Contaba mi mamá que en aquellos días La Habana estaba diferente. No se sentía el bullicio habitual, las personas andaban tristes, pendientes de las noticias. De pronto las bocinas de los carros comenzaron a tocar de manera sostenida, pero era un falso rumor. Camilo Cienfuegos, el sastre de la capitalina tienda El Arte devenido Comandante de la Sierra Maestra, no había aparecido, un accidente de aviación le había segado la vida.
Mientras me contaba la triste historia, caminábamos flores en manos hasta el Malecón. Era 28 de octubre, día de luto para los cubanos. Luego fui muchas veces con mi escuela, más tarde con mis compañeros de trabajo, con mi hijo –a quien le conté la historia de la abuela- tributo que es tradición para los cubanos.
Quizás por la historia que conocí desde pequeña, me estremeció visitar el complejo histórico-cultural Camilo Cienfuegos y encontrar un nicho marcado con las letras SR –sin restos- que tiene grabado el nombre del guerrillero y cuya tapa representa su sombrero, de ala ancha.
En Yaguajay, donde «El Señor de la Vanguardia» libró una de las batallas más importantes del Ejército Rebelde en diciembre de 1958, se erige el complejo histórico-cultural Camilo Cienfuegos, Monumento Nacional que incluye el museo del mismo nombre. A la entrada, una escultura de bronce realizada por la Thelvia Marín se eleva cinco metros. Está inspirada, según refirió la artista, en la última foto tomada al guerrillero antes de la victoria definitiva en los mismos predios donde hoy se erige su figura.
Sin embargo, lo más llamativo para mí fue apreciar que en esa ciudad, ubicada al norte de Sancti Spíritus, Camilo es recordado con un cariño muy especial. No es difícil ver su imagen, no solo en lugares oficiales como escuelas, centros laborales o vallas, sino en las casas. Fotos que se mantienen de generación en generación, y se colocan junto a las que marcan momentos importantes de la familia, como los 15, la boda, el pequeñín y su pañoleta, los abuelos…
Entre los mayores sobran las anécdotas. Hay quienes le recuerdan caminando por las calles de Yaguajay, entrando en el bodegón acompañado de otros «barbudos», hablando con la gente, cargando algún muchacho. Porque con sus apenas 27 años, Camilo era un hombre de pueblo, simpático, sonriente y conversador.
Por ello y en virtud de su recuerdo, el Mausoleo es lugar de visita, tributo y encuentro sincero. Tres fusiles fundidos en bronce que soportan el Escudo Nacional aluden a las fuerzas revolucionarias que integraron el Frente Norte de Las Villas: los destacamentos Marcelo Salado, del Movimiento 26 de Julio; Máximo Gómez, del Partido Socialista Popular, y la Columna 2 Antonio Maceo, comandada por Camilo.
El Museo posee unos 500 objetos, entre ellos documentos, ropas, armas, fotos y un archivo fílmico. Entre los más apreciados, un pequeño fusil de juguete rescatado de la niñez de Camilo, una ametralladora Thompson empleada en la batalla de Yaguajay y su traje de campaña para la invasión a Occidente. Además, se conserva disecado el caballo con el cual encabezó desde esa ciudad hasta La Habana una caballería de campesinos que asistieron al primer acto por el 26 de Julio después del triunfo de la Revolución.
De Camilo hay sobradas anécdotas. De sus bromas al Che Guevara a quien, dicen, era el único que le aguantaba un chiste, lo consideró el más brillante de los jefes guerrilleros y lo llamó El Señor de la Vanguardia. De su vínculo estrecho con Fidel, que le consultaba «¿voy bien?». Su sonrisa carismática y su indiscutible don de mando ante la tropa propiciaron que al triunfo de la Revolución fuera nombrado Jefe del Estado Mayor del Ejército Rebelde.
Pero su historia revolucionaria comenzó mucho antes. Desde 1955 se vincula a los círculos estudiantiles de la Universidad de La Habana. En una entrevista realizada al dirigente de la FEU Juan Nuiry –ya fallecido- me contó que, luego de una marcha en la cual había resultado herido, por lo cual se encontraba ingresado en el Hospital Emergencias, conoció a Camilo, que había recibido una golpiza.
Preso y fichado por los sicarios del régimen dictatorial, el joven rebelde tuvo que tomar el camino del exilio en Estados Unidos, allí supo del proyecto encabezado por Fidel y se sumó a los expedicionarios del yate Granma. Historias entretejidas que no pueden ser olvidadas, porque son raíz y sabia de una nación.