Acuse de recibo
Como para ponerlos en una vitrina, de permanente consulta, son los dos primeros casos de hoy. Voluntad y acción coordinadas para que en medio de los «no se puede», la sensibilidad y el decoro triunfen.
El primero llega desde calle Astillero No. 166, e/ Plácido y Sol, Manzanillo, Granma. Cuenta Orlando Figuerola Chávez que el pasado 8 de octubre su mamá, de 94 años, necesitó de ayuda médica urgente tras haberse caído de la cama y haberse golpeado fuertemente la espalda y el costado.
«Llamé al SIUM y me atendió la compañera Lourdes Carbó Ávila; demoró menos de 15 minutos en llegar la ambulancia. La llevó al hospital y la entregó en el cuerpo de guardia en la consulta de ortopedia. De inmediato el Dr. Andrés Marín Ávila y el Dr. Rafael Romero Rosales la atendieron, le indicaron placas, todo con un amor tan grande y una preocupación como si fuera un familiar», narra el granmense.
Concluido el examen de ortopedia pasaron a la anciana para Cirugía, para evaluar un dolor que se ensañaba en su vientre. Allí comenzaron a atenderla los residentes Alain Filtres, Félix Rodríguez y Susana Valle y posteriormente los especialistas en Cirugía general Leonardo Tamayo y Francisco Vargas. También intervinieron estudiantes de Medicina de los cuales Orlando solo pudo rescatar el nombre de Durkenia Dávila.
«En Cirugía los médicos demostraron cuidado y una inmensa preocupación con mi mamá —evoca el remitente—. (…) Puedo afirmar que todos los que intervinieron en el caso derrocharon un inmenso amor. No medió nada material», concluye.
La segunda carta viene desde San Rafael No. 560, entre Escobar y Gervasio, Centro Habana, y pretende reconocer un servicio que habitualmente resulta blanco de muchas críticas: la gastronomía. La capitalina Nagdelys Alfonso Iglesias tuvo que viajar hace poco, por problemas familiares, al villaclareño municipio de Placetas y no quiere guardarse lo que recibió de profesionalismo en el pequeño restaurante Santiago-Habana, anexo a la Terminal de ómnibus del territorio.
«Increíble el buen servicio, la perfecta elaboración de los alimentos y, sobre todo, la impresionante limpieza del local. Además me llamó mucho la atención que había solo una joven atendiendo las siete mesas que ocupan el saloncito, y su rapidez, amabilidad y buen trato hacían bien corta la espera. No pude abandonar el lugar sin antes felicitarlos personalmente; y luego decidí anotar los nombres de la joven dependienta: Selena González González y el cocinero: Leodán Pérez Castillo.
«Quisiera que tanto a ellos, como a su administrador, a la persona encargada de mantener la limpieza y a todos los que de una forma u otra hacen de ese lugar un ejemplo a seguir se les haga un reconocimiento público aunque sea en una esquinita de su columna. (…) Realmente ellos demuestran que cuando se trabaja bien, se nota la diferencia», opina Nagdelys.
Tanto se ha mencionado, que ya parece que el «faltante», es una parte del cuerpo de este animal. Uno hasta puede imaginarse, jocosamente, el anuncio de la comunidad científica cubana estableciendo cómo a nuestros pollos les ha salido un apéndice llamado así: faltante, curiosidad de la genética y el invento criollos.
Claro, este tipo de chistes a personas como la capitalina Mayra Senti (Ave. 65, e/134 y 136, No. 13421, Marianao), no les provocarán mucha risa. Narra la remitente que ya va por dos ocasiones que no alcanza del esperado producto cárnico —ni el «de población», ni el «por pescado»— y su carnicero, de la unidad situada en Ave. 65 y 130 le comunica «que tengo que esperar nuevamente, ya que el pollo viene con faltante porque le echan agua y viene congelado, y que está pasando en todas las carnicerías, que no me queje, pues esto ha salido en el periódico y no ha pasado nada»...
«Mi mamá es diabética y tiene 83 años: necesita su dieta. Cómo puede pasar esto, se supone que ese pollo tiene que estar garantizado para la población. Y si por casualidad vuelve a venir… con faltante, ¿cuándo podré coger el pollo que me toca?».
Esperemos que la respuesta no padezca también del apéndice macabro.