Al llegar Fidel, inmediatamente fracasa el plan enemigo el 5 de agosto de 1994. Autor: Estudios Revolución Publicado: 05/08/2023 | 01:04 am
«Yo vine entonces porque tenía que venir, era mi más elemental deber estar junto al pueblo, en un momento en que el enemigo había trabajado mucho tiempo para crear un desorden. ¡Un desorden! No se puede decir que aquello fue siquiera un intento de rebelión, fueron en realidad desórdenes. Esos desórdenes se crearon alrededor de grupos que se movilizaban para robar embarcaciones con las cuales trasladarse a Estados Unidos, donde eran recibidos como héroes».
Así expresaba el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz a los asistentes al festival Cuba Vive, en 1995, exactamente a un año de los sucesos del 5 de agosto, cuando un grupo de elementos antisociales, instigados por Estados Unidos, provocó desórdenes y violencia en La Habana. Eran los tiempos más difíciles del Periodo especial y el enemigo pensaba que había llegado el momento de destruir la Revolución. Todos los días planeaban agresiones y ataques.
«Estaban realizando una actividad desestabilizadora, realmente. Ya casi no se podía ir a Regla, porque salía uno con un cuchillo, con una pistola, se robaba la lanchita de Regla, o un barco chiquito, mediano y hasta grande, cualquier cosa se robaban, porque mientras mayor fuera el escándalo, mejor para la propaganda contra Cuba, y allá, bueno, unos recibimientos extraordinarios; tenían privilegios que no tenía ningún ciudadano del mundo, con fines desestabilizadores, en medio de una situación económica difícil, en medio de grandes sacrificios por parte de nuestra población. Y fueron esos grupos los que empezaron a crear desórdenes», relata Fidel en su discurso a los jóvenes de varias partes del mundo, en la explanada de La Punta un año después.
Y continúa: « ¿Qué querían el enemigo externo y sus aliados internos, aunque constituyan una reducida minoría? Querían provocar un enfrentamiento sangriento, querían que usáramos las armas. Y armas tenemos, armas tenemos para millones de personas, que son las que defienden la Revolución; pero tenemos armas para luchar contra los enemigos externos.
«Excepto que desembarquen aquí, excepto que se empleen las armas internamente contra los revolucionarios, nosotros no tenemos por qué emplear las armas, teniendo el pueblo y teniendo las masas para mantener la estabilidad de la Revolución. Ese era mi papel, contribuir a que no se dejara nadie provocar, y preferíamos que dispararan contra nosotros a usar primero las armas. Y, realmente, se logró algo que no tiene precedentes: en cuestión de minutos el pueblo entero se lanzó a la calle y estableció el orden. Su sola presencia masiva y su espíritu establecieron el orden, sin usar las armas en absoluto».
En otro momento de su discurso Fidel subraya que «todos los años tendremos el deber de recordar la gran victoria del 5 de agosto de 1994 en que el pueblo aplastó la contrarrevolución sin disparar un tiro, porque dice mucho esta fecha, enseña mucho y alienta mucho».
Con ese mismo aliento, 29 años después y frente a similares intentos por desestabilizar el sistema político que soberanamente los cubanos hemos construido desde 1959, el ejemplo de Fidel aquel 5 de agosto nos impulsa a no claudicar jamás frente al enemigo y a emplear la inteligencia, la sabiduría y la unidad del pueblo en torno a la Revolución para alcanzar nuevas victorias.