Bayamo.— Hay preguntas que, aunque parecen simples, tienen una profundidad insondable y nos hacen mirar las complejidades del porvenir.
La afirmación viene a raíz de la asamblea provincial de la FEEM en Granma con vistas al Congreso de la organización, que resultó bastante movida, desprovista de bostezos, y en la que saltaron varios cuestionamientos hondos y espinosos.
¿Qué podremos entregarle a la Revolución mañana si nos convertimos en unos ignorantes políticos que no conozcamos del acontecer del mundo? ¿Qué sociedad construiremos en el futuro si nos acostumbramos desde ahora a no trabajar por cualquier motivo, a veces con el consentimiento de nuestros padres? ¿Cómo es posible que desconozcamos la historia de nuestro centro estudiantil o del barrio en el que está enclavado?
Así se autointerrogaron algunos de los 250 delegados del plenario. Y en sus respuestas inteligentes se dibujaron retos.
Adrián Corrales, desde su silla de ruedas, señalaba, por ejemplo, que determinados alumnos son incapaces de sostener un debate político, porque le prestan poca atención a las noticias de Cuba y del planeta. Lo peor es que ese proceder incuba el «A mí no me importa», frase por la que comienzan a colarse la apatía y la incultura.
Mientras Pedro Luis Sánchez exponía, al contestar una incógnita sobre ciertos alumnos perezosos: «Tenemos que ser rigurosos con los certificados médicos. Hay quienes inventan un papel para no ir a labores agrícolas. Otros tienen problemas reales de salud, pero pueden ayudar llevando agua a sus compañeros y no lo hacen». Son esos que se acostumbraron a “majasear”».
Agregaba, de paso, que en ocasiones la exigencia no es igual para el estudio que para el trabajo. «Es cierto: nuestro principal objetivo es estudiar, pero con sistematicidad olvidamos el principio martiano que vincula a los libros con las faenas físicas».
Pero quizá la que colocó la tapa al pomo fue Xiomara, alumna de un politécnico del municipio Bartolomé Masó: «Algunos no solo desconocen parte de la historia de Cuba, sino que tampoco saben nada de la historia de la escuela y así no llegamos a ningún lado».
Ella propuso, en consecuencia, «algo que puede llegar a nivel nacional»: crear periódicamente competencias de conocimientos de la asignatura de Historia entre los grupos. Su idea bien pudiera aprobarse en el Congreso, porque no caben dudas de la necesidad de promover esa materia en los más nuevos. Y con video-clases únicamente no se puede.
Alguien lanzó otra incógnita que invitó a la reflexión: ¿Cuál puede ser el mayor aporte de los estudiantes a la sociedad? Aprovechar el tiempo al máximo, en aras del conocimiento, debiera ser la respuesta.
Al respecto, Patricia Flechilla, presidenta de la FEEM, aportó sólidos argumentos: «A nosotros lo que se nos pide es estudiar; simplemente eso, y si no lo hacemos seremos tremendamente malagradecidos. Acabemos de una vez con el paternalismo».
Acotó que, por las complejidades de esta etapa de la vida, los dirigentes necesitaban apelar a la persuasión cotidiana, al convencimiento constante para influir en el resto de los alumnos.
Claro, no es una tarea fácil. Resulta peliagudo —digamos— convencer a los muchachos que vayan a los libros para fijar conocimientos que les sirvan para la vida y no para aprobar un examen coyuntural.
Tampoco obviemos que esta es la fase de la vida de los primeros noviazgos, de la «mucha moda» y en la que se tienden a imitar ciertos patrones negativos. Pero aun así se puede hacer labor de conciencia.
Al respecto Osmani Tamayo, del municipio de Niquero, meditaba sobre la importancia de «dar el ejemplo» y hablaba de su propia experiencia: «Soy de cuarto año de la especialidad de Contabilidad, pero si lo que necesita la Patria hoy es que sea profesor, aquí me tiene».
Todos estos tópicos pasan por el papel de los líderes estudiantiles, encargados de «halar» a sus compañeros. Sin embargo, al final, como decía Lázaro Expósito Canto, primer secretario del Partido en Granma, lo importante es que estas intervenciones no se queden en el discurso y lleguen a mentes y corazones de las masas juveniles. Que se concreten en acciones.