La tecla del duende
Estuve por la tertulia Deporte y Cultura, en el Centro Hermanos Loynaz, de la capital pinareña. Allí, junto a los apasionados que se dan cita un lunes de cada mes, asistí a un duelo perfecto entre el estelar zurdo Liván Moinello, con sus 20 magníficos años de talento deportivo, y el anfitrión de la peña y jonronero en las lides de la Historia del deporte cubano: Juan Antonio Martínez de Osaba.
Y como con Osaba uno siempre carga el morral de historias y anécdotas, aquí les dejo fragmentos de una deliciosa crónica suya. Dediquémosela a Elisa, generosa teclera fanática de Industriales, que hoy está de cumpleaños redondo.
«(…) Cuando juveniles, que alguna vez lo fuimos, nuestro catcher fue Raymundo, Mandy Iglesias. Flaco como el güin, de estatura promedio, más bien baja. Se entregaba con tal pasión que pensé sería estelar años después. Todos tenían que ver con su juego alegre, desenfadado, técnicamente impecable. Débil al bate, más de lo requerido.
«Con 15 o 16 años fuimos a Santa Lucía, donde en encarnizados pleitos los grandes se liaban en reyertas deportivas. Los spikes no buscaban bases, sino pellejo.
«(…) Esa tarde en Santa Lucía pudo ser fatal. Nuestro receptor recibió pelotazo de foul que hundió lo que científicamente llaman cartílago cricoideo. Dicen los galenos que esa prominencia pertenece a la laringe y está, por supuesto, en las vías aéreas superiores del organismo; no juega ningún papel específico, aunque no por gusto los que practican artes marciales tiran a dar ahí. Los hombres la tenemos más pronunciada.
«Después de disquisiciones sanitarias (…) vamos al meollo del asunto. Corrimos hacia el que se ahogaba, no podía respirar:
—Pronto, busquen un médico. —Traigan agua. — Sepárense para que coja aire... Y así, con órdenes improvisadas de un sinnúmero de dolientes que nada sabían del tema, recordé al abuelo Pancho y repetí su historia de muchos años.
«Separé a todos, le soné un pescozón por el tronco posterior del cuello que no sé si tiene nombre científico también, pero lo revivió. Ni corto ni perezoso le espanté otro “avión” por el “cocote” y abrió los ojos asustado como nunca lo estuvo. Poco a poco tomó sus colores anémicos y susurró algunas palabras. ¡Lo había salvado! Mi amigo Mandy Iglesias me debe la vida. Lástima que entonces no otorgaran méritos laborales.
«He soñado cosas que después suceden exactamente igual, parece que estoy volviendo a ver la película. En este caso no fue así. Imaginé al abuelo Pancho en su juventud e hice lo mismo que él con aquel desventurado palmero en época de medicinas verdes. ¡Y dicen que la historia no se repite! Que me lo digan a mí con la Nuez de Adán, que es el nombre con el que se conoce al cartílago cricoideo».