Los vínculos entre Cuba y Angola se fortalecieron con la sangre de sus héroes. Autor: Archivo de la revista Verde Olivo Publicado: 21/09/2017 | 05:41 pm
Cruzando el océano Atlántico hay un país del cual muy pocos cubanos habíamos escuchado hablar: Angola. Sin embargo, los acontecimientos que sacudieron a ese país a partir de 1975 hicieron que hoy forme parte de nuestras vidas.
Ante el derrumbe del viejo imperio colonial, el régimen racista de minoría blanca de Sudáfrica, confabulado con Gobiernos reaccionarios de esa región, intentó su viejo proyecto de dominación en el continente, para lo cual era preciso impedir la genuina independencia de la República Popular de Angola de sus colonos portugueses, pactada para el 11 de noviembre de 1975.
Ante el inminente golpe que hubiese aniquilado a las fuerzas revolucionarias del Movimiento Popular para la Liberación de Angola, el Gobierno de Cuba, a solicitud del presidente angolano Agosthino Neto, decidió enviar tropas regulares y armamento apropiado para enfrentar a los agresores.
A pedido del Gobierno legítimo de la naciente República, y de conformidad con el Artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas, nuestros internacionalistas cerrarían filas con soldados angolanos para derrotar a los enemigos.
Muchos de quienes llegaron a Angola formaron parte de la Operación Carlota. El nombre de esta fue tomado de una esclava libertaria africana que el 5 de noviembre de 1843 encabezó una rebelión en el ingenio Triunvirato, de Matanzas, contra los esclavistas españoles. Carlota fue salvajemente asesinada; su cuerpo fue atado a caballos que tiraban de forma contraria, hasta descuartizarla.
Fidel se reunió con los primeros voluntarios que partirían hacia Angola. Les habló de la necesidad y lo riesgosa que era la operación; les informó que algunos de los instructores cubanos que ya ayudaban a los independentistas angolanos habían muerto y que, pese a la difícil situación, era imprescindible detener a los racistas antes de que llegaran a Luanda, la capital angolana. Agregó que le era muy duro decir eso y no acompañarlos. A partir de ese momento comenzó el reclutamiento, en un ambiente descrito por numerosos cronistas como de entusiasmo.
Cualquiera de los hombres elegidos podía decir que no; la decisión personal, con absoluta libertad, determinaba quien partía o no hacia el campo de batalla. Empezaba ese día la Operación que duraría 15 años y medio.
Territorios como Quifangondo, Cabinda, Cangamba, Sumbe, Cuito Cuanavale, nombres antes remotos y con un cierto exotismo sonoro, fueron regados con el valor y la sangre de los hombres y mujeres de dos pueblos distantes en la geografía, pero hermanados en el combate.
La Operación Carlota concluyó el 25 de mayo de 1991, con el regreso de los últimos 500 militares cubanos que permanecían en Angola. Mucho antes, el entonces ministro de las FAR, Raúl Castro, había dicho: «De Angola nos llevaremos la entrañable amistad que nos une a esa heroica nación, el agradecimiento de su pueblo y los restos mortales de los queridos hermanos caídos en el cumplimiento del deber».
Y así fue. El 7 de diciembre de 1989 tuvo lugar en El Cacahual la solemne ceremonia de despedida de duelo a los combatientes internacionalistas. La Operación Tributo rendía honores a los más de 400 000 combatientes y colaboradores civiles de Cuba, de los cuales cayeron 2 289, de ellos 863 en acciones combativas, 829 en accidentes y 597 debido a enfermedades.
En aquel día histórico, Fidel subrayó que en todas partes donde estuvieron los internacionalistas cubanos fueron ejemplo de respeto a la dignidad y la soberanía del país. «La confianza ganada en el corazón de esos pueblos no es casual; fue fruto de su intachable conducta».
El presidente angolano José Eduardo Dos Santos resaltó que centenares de los mejores hijos de Cuba sacrificaron sus vidas al lado de su pueblo, luchando en las mismas trincheras con el mismo fervor revolucionario por la defensa de la independencia y de la integridad del territorio de Angola, contra las agresiones racistas de África del Sur y contra los agentes del imperialismo internacional.
Al informar al líder de la Revolución que la Operación Carlota había concluido, Raúl aseveró: «La gloria y el mérito supremo pertenecen al pueblo cubano, protagonista verdadero de esa epopeya, que corresponderá a la historia aquilatar en su más profunda y perdurable trascendencia».
Bibliografía: La guerra de Angola y Angola, ha nacido una nueva generación, Editorial de Ciencias Sociales. Cien horas con Fidel, de Ignacio Ramonet.