La FEEM se pone gafas de cristal grueso para conversar (tantas han sido las horas de estudio), coloca el pie sobre la mecedora, acomoda el cuerpo, y cuando, por fin, logra tender la mirada a lo lejos, emprende el viaje por su vida sin necesidad de preguntas.
Considerada en Cuba una de las organizaciones en las que se suelen tomar las decisiones más trascendentales de la vida, la FEEM defiende sus proezas con la modestia histórica de sus 37 años.
Desde sus orígenes, la FEU tuvo que contar con los estudiantes del Instituto de Segunda Enseñanza, porque aquellos muchachos, con valor, pero también con un ápice de locura, lo mismo enterraban una constitución ultrajada que aguantaban estoicos un frío y potente chorro de agua desmovilizador.
Su pasión por el riesgo le ha permitido reunir la suficiente osadía para interpretar todos sus personajes: lo mismo impartir una clase siendo aún monitora que correr, no importa si rápido o lento, en los juegos deportivos nacionales. No sin temor al desarraigo, se cambió los tenis por las botas y subió las lomas para recoger café. Pero si la cuestión es de estudio, puede vérsele lo mismo en la doble escalera que en el pasillo central intentando descubrir lo íntegro del libro de Historia mientras insiste en darle curiosas vueltas al lapicero.
También ha tenido tiempo para los amores: no sin rubor ha aceptado las primeras cartas de un enamorado y después, un beso furtivo a escondidas de los profesores.
La literatura, Silvio, Pablito, y Moncada, la han retenido a tiempo completo durante décadas en las plazas y teatros. Lúcida, con magnífico humor, nada le ha sido indiferente: ni la OCLAE, ni los Festivales de la Juventud y los Estudiantes. Nunca ha necesitado redactar sus memorias, porque sus amigos, que son muchos, han narrado sus anécdotas con la fidelidad de quien lleva un diario.
Se queja del cansancio y al mismo tiempo, se burla de él. Pide disculpas por ser una apasionada de lo efímero. Quizá por eso habla con frases breves. A veces reitera una idea (como esa de su «haciendo futuro»), a veces, da saltos regresivos en la conversación para hablar del Primer Congreso, y de la Revista Nosotros o de aquellas noches junto a Fidel cuando el Festival Cuba Vive, pero es solo un recurso para rememorar hasta quedar satisfecha con el paisaje que la inquieta.
Se hace acompañar por fotos en la escuela al campo y la entrada del pre. Les agradece a todos sus contribuciones.
La FEEM tiene la sutileza de ser muy importante sin que los demás se den cuenta. Habla con una humildad casi romántica, con algo de fiesta en cada palabra, como si, alentada por el candor de la primera vez, regresara al cafetal donde acostumbraba recostarse, y así, entre las semillas aromáticas mirando las estrellas, va cerrando los ojos hasta quedarse dormida.