He estado revisando cuanto he escrito durante trece años acerca del lenguaje. Algunas de estas curiosidades las he publicado en la prensa plana; otras, las he transmitido por radio.
Me parece que sería interesante autoplagiarme en ocasiones, no solamente porque resulta muy difícil buscar cosas nuevas de una misma lengua, sino porque he descubierto que los lectores y oyentes me preguntan las mismas dudas que una vez, o más de una, había aclarado.
Sí, los cubanos decimos que tenemos gorrión cuando nos sentimos nostálgicos. Algo así como la morriña gallega o la saudade portuguesa. He buscado algún posible origen y no lo he hallado. Quizá tenga algo que ver con el verbo engorronarse —vivir completamente retirado y casi como escondido. Nuestro gorrión no ha sido aceptado todavía. Parodiando una expresión que leí hace años, el problema no está en permitirle que vuele sobre nuestra cabeza, sino en dejar que haga su nido en ella.
Los franceses católicos en sus guerras de religión llevaban chaquetas con cruces rojas; las de los calvinistas eran blancas, sin cruces. Ambas estaban forradas de otro color. En medio de la batalla las usaban al revés hasta que se veían fuera de peligro. De ahí surgió la expresión: Cambiar de casaca. Carlos Manuel, duque de Saboya, se aliaba alternativamente con unos y otros. Fue el primer «cambia casaca» de la historia.
«El esfuerzo dio al traste con el éxito» es un disparate. Sería correcto decir: «Su falta de interés dio al traste con los sueños», o «la falta de voluntad dio al traste con los planes». Dar al traste con una cosa es echarla por tierra, destruirla, echarla a perder, malbaratarla. El esfuerzo y el trabajo no dan al traste con nada... bueno, con las ilusiones de los enemigos. Traste llaman a una pieza de la guitarra y al vaso pequeño de vidrio, con el que los catadores prueban el vino. Además en una segunda entrada léxica, se lee: Traste: trasero. Cuando a alguien le oigo: «se tiraron los trastes a la cabeza», pienso en asentaderas volantes que van de aquí para allá. Los americanos y andaluces de algunas zonas dicen generalmente: trasto.
La respuesta de hoyUn lector del pueblo de Máximo Gómez, me envía varios vocablos lucumíes para que hable acerca de ellos: Bilongo, una voz de nuestra norma, tiene origen en esa lengua. Significa hechizo. Según Fernando Ortiz, viene de bi-irongo, bi —causa de un sufrimiento—, irón —persona enferma, disgustada, abatida, y go —esconder. De modo que birongo, con r, y por corrupción bilongo, es causa oculta del sufrimiento de una persona enferma o abatida. Según otros autores, bilongo es derivado del angoleño longo. En Pinar del Río se decía así al alfiler de seguridad que se empleaba para sujetar el pañal a los bebitos. También le llamábamos: alfiler de criandera.
Sí, ciertamente, otra palabra que se usa mucho es: abikú o abicú. Designan con ella, al niño, generalmente raquítico, llorón y enfermizo. Según los creyentes, viene al mundo con un espíritu que se lo lleva pronto, y cuando muere, se hace acompañar de algún familiar, en la mayoría de los casos, de un hermano menor. También se da este nombre a los espíritus viajeros que encarnan en esas criaturas, y a los hijos, tras cuyo nacimiento, mueren los que llegan después.