Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Lo que más añoro es acariciar a mi niña

Toda precaución es poca, advierte joven que estando embarazada resultó positiva a la COVID-19

Autor:

Hugo García

Matanzas.— Rosa Anelis Sánchez González tiene apenas cinco días de nacida y no ha sentido todavía el calor de su mamá. El nuevo coronavirus se ha encargado de esta separación.  Ambas ya son negativas a la prueba PCR. Ahora están cerca en el hospital materno provincial José López Tabranes. La bebé, en la sala de neonatología, en el primer piso, y su mamá, en la sala I, del segundo.

Rosa Anelis pesó cuatro libras y media. Según la doctora María Alicia López del Huerto, especialista de primer grado en Neonatología, el hecho de que la bebé naciera pre término a las 33 semanas, aunque presenta buen estado general, se encuentra de cuidados y con una evolución favorable.

«Solo la vi muy rápido cuando nació, pero sin tocarla», nos dice angustiada Oslaidy González Bóveda, al recordar el primer llanto de su niña. «En ese momento sí que me emocioné mucho, no pude retener el llanto», narra la joven de 19 años de edad y natural de Jagüey Grande.

«No se cómo me contagié, porque en los últimos quince días solo salí una vez a comprar la canastilla, en la tienda me senté en una silla, al regresar a la casa me quité toda la ropa y me bañé», nos dice.

«La noticia de que era positiva me afligió mucho, porque nunca esperé ese resultado, teniendo en cuenta que la única vez que salí de la casa, con todas las precauciones, supongo fue el momento del contagio, además de que fui la única en mi casa y el barrio.

«Empecé con tos y temía que me diera catarro, lo que impediría la cesárea en caso que fuera necesario. Por eso fui al consultorio del médico de la familia, de allí me remitieron para el policlínico y luego el doce de mayo para el centro de aislamiento del hospital Mario Muñoz, donde se le practicó cesárea».

Confiesa que hubiera querido que naciera con el tiempo de gestación adecuado y de manera normal. «Lo que más añoro es verla, acariciarla», cuenta.

Al precisar sobre el día de la cesárea en el centro de aislamiento del hospital Mario Muñoz Monroy, asevera que no se puso nerviosa por el equipo médico que la estaba atendiendo: «Estaba en buenas manos y todo salió bien, todos se portaron muy bien, la operación fue con la raquídea y aunque escuchaba todo, siempre estuve calmada.

«Me dijeron que me deben trasladar de sala el domingo o el lunes próximo, espero que ene se momento pueda tenerla en mis brazos y amamantarla, y todo está preparado en la casa para cuando lleguemos».

«A todas las personas y en especial a las embarazadas, las alerto de que toda precaución es poca, que no salgan de casa en ningún momento», advierte la menuda joven, que sufriera este calvario de la incertidumbre por culpa de la COVID-19.

Ella vive cerca de la terminal de ómnibus del poblado jagueyense, junto a su esposo, su mamá, el padrastro y su hermana de diez años de edad. Su mamá visita el hospital por las tardes y recibe los partes médicos, y ya la abuela y su esposo vieron la niña a través de un cristal.

Al elogiar la atención en ambos hospitales, recalca que su sueño es ver pronto a su niña, mientras comenta la prestancia del riguroso protocolo de seguridad en la sala I de aislamiento, donde laboran la licenciada en enfermería Diansy Valón Puñales; la doctora Laidys Laura López Rodríguez, residente de segundo año en ginecología y obstetricia, y el enfermero Carlos Alejandro González Granda.

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