El próximo 12 de diciembre será la premiación y apertura del Salón Juan David de caricatura personal, que históricamente convoca el Museo Internacional del Humor de San Antonio de los Baños. Lázaro Miranda (Laz), además de haber participado como jurado del certamen, será invitado a exponer en las salas del prestigioso museo. Su muestra de caricatura personal lleva por nombre Retrato hablado, saga de una anterior propuesta de igual nombre que hiciera en la galería Pancho Vázquez, de JR, a principios de esta centuria.
Fui escogido (por Laz e Isel) para realizar el texto que contendrá el plegable promocional de dicha expo, en la cual el autor me pidió que no me perdiera en adornadas palabras y sobre todo que fuera sincero cuando emitiera mi opinión sobre su obra. A modo de «entrante» y para que no se pierdan el Juan David de este año, aquí les mando un adelanto:
Al decir del buen cubano, Laz me la puso fácil. No hay nada que convoque a menor esfuerzo que hablar de Laz sin ambages, sin edulcoraciones ni rebuscadas palabras, símiles o rimbombantes metáforas.
Laz es único, como única es su obra, llena de humor costumbrista, del cotidiano desandar del barrio, de las calles… al estilo de nuestros más avezados «vernaculares» de la caricatura: Manuel y Martirena, desde mi más respetuosa apreciación.
Lázaro nos llega con su sello particular, en el que aparecemos todos en singulares personajes de nariz y ojos sobresalientes, sin descontar las exuberantes nalgas en sus negronas habituales. Nos habla con el diálogo y la vida del cubano de estos tiempos.
Pero hay que decir más, y con toda sinceridad (ya saben), porque el tema que nos reúne hoy es la caricatura personal, su más distintivo trazo. Catalogado por la inmensa mayoría (especialistas o no) como el más notable caricaturista personal de la actualidad, Laz arriba a ese estatus por derecho propio.
Humberto Lázaro estudia hasta el cansancio cada rostro que lleva al lienzo, la cartulina o el papel. Busca múltiples fotos, hace varios bocetos y después te la muestra y pregunta sin pena alguna, sin el más mínimo destello de arrogancia: ¿Quién es? Si hay varias opiniones encontradas, desecha el dibujo y vuelve a empezar. En una ocasión en que le reprobé dicha acción apuntando que no todos tenían que reconocer a la persona caricaturizada, me respondió con profunda seguridad de lo que hacía: «Mientras haya una persona que no reconozca al personaje caricaturizado es que el dibujo no está bien».