Con una historia de lucha difícil de igualar, la «capital del Caribe» puede sentirse también orgullosa por la variedad de su arquitectura y notable belleza de sus edificaciones, que la convierten en una ciudad muy singular
En el verano de 1515, Diego Velázquez ya sabía que la superficie donde hoy se encuentra enclavada Santiago de Cuba, era tierra privilegiada, y se apresuró a establecer allí, junto a Hernán Cortés, la séptima villa, después de informarle al rey de España que creía, incluso, que tenía condiciones para convertirla en Villa Principal, al estar muy próxima de La Española —hoy República Dominicana y Haití—, y poseer una envidiable bahía que podría albergar y proteger sus naves, sufridas víctimas de frecuentes ataques de corsarios y piratas.
Le pondré por nombre Santiago, dijo, en honor a Santiago el Mayor (más conocido como Santiago Apóstol), patrón de España. De ese modo se convertía esta en la segunda ciudad de América que tomaría tal denominación, antes que otras 45, y después de Santiago de los Caballeros. Sin embargo, no pudo entrever que los hombres y mujeres nacidos en este territorio del sudeste de Cuba serían decisivos en la encarnizada lucha contra la «Madre Patria» en pos de la independencia; los mismos que, negados a cargar el yugo, no se permitirían un respiro hasta alcanzar la estrella, que brilló definitivamente a partir de aquel 1ro. de enero de 1959, cuando, desde el Ayuntamiento, Fidel hablara por primera vez al pueblo y confirmara la inquebrantable victoria sobre el régimen del tirano Fulgencio Batista.
Ciudad de escalinatas, donde siempre se sube o se baja, y semirregular por el trazado de sus callejones, callejuelas, calles... a los que nunca se les ve el final, Santiago de Cuba tiene el encanto de invitar a los caminantes a llegar hasta las esquinas para sorprenderse con su variada y atractiva arquitectura. Pero también están llenas de historia esas calles pobladas de casas coloniales de corredor, con un pequeño techo cual visera de una gorra, para protegerse del inclemente sol. A ellas se lanzaron los integrantes del Movimiento 26 de Julio con sus brazaletes rojos y negros para apoyar el desembarco de Fidel y otros 81 expedicionarios el 30 de noviembre de 1956, acción en la que murieron Pepito Tey, Otto Parellada y Tony Alomá. Esas mismas calles recibieron a un pueblo que obligó a las fuerzas de la tiranía a refugiarse en sus cuarteles el día que Frank País cayó asesinado en el Callejón del Muro.
La calle Heredia (otrora Catedral) fue la primera de la ciudad en recibir el nombre de un patriota, el 28 de octubre de 1889, cuando todavía estábamos bajo el dominio español. Después sucedería igual con muchas otras que en lo adelante se identificarían como Maceo, Jesús Menéndez, Quintín Banderas...
Justamente en la calle Heredia se encuentra uno de los sitios más emblemáticos de Santiago de Cuba, a decir de Omar López, reconocido arquitecto y Conservador de la Ciudad: la casa del autor de Oda al Niágara y el Himno del desterrado. «Como la morada de Antonio Maceo, aunque estas edificaciones no se distingan por su valores arquitectónicos, sobresalen por su valor histórico. Tanto (José María) Heredia como el Titán de Bronce son santiagueros por antonomasia, por la grandeza de su obra, por lo que representan para cada cubano».
Para perpetuar la memoria del notable poeta el 19 de abril de 1890 se colocó en la propiedad donde viera la luz uno de los precursores del romanticismo en nuestra lengua, una tarja cuya inscripción rezaba «Aquí nació y vivió José María Heredia. 1803-1830»; sitio que con la Revolución se transformó en museo y centro cultural.
Arquitectura y mucho másSe dice que por la condición de tierra que tiembla —por ser una ciudad sísmica—, en tiempos de la Colonia los santiagueros empezaron a construir sus casonas de una manera especial. Tan especial que, según Omar López, cuando se levantaba la última catedral del siglo XIX —se terminó en 1819—, un asombrado viajero francés escribió en un libro: «En Santiago de Cuba se construye distinto al mundo entero, porque primero se hacen los techos y después las paredes, después de ver que la cubierta estaba sobre columnas de madera». «Existía la tradición constructiva —explica López— de crear primero un esqueleto de madera que fuera capaz de soportar los embates de un sismo, pues era el único material entonces que permitía que la tierra se moviera y el edificio junto con ella».
Asegura el Conservador de la Ciudad que el viajero se hubiese admirado más de haber sabido que muchas paredes se construían de cujes, es decir, de ramas entretejidas. Ese es el caso del Museo Casa Natal Antonio Maceo Grajales, definido como tal en 1974, ubicado en la antigua calle Providencia. Cuatro años después, esta propiedad con tejas a dos aguas y pisos de ladrillo criollo, sería declarada Monumento Nacional. La hace muy singular el hecho histórico de que allí naciera el Mayor General Antonio de la Caridad Maceo Grajales el 14 de junio de 1845.
Este museo se distingue por atesorar bienes patrimoniales entre los que se destacan objetos vinculados con la vida militar de esa figura cimera de las guerras independentistas cubanas, desde su incorporación a ellas en octubre de 1868 hasta su caída en combate el 7 de diciembre de 1896.
Otra institución emblemática, declarada Monumento Nacional en 1999 por las importantes colecciones que atesora y por su interés arquitectónico, es el Museo Provincial Emilio Bacardí Moreau. Deslumbra su bella fachada ecléctica adornada con elementos neoclásicos, obra del arquitecto Carlos Segrera.
Fundado por Bacardí, pionero del coleccionismo en Cuba, el 12 de febrero de 1899, el Museo ocupó diversos inmuebles hasta que el 28 de agosto de 1927 se inaugura el actual edificio, donde se conservan más de 23 000 piezas entre documentos y manuscritos, partituras musicales, reliquias históricas, colecciones numismáticas, antigüedades y pertenencias de reconocidas personalidades. Cuenta con tres salas expositivas: Historia, Arqueología y Arte, donde se pueden apreciar valiosas pinturas europeas de los siglos XVI y XIX y cubanas firmadas por renombrados artistas del patio, como Amelia Peláez, Carlos Enríquez, Leopoldo Romañach, Servando Cabrera, Víctor Manuel García y René Portocarrero.
En él llaman la atención la interesante escultura de madera dedicada a Santiago Apóstol ataviado de mambí con su vestuario y sombrero de Panamá; la silla de montar de cuero usada por el Mayor General Antonio Maceo Grajales durante la Campaña Invasora de 1895 hasta su muerte; el nicho de plomo y madera que guardó los restos de Carlos Manuel de Céspedes, luego de ser extraídos de una fosa común en el Cementerio Santa Ifigenia; el frac y chaleco de nuestro Héroe Nacional José Martí, que vistió cuando pronunció los discursos en Tampa (Cayo Hueso) durante el proceso constitutivo del Partido Revolucionario Cubano; o el fusil Winchester que llevó desde su desembarco por Playitas de Cajobabo hasta su caída en combate el 19 de mayo de 1895...
Atrás en la historiaRefiere Omar López que tras la conquista de México y otros territorios del virreinato de Nueva España, La Habana se establece como la capital de la Isla, pues a partir de entonces el movimiento de la flota se hacía por el norte. Sin embargo, Santiago de Cuba continuaba siendo un punto estratégico para la Corona, por su posición frente al Caribe. Sobre todo después que los ingleses tomaron Jamaica, y el peligro que representaba que estos se apoderaran igualmente de Santiago con grandes probabilidades de poder llegar hasta La Habana.
La manera tan armoniosa en que se conjugan códigos medievales y renacentistas hace del Castillo del Morro San Pedro de la Roca una fortaleza militar verdaderamente excepcional. Foto: Roberto Meriño Esa es la razón por la cual, en 1638, aparece en Santiago de Cuba Juan Bautista Antonelli. Este famoso ingeniero militar italiano debía determinar el punto ideal para levantar una fortaleza que ayudase a contener ataques de corsarios y piratas franceses, ingleses y holandeses, que merodeaban por el área del Caribe; y se decidió por la entrada de la bahía de bolsa junto a la ciudad, donde se edificó el Castillo del Morro, conocido hoy Castillo del Morro San Pedro de la Roca, en honor al gobernador responsable de levantar la obra.
Lugar de visita obligada, esta fortificación en forma de cuadrilátero con baluartes protegidos por piezas de artillería, fue testigo del acoso del inglés Christopher Myngs, quien tomó la ciudad, y de la batalla naval entre las escuadras española y norteamericana el 3 de julio de 1898. Asimismo, tuvo la triste misión de fungir como cárcel durante las gestas independentistas del siglo XIX.
Declarado Monumento Nacional en 1979, un año después de haberse inaugurado como museo, y Patrimonio de la Humanidad inscripto por la UNESCO, con la Sierra Maestra de fondo, el Castillo del Morro es, a decir de López, un ejemplo único de la arquitectura renacentista en el Caribe. «Es un sitio excepcional por el modo tan armonioso como se conjugan códigos medievales y renacentistas en las diferentes terrazas a desnivel, las cuales dan la sensación de estar viendo una punta de lanza que señala al mar.
«Al cuerpo principal del castillo se accede por dos puentes levadizos que se encuentran por encima del amplio foso seco. Dentro, los diferentes recintos están delimitados por gruesos muros de mampostería cubiertos con bóvedas sucesivas».
Por sugerencia del Comandante de la Revolución Juan Almeida Bosque, a partir de enero de 2001, en esta hermosa fortaleza se lleva a cabo una ceremonia para rendir tributo a nuestros mambises y a nuestra bandera, que desde entonces se recoge cada tarde, justo cuando el sol se esconde en el mar Caribe. Se trata de un saludo de artillería inspirado en los disparos que se hacían desde la batería de Punta Blanca para dar la bienvenida a los buques que arribaban al puerto.
Ya fortificada, la ciudad empezó a consolidarse. Y el punto fundacional lo constituyó la Plaza de Armas, donde actualmente se halla el Parque Carlos Manuel de Céspedes, y que también fue conocida desde su fundación en el siglo XVI como Plaza Mayor, Plaza Principal, Plaza de la Constitución, Plaza de la Reina y Plaza de Isabel II.
La Plaza de Armas resultó el centro político, religioso, administrativo y social más importante de Santiago de Cuba; el lugar donde se discutía lo que sucedía en el mundo, el corazón de la urbe. En su perímetro quedaron ubicados por decreto de las Leyes de Indias, los edificios representativos del poder y que hoy constituyen joyas arquitectónicas: el Ayuntamiento, la Catedral y la que fuera casa de Don Diego Velázquez, donde radica el Museo de Ambiente Histórico Colonial.
Alrededor del Parque CéspedesLa que entonces fuera morada de Diego Velázquez está considerada como la construcción más antigua de Cuba, y en su tiempo fue Casa de Contratación y Fundición de la Corona. Muy cerca de ella se halla la Santa Basílica Metropolitana Iglesia Catedral de Santiago de Cuba, que es, asegura Omar López, «el único templo construido con categoría de catedral en la Isla. Tiene esa condición desde 1522, y fue allí donde Esteban Salas constituyó la capilla de música y nació la música cubana. Es una pieza verdaderamente singular. Está sobre un promontorio, tiene cinco naves y planta basilical. La imagen que muestra por fuera también es obra de Carlos Segrera».
En 1810 se colocó la primera piedra de la Catedral de Santiago de Cuba, obra que tomó ocho años para su terminación. El terremoto de 1852 le arruinó las naves laterales, la media naranja y las torres, así como quebró las campanas, pero su reparación fue inmediata. Fue ascendida a Basílica Menor Metropolitana en febrero de 1882. Actualmente, la Catedral tiene una superficie de 4 260 metros cuadrados.
El edificio del antiguo Ayuntamiento fue inaugurado el 18 de octubre de 1954. Foto: Roberto Meriño Enfrente de esta significativa edificación está situado el Ayuntamiento, que ha jugado un papel decisivo en el devenir de Santiago, y que hoy ocupa el espacio del Cabildo de la Ciudad, que antaño fundara Diego Velázquez, y tuvo en Hernán Cortés su primer alcalde. Preparada originalmente con paredes de barro y techo de hojas de palmeras, este inmueble fue reconstruido a mediados del siglo XIX, y fue cambiando su fisonomía como consecuencia de los embates de los terremotos y otras fuerzas naturales. En 1950, dada su precaria situación, se convocó a un concurso para diseñar una edificación que fuera reflejo de la arquitectura colonial cubana. El proyecto ganador fue el de los arquitectos Eduardo Cañas Abril, Raúl Arcia Monzón y el Doctor Francisco Prats Puig, quienes se inspiraron en un proyecto no ejecutado de 1738.
Inaugurado el 18 de octubre de 1954, el Ayuntamiento es un símbolo de Santiago por su distinción. «Reproduce los códigos planimétricos, formales y compositivos coloniales, traducidos en una planta en forma de anillo, con patio interior y galerías de rodeo; cubiertas inclinadas de tejas criollas rematadas con aleros; balcones corridos sostenidos por canes; tejadillos que descansan sobre pies derechos; rejas con barrotes de madera torneadas, puertas españolas de clavos y cuarterones, óculos y arcos de medio punto. Un portal delimitado por arcadas recorre el edificio y permite una adecuada protección solar. En el centro de su fachada principal aparece un cuerpo a modo de torre mirador que imprime equilibrio y majestuosidad. Aunque su imagen se identifica con la arquitectura colonial del siglo XVIII, desde el punto de vista constructivo responde al desarrollo tecnológico más avanzado de su época».
Dos sitios muy singularesEran la familia Bravo Ferrer y la señora María Micaela Ibarra y Ortiz, los dueños de los terrenos donde se erigió el cementerio Santa Ifigenia, el cual, desde su apertura, acumula valores innegables que condujeron a que fuera distinguido como Monumento Nacional. En él descansan los restos mortales de hijos célebres de Cuba y el mundo como nuestro Héroe Nacional José Martí y el Padre de la Patria Carlos Manuel de Céspedes; de los generales José Maceo, Flor Crombet y Guillermón Moncada; Mariana Grajales, madre de los Maceo; María Cabrales, esposa del Titán de Bronce. También de los reconocidos músicos y compositores Pepe Sánchez y Ñico Saquito.
El Mausoleo a José Martí, la construcción más sobresaliente del Cementerio Santa Ifigenia. Foto: Franklin Reyes Como si no bastara, en el Cementerio Santa Ifigenia aparece un grupo de tumbas de valor inestimable dentro del patrimonio cultural y material del país, las cuales son un fiel reflejo de un admirable arte funerario, donde se pueden visualizar sepulcros de las más disímiles tendencias: neoclasicismo, art decó, estilo ecléctico...
Así, por ejemplo, destaca por su singularidad el obelisco dedicado a los Mártires del Virginius —nombre con que se conoce a los patriotas fusilados en esta ciudad en noviembre de 1873, tras el apresamiento por los españoles del vapor en que viajaban para desembarcar en la Isla y unirse a los mambises—; pero el más sobresaliente es el Mausoleo a José Martí y Pérez, que recibió definitivamente al Maestro el 30 de junio de 1951.
La construcción del Mausoleo duró cuatro años y fue responsabilidad del escultor Mario Santí y del arquitecto Jaime Benavent. Las piedras que se emplearon llegaron de dos canteras de La Habana, mientras que los mármoles se enviaron de la finca El Abra.
El monumento muestra seis arcadas y un techo de cristal que permite la constante entrada de un rayo de sol. En el interior se erige en mármol blanco italiano la figura del Apóstol. Otras seis esculturas representan las antiguas provincias del país. Los bloques rectangulares que circundan la entrada y la parte posterior señalan los 28 campamentos en los que permanecieron Máximo Gómez y José Martí, después de desembarcar por Playitas de Cajobabo, Baracoa.
Otra joya de la ciudad son los antiguos cafetales franco-haitianos —propiedad de los emigrantes que escaparon tras el estallido de la revolución en 1789, y que rodean la ciudad de Santiago—, que obtuvieron la condición de Patrimonio de la Humanidad en el año 2000 por su valor histórico y como paisaje arqueológico.
Entre los siglos XVII y XIX se establecieron estas plantaciones en las tierras que les vendieron los españoles a estos emigrantes a muy bajo precio, quienes construyeron allí enormes casas de piedra. Existen cerca de un centenar de estas fincas, sobre todo en la zona de la Gran Piedra, El Cobre, Dos Palmas y Contramaestre, que conforman un extenso cinturón cafetalero. De ellas, las más reconocidas son la finca de Santa Sofía, el Kentucky y La Isabelica, que permanece en perfecto estado de conservación en la Gran Piedra.
Tanto la vivienda doméstica como los caminos y las áreas agrícola e industrial, conforman la unidad típica cafetalera. Los cafetales constituyen notables centros de cultura arquitectónica, científica, técnica y vial.
Por derecho propioEl Cuartel Moncada, hoy Ciudad Escolar, alberga al Museo Histórico 26 de Julio, que cuenta con ocho salas que muestran las luchas del pueblo cubano. Foto: Raúl Abreu La cordillera montañosa de la Sierra Maestra es perfectamente reconocible desde el antiguo Cuartel Moncada, cuya elegante arquitectura es un ejemplo vivo de art decó, a pesar de haber sido, durante muchos años, símbolo de una represión, que empezó a tambalearse después del ataque protagonizado por los jóvenes de la Generación del Centenario liderada por Fidel, el 26 de julio de 1953.
Entonces segunda fortaleza militar del país, el otrora Cuartel Moncada fue edificado en 1859 como prisión con mazmorras en los sótanos y campamento militar en su parte superior. Así surgió el Cuartel Nuevo Presidio, gracias a 300 mil pesos que destinó para ello la Corona española, y luego comenzó a ampliarse con el inicio de las luchas independentistas, en que con el nombre de Reina Mercedes sirvió para el acuartelamiento de las tropas que combatían a los mambises. En sus calabozos estuvieron valerosos patriotas como Guillermón Moncada, Quintín Banderas, Victoriano Garzón y Pedro Agustín Pérez, entre otros.
El 20 de mayo de 1902 se iza por vez primera nuestra enseña nacional en el Regimiento No. 3 de la Guardia Rural, que luego sería nombrado Cuartel Moncada en recordación del general santiaguero, aunque su gloria sería una y otra vez manchada con las torturas y los asesinatos perpetrados allí.
El recinto abarca un área de 60 000 metros cuadrados. En su centro se ubica el cuartel con una estructura de peine acostado, debido a que al lateral posterior del edificio central (mide 180 metros de largo) se unen seis pabellones de 70 metros de largo cada uno. Las gruesas paredes tienen 53 centímetros de espesor, mientras que los muros perimetrales están dotados de aspilleras, y en sus cuatro esquinas presentan sendas garitas en forma de torreones. La hoy Ciudad Escolar 26 de Julio alberga al Museo Histórico 26 de Julio, que cuenta con ocho salas que muestran las luchas del pueblo cubano. Entre los objetos más significativos que se exponen se encuentran un chaleco del Apóstol José Martí y el fusil que llevaba el líder de la Revolución en la Sierra Maestra.
Para quienes visitan el Museo, resultan muy atractivos la maqueta electrónica alusiva a los sucesos del Moncada, así como la réplica del Yate Granma y el mapa lumínico de la ofensiva final del Ejército Rebelde.
El reto principalSantiago de Cuba posee un centro histórico de 3,2 kilómetros cuadrados con un número importante de construcciones, y por ende no son pocos los problemas que tiene que enfrentar la oficina que dirige Omar López. Sin embargo, este asegura que «el principal reto es mantener viva la ciudad, lo que significa que hay que lograr que esta sea una urbe que respire, que funcione, que se ría.
«Siempre habrá edificios que arreglar y que rehabilitar, que reconstruir, pero lo esencial es que la Oficina del Conservador de la Ciudad tenga la capacidad de llevar adelante acciones integradas que hagan de Santiago de Cuba una ciudad más disfrutable, una ciudad heroica y hermosa, de la cual todos nos sintamos orgullosos».