Foto: Calixto N. Llanes El pasado 14 de febrero, Franklin le había dicho a su novia Mónica que tenía poco dinero, y por tanto el regalo sería muy modesto. Ese día, en su casa, se reunió la familia para esperar la fecha, y a las 12 de la noche hicieron un brindis. Subrepticiamente, y sin que ella lo notara, él deslizó en la copa de la muchacha los anillos de compromiso.
«Imagínate su asombro cuando los vio; armó tremenda gritería», recuerda Franklin, quien con ayuda de su familia lo había premeditado todo, para darle una gran sorpresa a su novia.
El 14 de febrero, Día de los Enamorados, se celebra en casi todo el mundo como el de San Valentín. Los cubanos no somos una excepción. Cada cual tiene sus preferencias para la fecha. Algunos la toman como algo importante y divertido, otros prefieren pasarla por alto, y unos cuantos están obligados a no tenerla en cuenta, por falta de pareja.
De un centenar de jóvenes entrevistados por este diario en la capital, más del 50 por ciento le dio un gran valor espiritual y emocional a la fecha, aunque prefirieron como regalo algo útil y duradero. Perfumes, maquillajes y prendas están en la preferencia de las muchachas; mientras los hombres señalan la ropa, aunque ellos por lo general confían en el buen tino de sus parejas.
Y aunque casi nadie excluye de la celebración la entrega de un presente, salir de paseo, compartir una buena cena, bailar o recordar momentos mientras se hojea un álbum de fotos, son también opciones recurrentes.
...Y PARA ESCOGER, LAS FLORESAunque tradicionalmente las flores se han identificado como un buen regalo para los enamorados, llama la atención que entre los entrevistados más del 80 por ciento las consideró una elección fácil, recurrente y poco duradera.
A Zeila le resulta muy romántico ver llegar a su novio con una para ella. Sin embargo, a su amiga Vicki no le gustan. «Las flores se rompen enseguida. Con excepción de esas que venden en los restaurantes, que son perfumadas y vienen dentro de un cristal; esas sí se pueden guardar».
Pero como la vida está llena de paradojas, a Joan, el novio de Zeila, no le gusta regalar flores. «Me siento un poco ridículo con una en la mano», afirma. Y Carlitos, la pareja de Vicki, asegura que no se sentiría nada incómodo regalando una flor. «Yo le traigo una a cada rato. Claro, el 14 de febrero vendrían acompañadas de algo más».
Amanda Picas, de 21 años, se define como una joven muy práctica. «Prefiero que me regalen algo útil, que me dure. Las flores han dejado de ser una cosa única, un detalle. Al contrario, pones la televisión y solo ves gente a la que le están dando flores por cualquier cosa».
Sin embargo, para Merlyns B. Hernández no hay mejor obsequio que un ramo bien lindo, con una tarjeta que lleve una dedicatoria galante. «Eso puede ir acompañado de algo más, pero las flores son lo primero; ellas dan el “toque”».
No todas las personas toman de igual manera el Día de los Enamorados. Por ejemplo, el profesor Marcos Cordoví asegura que él debe recibir un diploma, pues lleva cinco años con la misma novia, lo cual considera un récord.
Más lejos aún llega su amigo y colega René, quien siempre que se acerca esta fecha da por terminada la relación del momento. «Uno se ve en el compromiso de comprar algo, pasar trabajo en escogerlo, gastar dinero, y total para nada. A mí los amores me duran poco; y de hecho, ninguna me ha dado un regalo que valga la pena».
La indiferencia por la celebración no es exclusiva de los hombres. Lucía González asegura que «le pasa por arriba» a la fecha. «Para mí el amor lleva misterio, sorpresa, espontaneidad. Eso de que todo el mundo, el mismo día, esté celebrando estar enamorado, me parece un poco ridículo y no muy sincero. Por eso no tengo tradición de regalar, ni de que me regalen. Eso lo dejo para los cumpleaños».
TÁCTICAS Y ESTRATEGIASElegir bien un obsequio merece un poco de imaginación y de tiempo. No siempre el más caro es el más original o el que más se agradece. Es imprescindible tener en cuenta los gustos y necesidades de la persona que lo va a recibir, y a partir de ahí conjugar calidad y precio.
«Hace tres años que estoy con mi novio, y el primer regalo de Enamorados no me gustó», cuenta Grisel Barreiro, de 25 años. «Recuerdo que era una cestica llena de chucherías y confituras, y algunas yo ni siquiera las comía».
—¿Qué hiciste en aquel momento?
—No anduve por las ramas. Sin ser descortés fui sincera con él. Desde entonces, mi novio se confabula con mi mamá para que le ayude a escoger algo que me haga falta y me guste. Así va al seguro.
«Yo no tengo problemas, porque siempre sé lo que necesita. Las mujeres para esas cosas tenemos más sentido común».
Entre los obsequios hay diversas intenciones. Los hay muy tiernos, como el osito de peluche que guarda con cariño Yailín; o muy atrevidos, como el que suele recibir Lilian cada año. «Mi esposo me da siempre una prenda interior. Algo sexy. A mí me gusta, porque lo disfrutamos ambos».
Hay quienes celebran por partida doble. Son aquellos que, junto a esta fecha, celebran otro aniversario especial. Es el caso de Miriam García, quien cumplió el pasado lunes su primer año de novia. Por ello, buscó un único regalo: «Un pequeño álbum para guardar las fotos que nos hemos hecho en este tiempo».
Algunos se esmeran en complacer a su pareja, como Maritza Mustelier, una veinteañera que le compró a su novio una camiseta con el rostro de un futbolista. «No es original —dice—, pero está muy bonita. Él es fanático de ese deporte y me hacía mucha ilusión comprársela».
—¿Qué obsequio te gustaría para ti?
—Me da lo mismo cualquier cosa, pero ojalá que sea algo de vestir también, para ese día estrenarlo juntos.
Pero Rodolfo Reyes, quien termina este año la universidad, confesó su tranquilidad respecto al tema del regalo: «Me conformo con lo que me compren, eso es lo de menos. Lo importante es pasarla bien ese día y quererse mucho».
Muchos opinan que no es necesario un regalo para hacer fructificar el amor. Estar juntos, compartir un helado, ir al cine o al teatro puede ser también un buen agasajo. Por ello, algunos trasladan la celebración para el fin de semana, cuando tradicionalmente hay más ofertas culturales y se dispone de más tiempo libre.
La Feria del Libro fue la opción escogida por Leticia, una estudiante universitaria. «Ya se lo dije a mi novio. Pienso que allí podemos pasar un buen rato, pasear, ver el Malecón desde La Cabaña —que es un paisaje bellísimo— y comprar el regalo de los dos, porque un libro es un buen recuerdo».
Una buena planificación en la pareja es tan válida como una sorpresa. Así lo confirmó Jorge Luis Mendoza, quien junto a su novia decidió que el regalo sería sencillo. «Es nuestro primer Día de los Enamorados juntos, y vamos a salir. El obsequio será casi simbólico, para priorizar el paseo».
También Rosa María Gutiérrez y su esposo desterraron la costumbre del «presentico» hace tiempo. «El Día de los Enamorados salimos de paseo. Tenemos dos niños, y para involucrarlos a ellos es mejor regalarnos en otras fechas, como el Día de las Madres o de los Padres».
DE MUTUO ACUERDOComplacer y estar complacidos es muy difícil. Por eso no pocas parejas crean mecanismos para hacer más viable la celebración. Niurka y Pedrito celebran el 14 de febrero —que coincide con su aniversario de bodas— con un paseo, en el que incluyen la compra del regalo.
«Para los hombres —cuenta ella— resulta a veces difícil escoger algo que nos venga bien, y ellos también suelen tener gustos especiales. Por eso nosotros salimos siempre de tiendas, compramos los regalos y luego nos vamos a algún restaurante. Tratamos de pasar el día juntos».
Por su parte, Arlene ya recibió su obsequio. Su novio sabía que ella necesitaba un reloj, y hace días le dijo: «Vamos a la tienda para que tú misma lo escojas». Quizá hoy no tenga ninguna sorpresa, pero ya le regaló algo que le hacía falta.
Más allá de las tiendas y los paseos, el 14 de febrero puede ser una ocasión para inventar nuevas propuestas. Departir con la pareja, olvidar viejos disgustos y recordar buenos momentos; atreverse a confesar un amor o revitalizar una relación que se torna rutinaria. Cualquier camino es auténtico para reconfortar a la persona amada, siempre que manden los sentimientos.
Así piensa Alexander, quien a sus 27 años recuerda con añoranza aquel 14 de febrero en que una compañera de aula del tecnológico donde estudiaba, colocó dentro de su libreta la letra de una canción de amor.
«Yo sabía que estaba puesta pa’mí, pero ella no me gustaba. Y luego de aquel mensaje, menos todavía. Me pareció tan ridículo, que nunca más la miré.
«Ahora que han pasado los años, me doy cuenta de que nunca recibí un agasajo tan bello. Por supuesto, ya es tarde, ni quisiera sé dónde está. Sin embargo, quisiera que ahora alguien me diera un regalo como ese».
Tradición que se impone
Los enamorados celebrarán hoy en muchos países del mundo, cada cual a su manera. En Japón se acercan al monte Fuji para tocar tres veces la Campana del Amor, mientras pronuncian el nombre de su pareja. De esta manera creen que su relación será más sólida y duradera.
En Corea las chicas regalan chocolates a los novios, amigos o compañeros de trabajo, y un mes después ellos responden al regalo con algún detalle.
En Latinoamérica esta fecha se celebra por todo lo alto. En Brasil, por ejemplo, se adornan las calles. Los mexicanos, argentinos y chilenos son los de más detalles, con la entrega de globos, bombones, cartas de amor y lencería.
En Gran Bretaña los niños participan de la celebración. Dedican canciones de amor a las parejas, y estas les retribuyen con dulces, regalos o dinero.
En Dinamarca se entregan, a la persona más querida, flores blancas prensadas, que simulan copos de nieve. También los hombres envían cartas graciosas a las mujeres, sin más firmas de identidad que un punto por cada letra que lleva su nombre. Si aquella que recibe la carta acierta quién fue su «Valentín», él la recompensa con un huevo de Pascua.