Acuse de recibo
Mientras otros detestan sus empleos, la ingeniera forestal Yamilé López Viera (avenida Maceo 119, Mayarí Abajo, Holguín) ama su trabajo como especialista integral de la Empresa Agroforestal Mayarí. Y le cautivan los bosques, la flora y la fauna de esas soledades.
Pero la vida es dura con Yamilé: padece una hipoacusia que se le ha agudizado. No posee audición en el oído derecho y ya tiene pérdida en el izquierdo. Y por eso ya siente amenazado su puesto laboral, porque la dolencia limita su desempeño profesional, pues debe comunicarse con personas de todo el país, asistir a eventos y cursos, y participar en reuniones. Recibe visitas e inspecciones.
Luego de tanto estudio, recibió un título como instructora, que le permite impartir cursos, además de ser categorizada como Profesora asistente por un prestigioso tribunal de la Universidad de Moa.
El mundo está mal repartido: otros derrochan su tiempo, y Yamilé ansía superarse. Están en sus planes la maestría y el doctorado. Pero se dice con tristeza: «¿Será posible algún día?».
Yamilé tiene otras penas: sus hijas son inteligentes y adorables. La mayor comenzará en septiembre el preuniversitario, y la más pequeña está en el círculo infantil. Cuando asiste a las reuniones de padres de ambas, solo recibe felicitaciones. «A veces ni me entero de lo que hablan», confiesa. «Ellas, que siempre están junto a mí, se encargan de traducirme lo que dijeron. Me enorgullezco y sufro a la vez por no poder abrazarlas justo en ese momento de la noticia». Y revela que está expuesta a accidentes en la calle. Más de una vez le han frenado abruptamente.
¿Solución? El uso de prótesis auditivas. Se estuvo comunicando durante mucho tiempo con el antiguo Centro Auditivo de Holguín, y había déficit de equipos y material para moldes.
Pero leyó en el periódico provincial Ahora detalles del nuevo Centro Auditivo que abría sus puertas e incluía un servicio integral. Intentó comunicarse, pero no habían instalado el teléfono. Y entonces decidió personarse allí, desde Mayarí Abajo.
Cuando llegó, el 16 de octubre de 2015, le sedujo el confort y la belleza del centro, pero sobre todo la organización, el respeto y el cariño de todo su personal.
En la recepción fue atendida por un joven, a quien le contó su triste historia. Y aquel le sacó las lágrimas con su detallada y profesional respuesta. Le dijo que en la conversación lo captó todo: la profesionalidad e inteligencia de ella. Y le aseguró que no había razones para truncar su amada profesión.
El joven se deshizo en atenciones, no solo con ella, sino con otros pacientes. Y la llevó con la licenciada que realiza la audiometría. Cuando concluyó, con el resultado en mano y por la carencia de audición que detectó ella misma, la llevó a la consulta, donde la doctora elaboró la orden para la realización del molde.
Solo cinco minutos mediaron, hasta que rápidamente se asomó la técnica que realiza el trabajo y la convidó a pasar al local. Igualmente, fue fructífera la conversación con ella. Le explicó cómo eran los equipos y cómo mejoraría con ellos su capacidad auditiva.
«Sobre todo, comprobé que aun con tanto trabajo, su ánimo no se apagaba. Y sus sonrisas y amabilidad eran eternas. Ese día embalaban un envío hacia La Habana de los moldes de esa semana. El mío, increíblemente, me lo realizaron y me prometió embalarlo junto a los demás.
«Mis compañeros de trabajo, que me esperaban afuera, se extrañaron cuando salí del centro en solo una hora y minutos, y les dije que me habían hecho las pruebas y el molde. Me atendieron espléndidamente. Les agradezco infinitamente y por muchos días tuve una sensación de admiración. Quería regresar nuevamente para encontrarme con el cariño de todos. Les estoy infinitamente agradecida.
«Y no quiero que esta imagen se empañe por problemas tal vez de organización en la distribución equitativa de los recursos a nivel nacional. Lo digo porque después que llegó el molde a mis manos, en enero de 2016, procedente de La Habana, me deshice en llamadas para saber si podía adquirir las prótesis auditivas. Y siempre la misma respuesta: no hay, no sabemos cuándo entrarán.
«Sufro por tanta demora y no entiendo por qué en los Centros Auditivos de La Habana existen, y en Holguín en todo este año no los hay. Requiero de uno, preciso con urgencia para mi desempeño profesional. Pero sin la ayuda de los implicados en la distribución equitativa en todo el territorio nacional, no será posible. Por favor, acudo también a la solidaridad de quien disponga de ellos y no los use, y los pueda ceder o vender. Yo les agradecería infinitamente. Solo así seguiría al servicio del cuidado de nuestros bosques, contribuyendo con la sociedad», concluye.