Para la jubilada Julia Ceruti, la rebaja de precios no ha estado respaldada como se debe por los suministros, al menos en ese kiosco. Autor: Calixto N. Llanes Publicado: 21/09/2017 | 06:31 pm
Excepto confituras, que al parecer están escaseando, el abastecimiento de los productos recién rebajados a las cadenas de tiendas recaudadoras de divisas mantiene un comportamiento más o menos estable en municipios habaneros del centro y la periferia de la capital cubana, como Guanabacoa, Diez de Octubre y Cerro.
Todo depende de las características de las tiendas, comprobó JR durante un recorrido este jueves por varios establecimientos de esas jurisdicciones. Los más grandes, con mayores condiciones de almacenaje y refrigeración, están mejor surtidos.
En los más pequeños, aunque no en todos, la oferta sí está a menos. Son kioscos y kiosquitos que, aunque chiquitos, sirven para evitar el traslado de los vecinos, en especial de los menos jóvenes, hacia el centro de sus localidades.
El Pollito, situado en Vía Blanca antes de subir hacia el Entronque de Guanabacoa, solo disponía de aceites de soya refinados, unos en bolsas de 500 mililitros a 0,95 centavos de CUC y otros en pomos de un litro a 1,95 CUC, además de picadillo de res a 1,05 CUC. «Cigarros sí hay, de todos tipos», nos comentó irónica una parroquiana que se negó a dar su nombre.
En el kiosco Amanecer del reparto Mañana, no había aceite, ni tampoco muchos otros surtidos.
Julia Ceruti, una alegre sesentona que tiene por hábito pasar con frecuencia por allí para saludar a sus amigas dependientas —que se abstuvieron de dialogar con nosotros porque «tenían que pedir permiso al complejo»—, nos dice, con locuacidad y franqueza, que los nuevos precios minoristas en CUC que empezaron a aplicarse a un grupo de productos desde el pasado 22 de abril «están muy bien, pero el suministro, al menos en esta unidad, no ha respaldado como se debe una decisión con la que está conforme el pueblo».
«Surtieron hace una semana, pero ya no hay casi nada, ni picadillo. Allí —señala hacia un estante—, donde va el aceite, usted ve que las muchachas tuvieron que poner muñecos de regalo para el Día de las Madres para no dejar el anaquel vacío.
«Lo que compra la gente como yo, los jubilados, que nos cuesta trabajo caminar mucho, no está aquí, como pollo en trozos, en porciones, porque yo no puedo comprar una caja».
El Amanecer está a escasas cuadras del Cupet de la Rotonda de Guanabacoa. Dos responsables del lugar —a quienes no les solicitamos sus nombres, debido a que el directivo principal del lugar no estaba en ese momento y nos insinuaron indirectamente que necesitaban permiso para hablar con la prensa— nos comentaron informalmente que allí hay un buen abastecimiento.
«Este es el Cupet que más vende en el país», me dijo el compañero, mientras que su colega, una dama, nos respondió que el suministro a la instalación es estable, excepto algunas cosas como las confituras. «Por la televisión dijeron que las fábricas de confituras tienen problemas con las materias primas; lo oí en el noticiero», me aclaró el caballero.
«Grandes» y bien manejadas
La shopping La Alianza, de Guanabacoa, está en uno de los lugares más concurridos del pueblo, el parque. En realidad no es muy grande, pero es de las más importantes del vecindario. Al momento de nuestra visita estaba muy bien surtida.
No disponía, por supuesto, de todos los productos (más de 70) que fueron objeto de nuevos precios como parte de la política del país para incrementar gradualmente la capacidad de compra del peso cubano en corto plazo, pero había unos cuantos de ellos, incluidas confituras.
Su administrador nos dio su nombre y nos brindó su atención sin ningún reparo, como debe ser, porque las tiendas son del pueblo y están hechas de punta a cabeza para dar servicios al pueblo, y es elemental que en ellas se dé acceso a la prensa, como parte de las políticas de protección al consumidor. Silvio Consuegra —así se llama— nos comentó que el suministro a ellos «hasta ahora es perfecto».
«Tenemos aceites, picadillos, pollos y piezas de pollos en diferentes variantes, galletas, confituras... Confituras tenemos bastante (nos entró un contenedor), no para “mi” tienda, sino para todo el complejo al que pertenecemos».
Durante el diálogo, Consuegra nos explicó que es muy posible que a corto y mediano plazo no tengan problemas con los cárnicos. Están gestionando un contrato con la empresa Bravos S.A., para garantizar el aprovisionamiento de algunos picadillos.
«Ayer —nos relata— vino una compañera del área de comercialización de esa entidad para comprar algo para sí, una gestión personal, pero parece que aprovechó y nos explicó que estaban interesados en abastecernos con algunos cárnicos.
«La atendí y empezamos a trabajar en el contrato. Por supuesto, yo no tengo autoridad para hacer eso, pero les vamos a transmitir la propuesta a nuestros jefes, al comercial, para que la valoren y, si es adecuada y conveniente, concretarla».
No es por «pasarle la mano» por su actitud responsable y transparente hacia nosotros, trabajadores de la comunicación social, pero el episodio que nos contó Consuegra —tenga él o no la potestad para hacer eso, aunque las gestiones y la iniciativa siempre son válidas y aplaudibles— revela que en ese lugar, que está relativamente bien surtido (al menos fue la impresión inicial que nos llevamos, porque salimos a hacer un reportaje informativo, no de investigación), hay iniciativa y preocupación por parte de sus directivos y trabajadores en favor de un mejor servicio.
Al mismo tiempo, la gestión de la compañera de la empresa Bravos S.A que se le acercó al administrador —aunque estaba de compra privada— también revela otra dinámica actual de este país, que lamentablemente no se está aprovechando ni al mínimo, que es la iniciativa de las empresas productoras por ampliar la colocación de sus surtidos en el mercado nacional, sean hechos o reelaborados aquí adentro.
«Gestión». El problema del abastecimiento a las tiendas o a lo que sea, no solo es «cosa» de los que mandan de «arriba», sino también de los que están «abajo».
«Mucha la demanda»
Yaser Manzano es el dependiente del kiosco La Única, un apretado entresuelo con vista a la calle debajo de la tienda homónima ubicada en la avenida Acosta, casi llegando al Mónaco, La Víbora.
Flaco y espigado, el joven no para de atender al público. «Suban a ver a la gerente» —nos dice—, pero no le teme a las preguntas. Saca la lista de los productos rebajados y factura a factura nos va diciendo qué tiene, cuánto valía, cuánto vale ahora. Hojea con rapidez, atiende a otra cliente; vuelve a hojearnos el documento de suministro; regresa a sus clientes...
«Aquí el abastecimiento es bueno, es cada dos o tres días... Están entrando las cosas», afirma. «El problema aquí está muchas veces en las neveras. No tenemos suficientes y se vende mucho». Nos mira y vuelve a lo suyo.
«Mucha demanda; pocos productos», sentencia en su ayuda Damarys Márquez, una clienta. «Nos abastecen tres y cuatro veces a la semana, pero todo se acaba rápido, “vuela”», replica Manzano, y sigue en lo suyo.