Mambisadas Autor: LAZ Publicado: 01/02/2018 | 10:34 pm
¿Sabías que las Mambisadas eran noticias insurrectas que se transmitían los mambises unos a otros? Estas llegaban y salían de las prefecturas mambisas (campamentos), sobre hechos relevantes ocurridos en los combates, como las victorias, bajas, movimiento de tropas enemigas, tipos de armamento, fechas de llegada a las poblaciones por el enemigo, nombres de los batallones y los oficiales que los comandaban, cantidad de hombres, rumbo que seguían, y otros sucesos.
Además, formaban parte también las noticias relacionadas con la vida interna mambí. Fueron desafíos y realidades que pusieron a toda prueba de coraje y voluntad de cambio la vida de nuestros mambises durante la guerra.
Escribo esta sección, que toma el nombre del libro publicado por la editora Abril pensando en los jóvenes. Deseaba y deseo que les llegue el conocimiento de la historia en un lenguaje fácil y claro, con matices pedagógicos para que la enseñanza dé sus frutos, en su debido tiempo. Toda mi bibliografía de corte biográfico está basada en una rigurosa, exhaustiva y profunda investigación histórica que me permitió escribir la vida de grandes héroes que por su participación en la guerra iniciada por Carlos Manuel de Céspedes se convirtieron en generales mambises.
Aquí compartirás una síntesis biográfica de ellos y su lectura aumentará tus conocimientos para que puedas discernir cada paso dado por estos hombres en su afán de lograr la independencia. Recuerda que estarán siempre presentes los mambises en la historia de Cuba para no olvidar quiénes somos, ni de dónde venimos. Comenzamos hoy con el general José Maceo:
Más de 1 500 acciones de guerra
José Marcelino Maceo Grajales, nuestro José, nació el 2 de febrero de 1849 en la finca Las Delicias, cuartón de Majaguabo, término municipal de San Luis de las Enramadas, al sur de la provincia de Oriente. Participó de manera muy destacada en las tres Guerras por la Independencia de Cuba en el siglo XIX. Se convirtió en símbolo y leyenda entre los combatientes cubanos, quienes lo denominaban por su arrojo y valentía el León de Oriente. No era dado a odiar ni aún a los peninsulares. Muy querido por su hermano Antonio, a quien a su vez, adoraba y defendía con pasión. José Martí sentía por él una especial devoción, una gran confianza y admiración, al igual que Máximo Gómez.
Era de elevada estatura, no mayor que Antonio. Presumido en el vestir, zurdo, fornido y macizo, gagueaba notablemente cuando se incomodaba o se apasionaba en una discusión, hablaba bajo, no decía mentiras, fumaba tabaco y en pipa, le gustaba tocar la guitarra. Era jovial, reservado, desinteresado, modesto, muy enamorado y sincero. Cazador a ciegas y de buena puntería. Poseía un elevado concepto del deber, antirracista, masón, temerario y rebelde, pero con gran sentido de la disciplina militar. Obediente con su hermano Antonio y el General Máximo Gómez. Cariñoso con los niños, respetaba a las mujeres y al desvalido. Era un magnífico jinete, le gustaba la lidia de gallos. Fue el tercero del matrimonio Maceo-Grajales.
En su haber militar contó con no menos de 1 500 acciones de guerra. Llevó como sello distintivo, 19 heridas de bala. Fue uno de los inclaudicables en Baraguá. Se fugó dos veces de las cárceles españolas. El destierro, la prisión, la persecución, la guerra y el infortunio, lo educaron y lo prepararon admirablemente para la Guerra del 95.
Máximo Gómez apuntó en carta dirigida a su esposa Manana, la pérdida irreparable, en el combate de Loma del Gato, de su amigo, el General José Maceo:
«(…) era preciso haber conocido bien a fondo el carácter de aquel hombre sin dobleces y rústica franqueza para poder estimarle y estimar su cariño cuando lo demostraba (…)
«(…) descubrí en él la grande y noble gratitud del león que la historia cuenta, y entendía la grandeza de su valor admirable e intrépido cual ninguno, por su generosidad y su amor a las mujeres y a los niños. El español más cruel, rendido al General en mitad de la refriega más sangrienta, podía contar con la vida (…).
«(…) llora ahora y paga con el tributo de tus lágrimas algo de lo mucho que tu Cuba debe al valor y al esfuerzo del héroe de La Indiana, de La Galleta, del Jobito, de Pinar Redondo, de Majaguabo, San Luis, Dos Caminos, Sao del Indio, El Triunfo, Cauto Abajo, Mayarí, Arroyo Hondo, Sagua, Songo y mil más y Loma del Gato, en donde como un atleta invencible rindió su última jornada el Mayor General José Maceo, magnífico soldado de la Patria y amigo distinguido de tu Máximo (…)».
La despedida
Eran dos hermanos. La revolución en marcha había decidido separarlos. No de bandos, sino en el guerrear. La invasión, sueño de todo libertador mambí, la dirigía uno de ellos; algunos días antes habían estado juntos en Vega de Pestán. Ahí evocaron el recuerdo familiar y quizá la infancia. Al final todo concluyó en consejos y órdenes militares. Después, el minuto terrible de la despedida. Allá a lo lejos, las tropas del Titán se dirigieron al Occidente; acá, las de José, hacia el corazón de Oriente. Ambos hermanos se habían quedado solos en sus meditaciones. Distantes, no rompieron el silencio. No fue posible precisar el pensamiento de cada uno de estos hombres en aquel instante. Las cabalgaduras se acercaron. Se produjo el apretón de un abrazo. Antonio marchó, José quedó escudriñando el horizonte solo, hosco y con el ceño fruncido. No volvería a percibir más la sonrisa acusadora de su hermano como látigo paternal. Aquellos protagonistas de la historia, sin saberlo, penetraban en ella como raíces, al separarse para siempre, no se volverían a ver.