado del festival.
Farsa bien escrita y mejor plasmada escénicamente, discursa en torno a los modelos totalitarios, los grupos terroristas con su fanatismo, su irracionalidad y ceguera políticas, que los lleva a los peores excesos, a la absurda negación personal y a una militancia mal entendida que ha afectado tantas apreciables energías… mal encauzadas.
Alternando ridículas canciones de propaganda de activistas en una emisora local (Radio ChiviboiKot) y la preparación de un acto de sabotaje, todo dentro de un pequeño pueblo, La célula desanda la sátira con un lenguaje corrosivo y visceral, que permite llegar a la diana.
Bajo la dirección de Mara Ferrari, empleando creadoramente pocos recursos, la puesta proyecta el dinamismo y la dinámica requeridos, apoyada sobre todo en el trabajo de sus bien entrenados actores, así como de rubros tan eficaces como la música, la escenografía y el vestuario.
K-lentamiento fue otra de las obras estrenadas, representada por Teatro Fashion de La Habana, que dirige Margarita Borges.
Dentro de la línea del absurdo, madre, hijas, amante de la primera y un músico de circunstancia, desandan sueños, obsesiones y realidades eróticas, inquietudes existenciales y choques personales, generacionales…
Teatro sin una línea argumental definida ni conflictos explícitos, descuella su energía escritural, la generación de estructuras de pensamiento y acciones que reemplazan las clásicas unidades aristotélicas.
La directora logra sacar partido al movimiento escénico, a la alternancia de planos semánticos y al vestuario como decisivo elemento diegético; aunque la proyección actoral no se siente pareja (no solo en mayoría y alcance cualitativo predominan las actrices dentro de una obra que privilegia el mundo femenino) y la propia esencia dramática desconcierte, se trata de una puesta respetable, que obliga a replantearse la concepción y representación teatrales a la luz de las nuevas narrativas.
Elsinor, una vez más, potenció el abundante, sólido y prometedor arsenal que dentro del nuevo teatro cubano salta ya de las aulas al escenario, en esa imprescindible confrontación con el público que, como siempre, dice la última palabra.