Acuse de recibo
El pasado 10 de junio, y desde Centro Habana, en la capital, Raquel Más García, lanzaba un S.O.S. con una situación muy delicada y excepcional, buscando ayuda. Y no era para menos. Ella vive con su padre de 92 años, quien padece de epilepsia senil, hipertensión crónica, problemas de estabilidad física y otros achaques. Son ellos dos solitos, porque su madre falleció hace un año.
Y Raquel, con una trayectoria profesional de 25 años en Cimex, tuvo que renunciar a todo y acogerse a la asistencia social como cuidadora de su padre. En situaciones normales, se daba una escapadita solo para comprar los alimentos. Pero con la COVID-19, en la medida en que se ha complicado el tema de la alimentación y se han alargado y complicado las colas, ella no puede abandonar a su padre tanto tiempo.
Ella aclaró que no buscaba apoyo material ni de recursos, sino solidaridad. Habló con el presidente del consejo popular Los Sitios, donde vive, para que la apoyara con alguna solución. Y él le dijo que no tenía facultad para resolver, que tenía que elevarlo al presidente del gobierno municipal. Y no había tenido respuesta alguna, cuando me escribió desesperada.
Solo ella deseaba que, dada su situación excepcional, se le permitiera intercalarse en la cola que deba hacer, con el consiguiente permiso oficial por escrito. Porque hasta ahora, ha dependido de la buena voluntad de algún policía que organiza la cola; pero no siempre puede lograrlo.
«Ante este y otros casos similares, que no son el anciano solo que recibe en su casa las compras, uno se pregunta por qué la solidaridad requiere vistos buenos, al punto de que haya que “elevar” el drama de una mujer sola al cuidado de su padre, para que pueda acceder a lo mínimo. Quizá en el propio barrio haya un trabajador social, o al menos una persona digna, que pueda darle una mano», decía entonces este redactor.
Y me confirma la razón la respuesta de Miriam Lau Valdés, directora de Relaciones Internacionales y Comunicación Social del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, quien afirma:
«Los trabajadores sociales, si bien se encuentran atendiendo de forma priorizada a adultos mayores y personas en condiciones de vulnerabilidad que viven solos, tienen la indicación de ofrecer una atención diferenciada a los núcleos familiares más vulnerables, para evaluar los problemas que identifiquen, y tramitar la solución con la autoridad competente.
«Por lo tanto, el trabajador social que la atiende debe evaluar y coordinar con los factores de la comunidad, especialmente con los CDR y la FMC, para buscar una solución en su caso. Por nuestra parte, enviamos sus datos a la Dirección Municipal de Trabajo y Seguridad Social para su atención», concluye Miriam.
Agradezco la respuesta de Miriam Lau, y espero que la Dirección Municipal de Trabajo y Seguridad Social de Centro Habana responda qué se ha hecho para ayudar a esa mujer sola con su padre. Sería saludable que el presidente del consejo popular se implicara en ello y no esperara fórmulas «de arriba». ¿Quién será el trabajador social que se sensibilice y saque la cara de corazón?
Ileana Cino (Estrada Palma 102, bajos, esquina a Felipe Poey, Santos Suárez, Diez de Octubre, La Habana) es una anciana que vive sola, y su teléfono está interrumpido y reportado desde el 3 de junio pasado.
«Sé que quizá haya muchas roturas y esto pudiera justificar el hecho de que 15 días después, aún no hayan venido a repararlo, afirma. Pero me llama la atención que en varias ocasiones he visto el carrito de Etecsa trabajando en mi cuadra o en la próxima, les he preguntado si tienen mi orden y me dicen que no, que espere. ¿Hasta cuándo tendré que esperar para que mi solicitud sea atendida?
«En cualquier caso tener el teléfono roto para una persona que vive sola es un problema. Pero en este contexto de aislamiento social lo es mucho más», concluye Ileana.
Al igual que el primer caso de hoy, los ancianos y personas vulnerables por equis razones, si solos mucho más, requieren un tratamiento preferencial por parte de las entidades que prestan servicios, y de toda la sociedad.