Acuse de recibo
Marta Nélida Morales ya no sabe cuándo van a apuntalar su casa y sus últimas esperanzas, en Damas 723, entre Luz y Acosta en la Habana Vieja.
Hace más de dos meses ella llamó por teléfono a las oficinas de urgencias contra desastres, para que le visitara el arquitecto de la Comunidad. Este fue, y ella le mostró el peligro de derrumbe que tiene en el patio de su casa, donde está el cuarto de su nieto de cuatro años. El arquitecto le dio una orden para que le apuntalaran, y luego pudieran demoler. Y le advirtió que cuando fuera la brigada, no entregara el papel con la orden; solo debía mostrarla.
«Al día siguiente —señala— vinieron dos señores. El que me pidió la orden, llamado Alexis, me dijo que necesitaba llevársela para poder pedir con ella los palos. Lo sentí comprensible: era orden contra palos para apuntalar. Y me dijo que volvería al otro día para empezar los trabajos».
Mas, pasaron los días, y nada. Marta llamó a la Unidad Municipal Inversionista de la Vivienda y le dieron el teléfono de Frank, el jefe de brigada. Habló con él, y le dijo que iba a mandar la brigada. Al día siguiente llegó otro señor, llamado Julito. Le dijo a Marta que confiara en él, que en cuanto hubiera una oportunidad le harían el trabajo. Pero nada: lo mismo con lo mismo. «Ni Alexis, ni Julito, ni mis palos aparecían por ningún lugar», precisa Marta.
Incansable, Marta llamó a la vicepresidenta para la Construcción del Consejo de la Administración Municipal de la Habana Vieja, y pudo hablar con su secretaria…
«Han pasado dos meses y medio, señala, el baño de la azotea está a punto de colapsar. La vida de mi nieto, de mis hijas y la mía están peligrando. ¿Quién responde por tamaña falta de respeto? ¿Dónde están mis palos?»
Por contraste, Marta cuenta que su nieto salvó la vida gracias a una intervención quirúrgica en el Hospital Pediátrico William Soler, que le extirpó la vesícula y le reconstruyó las vías biliares. Además, el niño no produce las enzimas que dan fuerza a los músculos, por una enfermedad degenerativa. Y gracias a la bondad de este país, la familia logró que de por vida le donen el sumplemento enzimático, para aplicarle un suero cada 15 días.
¿Qué hubiera sido del pequeño si la salud pública cubana no lo hubiera apuntalado desde un primer momento, y lo tuvieran esperando, promesa tras promesa?
Yaquelín Ramos Montano (Calle 107, Edificio 11, apto, 29, entre 20 y 22, reparto Sierra Maestra, Boyeros, La Habana) es una madre preocupada por ciertos «parches» expeditos y falsos con que en algunas escuelas de la enseñanza básica se cubre la asignatura Inglés.
La madre considera muy acertada la inclusión hace unos años del Inglés en la primaria. Pero su niña, en esa enseñanza, nunca tuvo un profesor de esa asignatura. Y, sin embargo, al final, le pusieron una nota en esa materia.
Ahora, en la secundaria básica Coronel Martín Marrero, en todo el curso escolar de su séptimo grado la niña no recibió una sola clase de Inglés. Y al final del período vino una profesora de otra escuela, les dio cuatro nociones y seguidamente les puso un examen sobre lo que les repasó.
«Cuando me dirijo a la escuela —señala— y le reclamo explicaciones sobre ese proceder a la Dirección, el Director me dice que tengo razón, pero él no puede hacer nada, pues esa fue la indicación de la metodóloga, y hay que cumplirla.
«Al final, la nota de los estudiantes es una mentira, un fraude. ¿Por qué hay que cumplir mintiendo y continuamos fomentando esos valores en la nueva generación, que no son dignos de nuestra sociedad? ¿Por qué no decir la verdad, y dejar en blanco esa nota, porque no tuvo profesor que impartiera la materia?
«Quisiera que algún funcionario de Educación del municipio de Boyeros me explicara en qué documento legal está establecido ese proceder fraudulento. Esta inquietud la tenemos muchos padres.
«Considero que se debe revisar e incluir en esta revolución educacional la solución a casos como este que, lejos de brillar, empañan la consagrada obra de nuestra Revolución», concluye Yaquelín.
En un momento en que el sistema educacional cubano concita un saludable debate, porque transita por una etapa de madurez, rigor y flexibilización al mismo tiempo, en pos de superior calidad, es muy sano que se escuchen los estados de opinión de los ciudadanos, y sean respondidas y esclarecidas sus inquietudes.
En la educación, y en la familia, se decide en buena medida el futuro de nuestra sociedad.