Acuse de recibo
Desde el batey del antiguo central azucarero Mariana Grajales, en el municipio villaclareño de Cifuentes, José Delgado Álvarez relata una historia insólita, de nunca acabar.
Cuenta el septuagenario que en 1976 fue nombrado administrador de aquel ingenio. Y posteriormente le entregaron una vivienda en calidad de medio básico de la fábrica, en la cual vive aún. Al desactivarse el Mariana Grajales comienzan los trámites de los expedientes, para el cambio de uso del inmueble, y se elevan en 2012 al Grupo Azcuba, en La Habana.
En junio de 2016, al ver que no recibía respuesta aún, Delgado llamó a la jurídica de Azcuba, quien le informó que el expediente estaba en la computadora, y regresaría a Villa Clara. Después de ello, él insistió en su reclamo en la propia provincia. Todos los meses llamaba, y sin respuesta.
En 2018, volvió a reclamar en Villa Clara y le informaron que aún no había llegado el expediente, que llamara en enero de 2019. Lo hizo y nada. En febrero repitió y todo seguía igual. El 9 de marzo de 2019 habían arribado 13 expedientes, pero no el de Delgado. En junio, ídem. El 26 de noviembre llamó y nada, el 9 de enero de 2020 lo mismo. El 27 de enero tampoco había llegado el expediente.
«Yo tengo 74 años, afirma Delgado, y comencé a trabajar en el central cuando tenía 31. Cuando vaya a tener la propiedad, ya lo que voy a tener es la del cementerio», sentencia con ironía un hombre que le entregó su vida a la industria azucarera. ¿Cómo es posible que desde 2012 un sencillo trámite para que se adjudique la vivienda, tropiece con tanta incertidumbre?
Desde San Antonio y Final No. 144-B, en el municipio capitalino de Guanabacoa, Francisco Jiménez Sargentón, damnificado del tornado del 27 de enero de 2019 en La Habana relataba aquí el 16 de mayo de ese año que la solución de su caso estaba pendiente, entre tantos beneficiados por las labores de recuperación, por una especie de mala suerte.
Francisco, quien reside solo, sin más familiares, contaba entonces que le asignaron un subsidio e hizo todos los trámites. Y cuando llegó al rastro el 10 de febrero, había todos los materiales, pero no la pala mecánica para distribuirlos.
Él consiguió una pala mecánica en tres ocasiones, y en ninguna de ellas pudo cargar con sus materiales. En marzo, al fin le dieron los bloques y el acero, pero no pudo emprender nada, porque faltaban los áridos y el cemento.
En medio de ese peloteo, Francisco enfermó. Y después, ya hacía tiempo que no había camión. Los materiales escaseaban y él dudaba de que se pudiera concluir su casa en la fecha de terminación acordada, al igual que otras.
El 17 de febrero pasado Francisco volvió a escribirme: «¿Hasta cuándo será esta situación? Faltándome por coger 20 bolsas de cemento y nueve metros de polvo piedra y cable 14, ya no me queda dinero del subsidio. De veras no entiendo».
Y refiere que después de publicada aquí en mayo de 2019 su primera carta, se le informó por el Gobierno municipal que pronto tendría su casa hecha. «Pero ya ha pasado un año y la vida sigue igual, en un proceso muy dilatado. El cemento que tengo lleva meses y se me puede echar a perder».