Acuse de recibo
Desde Cienfuegos, el pasado 2 de noviembre Mireya Mc Nally Sarría censuraba aquí el hecho de que su nieto de más de un año, quien desde que nació tiene bajo peso, tenga que pagar con su salud dilaciones y laberintos burocráticos.
Contaba que al niño la pediatra le otorgó el suplemento alimentario. Y comenzaron los trámites con los trabajadores sociales, quienes visitaron su hogar. Entonces Mireya preguntó cuándo lo recibiría, y le dijeron que demoraba de dos a tres meses. Pero ni en septiembre ni en octubre lo recibió. Al final le dijeron que no aparecería en el listado hasta diciembre.
«¿Por qué mi nieto debe pagar por el mal trabajo de otros para poder recibir y adquirir un suplemento alimentario indicado por su pediatra?», concluía Mireya.
Al respecto, responde Joe Majin Hernández Padilla, director de Prevención, Asistencia y Trabajo Social del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, que especialistas de la subdirección provincial homóloga visitaron ese hogar.
Indica que componen la familia la abuela Mireya, de 44 años; su hija, de 27; el esposo de esta, de 32 (los tres sin vínculo laboral); el hijo de la pareja, con diagnóstico de malnutrición proteico-energética (desnutrición); la madre de Mireya, de 64 y ama de casa; y el padre, de 74 y jubilado con una pensión de 200 pesos.
Sobre la solicitud hecha por Mireya del suplemento alimentario, explica que a partir del diagnóstico médico, a los trabajadores sociales no les corresponde la evaluación o aprobación de este, sino que lo certifica el médico. Y el aseguramiento del referido suplemento lo garantiza la red de Comercio.
Se conoció, informa, que inicialmente y por error, se denegó el módulo alimentario, al considerar la existencia en el núcleo de personas en edad laboral aptas para incorporarse al empleo. Pero ante la solicitud de reevaluación de la situación por Mireya y la permanencia de la situación de salud del menor, se aprobó de manera excepcional su entrega.
Significa Hernández Padilla que «los problemas de este núcleo familiar parten de la no incorporación al empleo de las personas aptas para trabajar, sin causas que les impidan hacerlo».
Maritza Romero Rodríguez (calle Los Mangos 14, entre Calzada de Managua y Pinos, El Retiro-Calvario, Arroyo Naranjo, La Habana) refiere que presenta serios problemas de salud desde muy joven y, a pesar de proceder de una familia humilde y ser sus tratamientos costosos para el país, siempre ha recibido buen trato por el personal médico y paramédico que la ha atendido.
Esta vez quiere manifestar su agradecimiento al Instituto de Cardiología y Cirugía Cardiovascular —sito en 17 entre Paseo y A, en la capital—, en específico a quienes laboran en la Sala 4D (Cirugía) y a los de la Sala de Terapia Intensiva del segundo piso de Cirugía. «Estas personas —enfatiza— llevan dentro mucho amor, cariño, desinterés y altruismo».
Y Maritza no puede pasar por alto «al médico que tuvo el coraje de operarme del corazón (sustitución de dos válvulas) y apostar por mi vida: el doctor Karel Andalia». También a la doctora Xiomara Costello (nefróloga) y al doctor Mario Israel (hematólogo). «Son excelentes profesionales que ponen en alto cada día la calidad de la medicina cubana».
Elogia también las condiciones de ese hospital, que mantiene la higiene y limpieza, y la atención esmerada de su personal.
«En el momento en que escribo esta carta, subraya, lo hago con el corazón. Las lágrimas nublan mis ojos de tanta satisfacción. Mi familia, en otro país del mundo, no hubiera podido costear todas las operaciones y tratamientos, consultas y tiempo de hospitalización en todos los hospitales por donde he transitado debido a mi enfermedad.
«Mi familia y yo tenemos una deuda con la Revolución y con estas valiosísimas personas, que sin importar raza, credo, estatus social o nivel cultural, transmiten cariño, solidaridad, y salvan vidas.
«Para mí es necesario que otras personas conozcan la labor que realizan los médicos y el personal de la salud aquí en Cuba, independientemente de la solidaridad demostrada en otros países del mundo», finaliza Maritza.