Acuse de recibo
Natacha Margarita Álvarez (Carlos Manuel de Céspedes No. 168, entre 13 y 14, reparto Vázquez, Manzanillo, provincia de Granma) alberga opiniones sobre el tratamiento recibido, después de 13 años consagrados a la Salud Pública cubana.
Refiere la lectora que se graduó en 1999 en Ciencias Farmacéuticas en la Universidad de Oriente, en Santiago de Cuba. Y en ese mismo año fue ubicada para cumplir su servicio social en la farmacia principal del municipio granmense de Pilón. Pero allí solo estuvo un año, pues le plantearon la necesidad de profesores para la formación de técnicos en Farmacia, en el Politécnico de la Salud Haydée Santamaría, de Manzanillo. Natacha asintió, y se preparó para la docencia, labor que ha ejercido durante 13 años.
En 2004, el centro se convirtió en Filial de Ciencias Médicas. Y en 2006, Natacha salió a cumplir misión internacionalista por la Salud Pública en el Hospital Provincial de Mutare, en el país africano de Zimbabwe. Allí estuvo dos años, con excelentes resultados en su misión.
Al regreso, volvió a la docencia y pasó a ser profesora principal del perfil Servicios Farmacéuticos, hasta el 17 de junio pasado. Ese infausto día, la dirección del centro la llamó para notificarle que quedaba disponible por no ser personal de Salud Pública, el sector al cual ha dedicado todos sus años después de graduada, y al que acudió por un llamado, ante la falta de profesores de su especialidad.
«Ahora resulta que ya no soy de Salud —afirma—, y como no me necesitan más, así simple y sencillamente me llaman y me dicen que quedo disponible, sin apenas hacerme una propuesta».
Natacha recuerda ahora que, desde que comenzó sus estudios, siempre les explicaron que su perfil de trabajo era muy amplio, pues podían laborar en la docencia, industrias, farmacias comunitarias u hospitalarias, y centros investigativos, entre otros.
Ahora, a la luz de esta reversión, cuestiona:
«¿Fue analizada mi actitud cuando me plantearon la situación que existía con los profesores y ante la cual, sin pensarlo dos veces, respondí, convirtiéndome en docente, lo cual precisó de mi esfuerzo, pues conocimientos tenía pero me faltaba preparación metodológica?
«¿Cómo es posible que a esta altura, después de ser la Salud el único sector en el cual he trabajado y al que le he dedicado estos 13 años, me digan que quedo disponible por no ser propia de él, si justamente por este cumplí misión internacionalista en África?
«¿Qué ha estado mal conmigo, el proceso de disponibilidad, la ubicación laboral que me dieron hace 13 años, el título de graduada que llevo, o es que quien está mal soy yo y debo aceptar la medida tomada?, pregunta esta madre de dos niños pequeños. «Pienso que es una gran injusticia», concluye Natacha.
Hay quienes se elevan más allá de los baches que los rodean y hacen de cada instante colectivo, de cada trámite común, una oportunidad de buen trato. Entre esas personas están Ana María Rodríguez García y los trabajadores bajo su mando en la Subdirección de Formación y Desarrollo de la Dirección Municipal de Trabajo en Sancti Spíritus.
Lo cuenta Dayssi Pérez Bernal, residente en Máximo Gómez No. 128, entre Frank País y Tirso Marín, en la propia cabecera espirituana. Según narra esta lectora, «las personas que allí acudimos para resolver la ubicación de los técnicos recién graduados, el fin de su adiestramiento, deberes y derechos de ellos…, recibimos la atención esmerada, cortesía, respeto, amabilidad... en una modesta oficina, con piso de cemento, paredes desconchadas por el tiempo, mobiliario en estado de regular para malo, una sola computadora con Windows 2003, sin impresora, pero con la voluntad de todos que logra alcanzar resultados muy por encima».
Y ante esos seres que truecan las gestiones burocráticas diarias en momentos de afabilidad, la gratitud de Dayssi y la nuestra no pueden hablar bajo.