La piscina fue galardonada con el Premio a la Mejor Ópera Prima en el reciente Festival de Cine Pobre. Autor: www.cubacine.cult.cu Publicado: 21/09/2017 | 05:21 pm
Cuenta su guionista Abel Arcos que el punto de partida hacia la escritura de La piscina fue la casualidad. «El guión inicial tuvo mucho de espontáneo. Surgió por un reporte del Noticiero Deportivo de la televisión en el que se entrevistaba a un profesor y a niños discapacitados, que querían ser felices y campeones. Rápidamente volvieron a mi mente mis recuerdos de infancia y comencé una búsqueda sensitiva de mis días en que entrenaba natación.
«La versión primera fluyó de manera natural, en algo más de 60 páginas. Tal vez un poco literaria para tratarse de un guión cinematográfico. Luego lo compartí con Carlos M. Quintela y decidimos presentarlo al Premio Haciendo cine, de la 7ma. Muestra de Jóvenes Realizadores, del que finalmente resultamos ganadores».
Carlucho, como le dicen sus amigos, actualmente cursa estudios de Guión en el último año en la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños (EICTV). No obstante, ya es graduado de la Facultad de Arte y Medios de Comunicación Audiovisual (Famca) y como realizador su nombre es conocido en las lides de la Muestra, a la que ha presentado varios de sus trabajos. Baste mencionar Jorge y Elena, su tesis de graduación del Instituto Superior de Arte, que fue seleccionada en la sección Court Metrage Short Film Corner, del Festival de Cannes, en el 2010.
Al enfrentarse al guión de su amigo, Carlos profesó un gran respeto por el espíritu allí plasmado, aunque advierte que del papel a la pantalla ocurrieron muchas cosas de por medio. «Algunos de los diálogos que están en el original luego no aparecen en la película y viceversa. Sabíamos que era arriesgado trabajar con actores no profesionales, pero si nos íbamos a quemar, queríamos hacerlo de verdad», añade Abel.
La cinta que, con un lenguaje inusual, reúne a cuatro adolescentes y su instructor durante un día en una piscina, presenta un elenco de noveles actores como Raúl Capote, Mónica Molinet, Felipe García, Marcos Costa, Carlos J. Martínez y Marlen Rivero. A ellos se unen las actuaciones especiales de consagrados como Pancho García, Fernando Hechavarría y Mario Guerra.
A propósito del trabajo con los actores, el joven cineasta ensalzó las habilidades del chico que presenta problemas motores. «Este muchacho nunca había trabajado en una película, pero para mí es como un Marlon Brando. Fue increíble la manera en que se aprendió todos sus textos y el modo en que los decía. Otra estrategia tuvimos que emprender con Marcos Costa, el niño Síndrome de Down. A él nunca le pedimos que memorizara un texto, pues no deseábamos que pareciera aprendido», destacó Quintela, quien confesó no haber buscado un parecido físico con los personajes delineados.
Mónica Molinet, la chica del deseo en las calmadas aguas donde la acompañan solo varones, es además la única del staff que sí estudió actuación en la Escuela Nacional de Arte. «Es una mujer fatal, chiquitica», bromea Carlos, quien asegura además que cuando dirigió a la joven era tan natural que él no distinguía si se trataba de una intérprete o de una persona cualquiera.
La cinta cuenta entre sus virtudes con la fotografía de Raúl Rodríguez, que se unió al proyecto tras el paso fugaz de tres directores de fotografía. «Al momento nos unió el gusto por el cine y coincidimos pronto en la manera de integrar el lenguaje cinematográfico al tema. Cuando me reuní con él por vez primera me le aparecí con tres escenas dibujadas, y mientras trabajábamos juntos pude percatarme de que es el tipo de persona que encuentra el estilo cuando menos libertad para crear le permitan las circunstancias. A veces durante el rodaje yo llevaba mi propia cámara y filmaba lo que quería, se lo mostraba, y le decía que lo hiciera mejor. Creo que la película alcanza una plasticidad y una coherencia estilística y formal, gracias a su labor», expresa satisfecho el también escritor de Fuel.
Echar mano a la creatividad fue un recurso del cual el propio Carlos M. Quintela no pudo evadirse, aun cuando hubiera preferido seguir al pie de la letra lo planificado.
Al hablar de la visualidad lograda recuerda cómo en el guión estaba pautado un día de agosto perfecto que, en pleno mes de octubre durante la filmación, quedó arruinado por algunos nubarrones. «De alguna manera tuvimos que apropiarnos de esas nuevas atmósferas, que al integrarse a la imagen de la cinta le dan una visión peculiar».
Como un artista inconforme consigo mismo se define este joven autor, a quien no pocos críticos le auguran ya un destino feliz. Confiesa que de sus cortos anteriores no se queda con ninguno, pues siente que esa voz interior que desea expresarse a través del cine está algo afectada. Ahora solo guarda la certeza «de querer experimentar, teniendo en cuenta las cosas en las que me he arriesgado y en las que aún no».