Cada lunes en la noche, Ulises Toirac y su equipo se «cuelan» en nuestras casas para hacernos reír, gracias a la magia de la televisión. El hoy popular Chivichana se graduó de Ingeniería Electroenergética en 1986, en la CUJAE, donde fue dirigente de su facultad y ocupó el cargo de propaganda en el secretariado de la organización a nivel de Instituto.
Más de 20 años después, recuerda con satisfacción aquellos años en que combinaba los estudios con el arte, antes de tomar la decisión de dedicarse por entero al humor.
«En los años 80 la organización tenía mucha vida, era una masa muy grande que había involucrado a numerosos jóvenes, por eso tenía gran madurez y a la vez era muy jovial.
«Creo que en eso se diferencia un poco de la de hoy. Continúo actuando en actividades de la FEU, y veo que los universitarios de ahora son más serios, más adustos, tienen otro aire. Claro, hay menos recursos, los muchachos tienen que pensar más las cosas, es más duro.
«Nosotros éramos tal vez menos pensadores y más hacedores. Inventábamos muchas maldades, como ir a la Colina y «secuestrar» a su presidente de la FEU, llevárnoslo para Santiago de las Vegas y tenerlo tres días por allá. Y la gente de la Universidad de La Habana buscando a su dirigente y lo teníamos nosotros.
«Eso no quiere decir que éramos superficiales. Recuerdo, por ejemplo, cuando la invasión norteamericana a Granada, que pasamos noches sin dormir. O cuando levantamos en la mansión del antiguo dueño del central Martínez Prieto la casa de la FEU del Instituto. También entonces la organización realizaba un trabajo político muy profundo y serio con los jóvenes».
—¿Cómo hacías para combinar una carrera tan dura con tantas actividades?
—Era muy difícil, suspendí bastante. Y creo que si me gradué fue gracias al apoyo del actual viceministro de Educación Superior Rodolfo Alarcón, que era el rector de la CUJAE, pero que vivía muy atento y cercano a la FEU, y se involucraba con todas nuestras actividades.
—En aquella etapa hacías humor con el grupo Onondivepa…
—Así es. Onondivepa surgió en la propia CUJAE e interpretábamos textos de Zumbado, Les Luthiers o de nosotros mismos.
«El ambiente universitario fue un gran estímulo. Aquella fue una época muy buena, que viví intensamente y recuerdo con mucha alegría».
Como nos dice este peculiar testimonio, la FEU tiene una historia y un carisma especial. La historia de Cuba no podría escribirse sin destacar su impronta. Aquellos que han pasado por sus filas no la olvidan, porque reúne en sí las virtudes y conflictos de cada generación de estudiantes universitarios.
Es una organización a la cual todo joven quiere pertenecer. Su popularidad no es trivial, sino bien ganada por su accionar antes y después de la Revolución.
En sus 87 años no envejece. Pareciera que hubiera bebido agua de la Fuente de la juventud. Y es que asume la edad de sus integrantes, y con ella muta al compás de los tiempos.
Es rebelde, profunda, cuestionadora, y también alegre, fresca… inteligente. Así la ven quienes han integrado sus filas, y así la sentirán quienes este miércoles tuvieron el honor de unirse a su membresía a lo largo del país.
Sin temor a los ciclones
«Yo no puedo tenerle miedo a los ciclones, porque lo que yo viví en la Universidad, en medio del período especial, fue un vendaval».
Gisell Aguilar Oro —quien a menudo nos ofrece el pronóstico del tiempo en el Noticiero de Televisión— asegura que las cosas que se conquistan con dificultad se aprecian más. «A veces es bueno que la vida no sea muy fácil, porque aprendes a enfrentar los problemas con optimismo».
Corría el año 1993, y un intenso período especial se hacía sentir en la Isla cuando Gisell llegó a la Universidad de La Habana para estudiar Licenciatura en Geografía. De su natal Venezuela, en Ciego de Ávila, la trajo su papá hasta la beca de Alamar.
«Aquello estaba “tan feo” que mi viejo me dijo: “Mira, si no te quieres quedar, tú me llamas y yo vengo a buscarte”. Pero de eso nada, me repuse de mis lágrimas y, con el apoyo de mi hermano que en aquellos días hacía el servicio militar en la capital, y de mis compañeros, me gradué en 1998.
«Esos fueron años difíciles también para la FEU. Con gran esfuerzo se hacían las actividades. Recuerdo las marchas del 27 de noviembre y del 28 de enero, llevar flores al mar en homenaje a Camilo, y otras movilizaciones a las que nos convocaban.
«Puedo decirte que lo que más me marcó en la vida universitaria fue la solidaridad, la amistad entre todos, solo así fue posible llegar a la meta de graduarnos».
—¿Cómo viajaban del Vedado a Alamar?
—Esa era la primera odisea, el transporte. También la comida, entre todos preparábamos en mi cuarto, con una hornillita, las cosas que comprábamos. Yo soy bastante buena cocinera, y allí iba todo el mundo con lo que podía aportar; al final nos quedaba bastante bueno.
«Recuerdo noches enteras estudiando, en medio de un apagón, con una chismosa. De esos días resultaron muy buenos amigos, ese luchar por un mismo objetivo, ese sacrificio juntos crea lazos que nunca terminan».
Gisell afirma que las dificultades que pasó en su vida de universitaria la formaron para no temerle a ninguna faena, por difícil que parezca.
«Aquí, en el Instituto, hay que estar atento a cualquier fenómeno meteorológico las 24 horas de los 365 días del año. Es un trabajo arduo, y de mucha responsabilidad, porque de nuestro aviso depende que pueda protegerse mejor la población y la economía del país».
Estas responsabilidades no fueron óbice para que Gisell siguiera superándose y hoy sea una de los 30 doctores en Ciencias Meteorológicas con que cuenta el país.
«Si volviera el tiempo atrás, haría la misma carrera, estaría de nuevo con mis compañeros. Ese fue un privilegio que me dio la vida».
Campeona de la solidaridad
Si existe una razón por la que Beisy Quintana no se arrepiente de haber estudiado Licenciatura en Sociología, es por haber sido miembro de la FEU. Gracias al apoyo que esa organización le brindó, la campeona de kárate de los Juegos Panamericanos de Winnipeg 1999 pudo graduarse de la Universidad.
«Generalmente los deportistas estudiamos Licenciatura en Cultura Física, pero yo siempre quise dedicarme a las letras al retirarme».
—Cuando entraste a la Universidad ya eras atleta de alto rendimiento. ¿Cómo pudiste llevar ambas cosas a la vez?
—Gracias a mis compañeros. Éramos un grupo de 40 estudiantes, muy unidos. Yo viajaba mucho, y ellos lo mismo me enviaban las conferencias adonde estuviera, que al regresar estaba incluida en un equipo para hacer un seminario. El Presidente de la FEU estaba en mi aula, y su actitud influyó en los profesores.
«Me tenían en cuenta para todo. Para las marchas, las reuniones… siempre mi puesto estaba guardado. Yo empecé en la Universidad en 1999, cuando lo de Elián, y se vivían momentos muy intensos, en los que la FEU siempre tuvo protagonismo. Recuerdo con mucho cariño la Marcha de las Antorchas de ese año o de 2000, no puedo precisar. Me emocionó ver toda esa juventud, el fuego, las consignas, las canciones… Fue impresionante.
«También disfruté mucho los Juegos Caribe. Como no me dejaban competir en kárate, me apunté en voleibol. Era malísima, pero me divertía mucho. También iba a ver las competencias, donde jugaban compañeros míos en otras disciplinas. Gracias a eso conocí mucha gente. Los Caribe me permitieron hacer vida social, pues por mi entrenamiento no podía compartir tanto como el resto de mis compañeros».
—Sé que durante esa etapa también fuiste profesora…
—Esa fue otra tarea muy linda que nos tocó cumplir, aunque no fue nada fácil. La FEU convocó a sus miembros a incorporarse a dar clases en el nivel de secundaria, y así lo hicimos la mayoría.
«Fue estresante: el entrenamiento, enseñar, la carrera... Los adolescentes son difíciles, pero cuando comienzas a tratarlos, empiezas a conocerlos, porque recuerdas cuando pasaste por esa etapa.
«Pienso que la FEU es muy importante para los universitarios, porque nos da un equilibrio y nos alivia la carga de estudios con actividades que también nos forman».