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Una cuadra en peligro

La doctora Adriana Carr denuncia una rotura que lleva ya más de dos meses en la entrada de agua a una de las casas de la cuadra donde ella reside, en Lacret, entre Heredia y Alcalde O’Farrill, en el municipio capitalino de Diez de Octubre.

Y todo se complica más, dice, porque la calle  está sobre una de las laderas de la Loma de Chaple, sitio pintoresco de la ciudad. Y fue construida como una recta entre dos curvas, por lo que su visibilidad es limitada.

«Ya tenemos un manantial, afirma. Se ha ido rompiendo el asfalto, hay zonas agrietadas y otras ya con huecos. La rotura está cerca de una de las curvas, y los automóviles pasan a la vía contraria, naturalmente, sin visibilidad para eludir los huecos. Por aquí circula el P2. Al estar en la loma, el deterioro es más rápido».

Señala que ya han ocurrido en ese tramo varios accidentes. Las 15 viviendas de la cuadra han sufrido embestidas de carros, camiones y guaguas en sus jardines, muros y portales.

«Comprendo la precaria situación financiera, expresa, pero hay lugares donde tener dañadas las vías por su peligrosidad merecen el esfuerzo de la solución rápida e inmediata. Aguas de La Habana comunicó a una de las funcionarias de la FMC que puede abrir, pero no tiene cómo cerrar. Es decir, que se afectaría el paso del P2 por Lacret procedente de Dolores. Penosamente tengo el deber de escribirle, porque el mecanismo natural es ineficiente», concluye.

Perenne angustia

Neyda Vento (3ra., No. 9, entre F y G, Vedado, La Habana) refiere que los vecinos de ese edificio están desesperados ante el serio problema con el suministro de agua potable  que tiene ese inmueble hace más de dos años.

Solo tienen algo de agua el día en que Aguas de La Habana incrementa la presión, señala, pero eso es impredecible. Nunca se sabe cuándo ni a qué hora. Han estado hasta 12 días sin agua.

«Dejamos carta en el Gobierno municipal, que nunca llegó al Intendente, porque en Atención a la Población al final la conclusión fue que nos tocó esa mala suerte. Así de sencillo».

Refiere que visitaron a la Directora de Aguas de La Habana en el municipio, quien prometió ir al día siguiente. Así fue. Le explicaron la situación y le rogaron que valorara la conexión de la entrada de agua de ese edificio por donde se abastece el inmueble contiguo, que recibe agua a diario.

Le plantearon que los vecinos estaban dispuestos a pagar el trabajo, pero ni ella ni el ingeniero que la acompañaba lo aceptaron.

La Directora de Aguas de La Habana en el municipio les prometió que les mandaría una pipa cada cinco días si se pasaban cuatro días sin agua, pues planeaban arreglar unas bombas para mejorar la presión del suministro. Pero todo quedó en los deseos. No se cumple nada.

«Vivimos en una situación de perenne angustia, manifiesta, sin tener ni siquiera una pila de agua donde llenar un cubo. Somos 17 personas en el edificio, de ellos diez jubilados con 70 años como mínimo, y dos niños.

«La atención a nuestro problema no ha tenido una vía eficiente, desdichadamente, lo que nos hace sentir desprotegidos», concluye.

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